Introducción a la parábola del sembrador

 


Por Josué I. Hernández

 
Cuando Jesús proclamaba el evangelio del reino (Mar. 1:14,15; 1:21; 1:38), no siempre encontraba una audiencia receptiva. Algunos solo escucharon buscando como atraparlo en alguna palabra, “Y le acechaban para ver si en el día de reposo le sanaría, a fin de poder acusarle” (Mar. 3:2). En fin, no todos querían aprender.
 
Debido a lo anterior, Jesús comenzó a enseñar públicamente con parábolas, “Otra vez comenzó Jesús a enseñar junto al mar, y se reunió alrededor de él mucha gente, tanto que entrando en una barca, se sentó en ella en el mar; y toda la gente estaba en tierra junto al mar. Y les enseñaba por parábolas muchas cosas, y les decía en su doctrina” (Mar. 4:1,2).
 
La Biblia nos informa que en privado el Señor entregaba las explicaciones necesarias a sus discípulos (Mar. 4:10,33,34; cf. Mat. 13:36) para que entendieran “el misterio del reino de Dios” (Mar. 4:11), “cosas escondidas desde la fundación del mundo” (Mat. 13:35).
 
La razón principal del uso de las parábolas fue impedir la comprensión a quienes no merecían entender el misterio del reino de Dios, “Entonces, acercándose los discípulos, le dijeron: ¿Por qué les hablas por parábolas? El respondiendo, les dijo: Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no les es dado. Porque a cualquiera que tiene, se le dará, y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. Por eso les hablo por parábolas: porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden. De manera que se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dijo: De oído oiréis, y no entenderéis; y viendo veréis, y no percibiréis. Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado, y con los oídos oyen pesadamente, y han cerrado sus ojos; para que no vean con los ojos, y oigan con los oídos, y con el corazón entiendan, y se conviertan, y yo los sane” (Mat. 13:10-15; cf. Mar. 4:11,12).
 
Debido a que no querían comprometerse con la verdadera identidad de Jesús, y le seguían por curiosidad, o por los beneficios de la sanidad milagrosa. Ellos no merecían una comprensión clara de las cosas del reino de Dios.
 
“Con respecto al reino, las parábolas les dejarían viendo sin percibir, y oyendo sin entender. Oirían verdades respecto al reino, pero la enseñanza parabólica, sin explicación, les dejaría sin percepción y comprensión. Todo se debería a que voluntariamente el incrédulo cerraba sus ojos y sus oídos. Por no buscar la verdad, no merecía comprensión y por eso no la recibiría. El perdón de los pecados depende de la conversión, y la conversión depende de entender y obedecer la verdad del evangelio” (Bill H. Reeves).
 
“¡Cuán maravillosamente fueron diseñadas las parábolas para cumplir el propósito de Cristo! Eran dispositivos maravillosos para separar a sus oyentes y polarizarlos con referencia al reino que se acercaba. Aquellos que deseaban y esperaban algún conquistador mundano que rompiera la columna vertebral de la tiranía romana y restaurara el poder secular a los judíos fueron repelidos por las descripciones inocentes e inocuas de cosas tan prosaicas y comunes como las que formaban la base de las parábolas. Por otro lado, los discípulos de mentalidad espiritual leerían el significado más profundo y conocerían los misterios del reino de Dios” (J. B. Coffman).
 
En semejantes circunstancias fue pronunciada una de las parábolas más conocidas del Señor, la cual es conocida comúnmente como “La parábola del sembrador” (Mat. 13:18), porque trata sobre lo que sucede cuando se predica la palabra. Esta parábola, y su explicación, está descrita en Mateo 13, en Marcos 4 y en Lucas 8. Algunos piensan que esta parábola podría ser descrita como “La parábola de los cuatro suelos”, debido a las reacciones de diferentes corazones, los cuales son ilustrados con diferentes tipos de terreno.
 
La parábola del sembrador ilustra las diferentes reacciones al mensaje del evangelio del reino, enfatizando que nadie es obligado a subordinarse a la soberanía, o reinado, de Dios.