¿Es el aborto provocado una solución a la violación?



Por Josué I. Hernández

 
La violación y el incesto son pecados por los cuales el abusador enfrentará el justo juicio de Dios (cf. Deut. 22:25-27; Rom. 2:5-11). Nadie debe minimizar el horror de estos terribles pecados. Los abusadores debiesen ser perseguidos y castrados, o ejecutados (Rom. 13:4; 1 Ped. 2:14).
 
Estadísticamente la violación rara vez resulta en un embarazo, pero a veces la violación produce la concepción. Hemos conocido a quienes fueron concebidos de esta manera, ¿no eran estas personas “seres humanos” en el vientre de sus madres? ¿No tienen derecho a la vida todos los bebés inocentes? ¿Deben ser asesinados los bebés por culpa de un violador? ¿Cambia la violación la realidad de la vida que crece en el vientre de su madre?
 
Debemos honrar, alabar, y apoyar la dignidad de quienes valoran la vida incluso frente a la maldad de la violación. La reacción adecuada no sería castigar al inocente por la impiedad del culpable. Proceder “de mal en mal” (Jer. 9:3) no es bueno ni justo. Incluso, si la mujer decide no criar al niño ella misma, cientos de cristianos en el mundo estarían dispuestos a adoptar. Debemos alentar estas reacciones de amor para vencer al mal con el bien (Rom. 12:21).
 
La pena capital por delitos graves, como la violación y el incesto, no es un asesinato (cf. Gen. 9:6; Ex. 21:12,16). Cuando el gobierno ejecuta la pena capital no le quita la vida a un inocente, sino que aplica un castigo justo, proporcional al delito cometido, y que deja la sensación que se ha hecho justicia (Ecles. 8:11).