Vendrá la apostasía



Por Josué I. Hernández

 
“Pero con respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo y a nuestra reunión con Él, os rogamos, hermanos, que no seáis sacudidos fácilmente en vuestro modo de pensar, ni os alarméis, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como si fuera de nosotros, en el sentido de que el día del Señor ha llegado. Que nadie os engañe en ninguna manera, porque no vendrá sin que primero venga la apostasía y sea revelado el hombre de pecado, el hijo de perdición” (2 Tes. 2:1-3, LBLA).
 

Las epístolas de Pablo a los tesalonicenses tienen mucho que decir acerca de la venida de Cristo. Cada capítulo de 1 Tesalonicenses contiene alguna referencia a su regreso. Así también, Pablo se ha referido a ese gran día en 2 Tesalonicenses 1:7-10
 
Existían conceptos erróneos en la iglesia de Tesalónica. Algunos comenzaron a decir que el día de Cristo había llegado. Entonces, Pablo escribió para asegurarles que ese no era el caso, “Que nadie os engañe de ninguna manera. Primero tiene que venir la apostasía y manifestarse el Hombre impío, el Hijo de perdición” (2 Tes. 2:3, JER).
 
Como leemos, Pablo explicó que antes de que el Señor Jesucristo regrese deben suceder dos cosas:
  • Vendría la apostasía.
  • Se manifestaría el hombre de pecado.
 
El “hombre de pecado” sería el resultado de la apostasía (2 Tes. 2:3). El sustantivo griego transliterado “apostasía” señala una deserción de la verdad de Cristo, literalmente un “apartarse” o “recaer” (cf. 1 Tim. 4:1; Heb. 3:12). Debido a que el apóstol antepuso el artículo definido, o determinante, al sustantivo “apostasía” (diciendo: “la apostasía”) Pablo indicó un movimiento específico y no simplemente un principio desarticulado general.
 
La apostasía vendría
 
El mismo apóstol Pablo advirtió a los ancianos de Éfeso de que ocurriría esto después de su partida (Hech. 20:29) como un ataque desde fuera y desde dentro de la iglesia (Hech. 20:29,30).
 
Así también, Pablo advirtió a Timoteo de que la apostasía sucedería tal como lo decía claramente el Espíritu Santo (1 Tim. 4:1-3; 2 Tim. 4:3,4), lo cual resultaría en tiempos peligrosos, es decir, tiempos feroces (2 Tim. 3:1-5).
 
El apóstol Pedro advirtió a los hermanos en Asia Menor de que se levantarían falsos maestros (2 Ped. 2:1) y que muchos seguirían sus caminos destructivos (2 Ped. 2:2).
 
La apostasía llegó
 
Tal como lo decía el Espíritu Santo, la apostasía llegó en el primer siglo. Por esto, el apóstol Juan advertía de los anticristos y falsos profetas que han salido por el mundo (1 Jn. 2:18,19; 4:1-3). A su vez, Judas señalaba a los infiltrados impíos (Jud. 1:4) y llamaba a los santos a contender por la fe (Jud. 1:3).
 
La situación no mejoró en los siglos posteriores, y uno de los primeros cambios involucró la organización de la iglesia local, mudando el formato divino de iglesias autónomas con una pluralidad de ancianos (cf. Hech. 14:23; 20:17,28; Tito 1:5-9; 1 Ped. 5:1,2) a una distinción entre obispos y ancianos, con obispos (diocesanos) que llegaron a supervisar áreas geográficas y múltiples iglesias.
 
Sin autonomía, cada iglesia quedó sin su salvaguarda básica, totalmente vulnerables a profundos cambios en doctrina y práctica:  
  • Distinción entre clero y laicos, idea tomada del sacerdocio judío del Antiguo Testamento.
  • Fiestas religiosas, tales como, La Semana Santa, y más tarde, La Navidad.
  • El bautismo por verter agua, y luego por rociarla, en lugar de una inmersión.
  • Concilios eclesiásticos, reuniones en las cuales se decidían asuntos doctrinales.
  • Credos, declaraciones de creencias desarrolladas por los concilios de la iglesia.
  • Música instrumental, la cual fue utilizándose desde el siglo V.
  • Otras muchas doctrinas surgieron, por ejemplo, el pecado original, el bautismo de infantes, la penitencia, la veneración de María, el milenarismo.
 
Las apelaciones a una reforma no funcionaron. A pesar de los esfuerzos de Lutero y Calvino por reformar a La Iglesia Católica, sus seguidores, simplemente, crearon una miríada de denominaciones, que conservan doctrinas y tradiciones humanas.
 
Las apelaciones a una nueva revelación tampoco funcionaron. Se encendió alguna llama de esperanza con revelaciones modernas, como si fueran una solución a la confusión religiosa. Sin embargo, tales esfuerzos han aumentado la confusión con religiones nuevas y cultos, como son los mormones, la ciencia cristiana, los adventistas, los testigos del Atalaya, y muchas iglesias pentecostales.
 
En lugar de una reforma o una revelación moderna, la esperanza está en la restauración del corazón. En otras palabras, no debemos reformar instituciones religiosas, ni buscar nuevas revelaciones, debemos enfocar el corazón, como lo hicieron Esdras y Nehemías cuando restauraron el culto judío después del exilio en Babilonia (cf. Neh. 8:1-18), y como lo hizo Juan el bautista cuando preparó al pueblo para la venida del Señor (cf. Luc. 1:13-17).
 
Cuando hablamos de restauración del corazón nos referimos a restaurar los corazones a la palabra de Dios, y no seguir más la corriente denominacional (cf. Hech. 20:32; 2 Tim. 3:16,17).
 
La apostasía nos asedia
 
La apostasía está a la puerta. Las sagradas Escrituras están llenas de advertencias contra la apostasía. No solo la apostasía general (2 Tes. 2:3), también la apostasía individual (ej. 1 Tim. 1:19,20; Heb. 6:4-6; 2 Ped. 2:19-22). Por lo tanto, debemos prestar atención a las advertencias:
  • No sea que nos lleve la corriente (cf. Ef. 4:14; Heb. 2:1-3).
  • Cuidar el corazón (cf. Heb. 3:12,13).
  • Mantener firme nuestra confianza inicial (cf. Heb. 3:14; 6:11).
 
El catolicismo y el denominacionalismo en general son la consecuencia de la apostasía, y los esfuerzos de restauración a menudo han vuelto a la apostasía. Por ejemplo, muchos en el movimiento Stone-Campbell pasaron a formar La Iglesia Cristiana o Discípulos de Cristo. Así también, muchos en el siglo pasado comenzaron un esfuerzo por activar la iglesia a nivel de hermandad con la centralización y el institucionalismo.
 
Apostasía está ocurriendo ahora mismo. La atracción del mundo sigue desviando a cristianos, como fue el caso de Demas (2 Tim. 4:10), y como ha sido el caso de los avaros (1 Tim. 6:9,10).
 
Piense en lo siguiente. Hay peligro en conformarnos con no ser “liberales” y dormirnos en los laureles. Sería cosa de tiempo para que emerja una denominación “iglesia de Cristo conservadora”.
 
Conclusión
 
La apostasía vino, y el peligro de desviarse es siempre latente. La apostasía es gradual, por pequeños cambios o concesiones. La única esperanza que tenemos es la total fidelidad a Jesucristo. En fin, el autoexamen es crucial (2 Cor. 13:5) y el estándar para evaluarnos es la palabra de Cristo (1 Tes. 5:21; cf. Col. 3:16,17).