¿Qué enseña la Biblia acerca de la gracia de Dios y la fe del hombre? ¿Hay
alguna relación entre la fe y la gracia de Dios? La gracia divina es la actitud favorable, y el favor mismo, que Dios otorga
al hombre para salvarlo de su pecado (Rom. 3:24; 5:15,17). La gracia no es
conferida porque Dios le deba algo al hombre, la gracia es inmerecida (Rom.
4:4; 11:6), es decir, no es concedida por obras de mérito (Ef. 2:9; 2 Tim. 1:9;
Tito 3:5-7). La gracia de Dios está disponible para toda la humanidad (Tito 2:11), e
involucra dos elementos. Primeramente, involucra la muerte de Jesucristo (1
Cor. 1:4; Gal. 2:21; 5:4; Ef. 1:6,7; 2:5-7; Heb. 2:9; 10:29); y también, la
predicación del evangelio (Jn. 1:14,16,17; Hech. 14:3; 20:24,32; Gal. 2:16; Ef.
3:2,8; Col. 1:5,6; 1 Ped. 1:10). Aunque la gracia de Dios es un don gratuitamente conferido, y es
inmerecida, la gracia de Dios es condicional. El acceso a la gracia de
Dios está condicionado a la fe del hombre (Rom. 3:21-4:25; 9:30; Gal. 2:16;
3:1-14; 3:26; Fil. 3:9). Sin fe no hay gracia (Hech. 14:27; Rom. 5:1,2). La fe es certeza y convicción (Heb. 11:1), la certidumbre y la confianza
que uno tiene en Dios para obedecer lo que Dios dice que se haga para alcanzar
su gracia. La fe obra por el amor (Gal. 5:6). La fe debe ser activa y obediente
(Sant. 2:14-26). La fe salvadora es aquella que obedece (Heb. 11:8). En fin, la
obediencia de fe es imprescindible para que la gracia sea conferida (Rom. 1:5;
15:18; 16:26; cf. Hech. 6:7). La fe del hombre efectuará las obras de Dios al creer (Jn. 6:28,29),
resultará en arrepentimiento (cf. Hech. 20:21; 26:18), confesión (Rom.
10:6-10), y obrará la justicia al llegar a ser bautizado (Hech. 10:35,43,48;
Col. 2:12). La gracia de Dios es conferida a los obedientes (Hech. 11:23). No hay
salvación para los desobedientes (Mat. 7:21; Heb. 5:9). La fe y la gracia se
requieren para la salvación de la humanidad (Hech. 15:7,11).