¿Negarse a sí mismo?


 
Por Josué I. Hernández

 
“Y llamando a la gente y a sus discípulos, les dijo: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame” (Mar. 8:34).

 
Los verdaderos discípulos de Cristo son imitadores de él. Al ir a la cruz, Jesús se negaba a sí mismo y sufría por la voluntad del Padre. Si alguno quiere ser discípulo de Cristo, debe también negarse a sí mismo, tomar su cruz, y entonces podrá seguirle.
 
El verbo “negar” se traduce de la palabra griega “aparneomai”, la cual, según indica la erudición, es una palabra compuesta (gr. “arneomai”, del latín “abnego”) con un prefijo (gr. “apo”), lo cual intensifica el significado. La idea sería, por lo tanto, “negar completamente que se conoce a una persona, i.e. desconocer, rechazar, abstenerse” (Srong). Luego, “negarse a uno mismo” significaría, “olvidarse de uno mismo, perderse de vista a sí mismo y de los intereses propios” (Thayer).
 
Para ilustrar este requisito básico del discipulado, considere la negación de Pedro (Mar. 14:31,72). La misma palabra griega es usada para describir cómo Pedro negó al Señor, repudiándolo completamente, rechazando toda asociación. En nuestro texto, el Señor Jesús está llamando a que esta misma acción se aplique a uno mismo.
 
Negarse a sí mismo, no es lo mismo que ser abnegado. Muchos practican la abnegación y el autocontrol renunciando a muchas cosas para lograr otras. Por ejemplo, practicamos la abnegación cuando comenzamos una dieta determinada, cuando reducimos los gastos para ahorrar dinero, cuando organizamos nuestro tiempo para orar, etc. Aunque la abnegación debe formar parte de la vida del cristiano, el Señor no estaba hablando de “abnegación” en nuestro texto. El Señor nos llama a negarnos a nosotros mismos completamente, y entregarle a él todo nuestro ser.
 
“Si uno quiere seguir a Jesucristo, debe siempre decirse a sí mismo que no, y a Jesús que sí. Debe decirle que no a su propio amor natural a la facilidad y la comodidad. Debe decirle que no a todo curso de acción basado en el propio interés y en la propia voluntad. Debe decirle que no a los instintos y a los deseos que le incitan a tocar y gustar y utilizar las cosas prohibidas. Debe decirle que sí sin dudar a la voz y al mandamiento de Jesucristo. Debe ser capaz de decir con Pablo que ya no es él quien vive, sino Cristo Quien vive en él. Ya no vive para seguir su propia voluntad, sino para seguir la de Cristo, en Cuyo servicio está la perfecta libertad” (W. Barclay). 
 
Total
 
Cuando el Señor dijo “niéguese totalmente a sí mismo”, él no hablaba de tomar decisiones como mejor nos parezca. Este requisito básico del verdadero discipulado ha de ser entendido y observado en toda su extensión. “Negar el yo no es lo mismo que la abnegación. Significa entregarse de tal manera a Su control que el yo no tenga ningún derecho” (W. MacDonald). “Llevar la cruz es ampliamente malinterpretado. No es la vejez, la pobreza, los impuestos, la enfermedad o el mal tiempo, o cualquier otra perturbación de la vida que llega inevitablemente a la vida de los hombres. Es la aceptación, por la voluntad de Dios, de alguna carga o cargas, de otra manera evitables, pero que se emprenden por un puro deseo de cumplir el propósito del Maestro” (J. B. Coffman).
 
Imprescindible
 
El “negarse completamente a sí mismo” no es una característica de los “super cristianos” que están “más cerca de Dios” y que han llevado su relación con el Señor a “un nivel más alto”. Negarse completamente a sí mismo es, de hecho, el paso más básico del discipulado. Es un requisito universal en aplicación. Si alguno quiere ser discípulo de Cristo, debe “negarse completamente a sí mismo”. Si este elemento esencial no es parte de nuestra vida, simplemente, no somos discípulos de Cristo.
 
Difícil
 
El “negarse completamente a sí mismo” es difícil porque implica un precio que pocos están dispuestos a pagar. Requiere la entrega total de uno mismo, tanto así, que el apóstol Pablo lo describió de la siguiente manera, “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gal. 2:20; cf. 1 Cor. 6:19,20).  
 
“Cuesta ser cristiano. Muchos quieren seguir a Cristo, con tal que lo puedan hacer de su manera y a su gusto, pero los tales no pueden seguirle. Hay que negarse a sí mismo, sufrir por la verdad, y seguir la doctrina de él en todo aspecto, y esto diariamente (Luc. 9:23). Por esto muchos profesan ser cristianos, pero pocos lo son en realidad” (B. H. Reeves).
 
Conclusión
 
Se nos enseña que nuestras ideas son nuestra ley, que nuestra voz merece ser oída, y nuestros sueños merecen ser cumplidos. Pero, Cristo no dijo eso.
 
El “negarse completamente a sí mismo” es un cambio de enfoque y propósito. Ya no se trata de nosotros. El “viejo yo” ha muerto, ha sido completamente repudiado, negado y rechazado.
 
Las implicaciones de la demanda de Jesucristo cambian la manera de pensar, y exigen una nueva determinación y conducta, son de alcance eterno, y las necesitamos (cf. Mat. 11:29,30).