Por Josué I. Hernández
Lo que la Biblia enseña sobre la
fe es de importancia crucial. Es necesario que cada uno de nosotros se detenga
a menudo para aprender, repasar y reforzar algo tan importante.
En primer lugar, la Biblia nos
enseña la definición correcta de lo que es la fe (cf. Heb. 11:1), en contraste
con las definiciones que los hombres ofrecen. Por lo tanto, si queremos saber
qué es la fe, debemos ir a la Biblia.
En segundo lugar, hay diferentes
tipos de fe, por ejemplo, los demonios tienen fe (Sant. 2:19), pero solo hay
una verdadera fe (2 Tim. 1:5). Necesitamos dejar que Dios nos enseñe cuál es la
verdadera fe.
En tercer lugar, la fe es
imprescindible para agradar a Dios (Heb. 11:6). Entonces, si queremos agradar a
Dios necesitamos saber lo que la Biblia nos enseña sobre la fe que agrada a
Dios.
En cuarto lugar, la fe es
imprescindible para nuestra salvación (Ef. 2:8). Por lo tanto, si queremos ser
salvos necesitamos entender plenamente lo que la Biblia enseña sobre la fe.
En quinto lugar, hay mucha gente
incrédula (cf. Jn. 6:64,66; 7:5), y Dios destruirá a quienes no tengan fe (cf.
Jud. 5). A consecuencia de ello, si no queremos sufrir la ira de Dios, es
decir, morir en nuestros pecados (Jn. 8:24; 2 Tes. 1:9), debemos ser personas
de fe.
Además de lo anterior, están los
que tienen fe pero la están perdiendo, en otras palabras, su fe está
disminuyendo (cf. 2 Tim. 2:18). Si no queremos que las fuerzas del mal
derroquen nuestra fe, debemos aprender lo que la Biblia nos enseña sobre la fe
para mantener nuestra fe vigorosa.
Veamos, brevemente, con algunos
pasajes del Nuevo Testamento, lo que la Biblia nos enseña sobre la fe. Sin duda
alguna, hay muchísimos ejemplos en el Antiguo y Nuevo Testamentos, y una
concordancia bíblica será útil para verlos.
Las referencias enumeradas a
continuación indican el verbo “creer” (gr. “pistuo”) y la forma sustantiva,
generalmente traducida “fe” (gr. “pistis”). Será importante que el lector tome
el tiempo necesario para leer cuidadosamente cada pasaje que ofrecemos como
ejemplo de cada punto.
El objeto de la fe
La Biblia nos enseña que el
objeto de la fe, es decir, en quién se ha de creer, es Dios y su santo Hijo,
Jesucristo. Hay muchas personas, lugares, cosas, sucesos, etc., en los cuales podríamos
poner nuestra fe, pero debemos enfocar nuestra fe en Dios y en Jesucristo.
Jesús dijo, “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en
mí” (Jn. 14:1). No debemos poner nuestra fe en lo que es falso (ej. Mat.
24:23,26). Si nuestra fe no está en Dios y su Hijo, no tenemos el tipo correcto
de fe (cf. Mar. 11:22; Hech. 14:23; 19:4; 20:21; Gal. 2:16; 2 Tim. 3:15; Heb. 6:1;
11:6; 1 Ped. 1:21; 1 Jn. 3:23; 5:1,5,10).
El sujeto de fe
La Biblia enseña que el sujeto de
la fe, es decir, quién ha de tener fe, es el hombre mismo. Cada persona debe
ser un sujeto de fe. No hay en la tierra criatura como el ser humano, capaz de
creer. Ninguna cosa, o animal, podría reaccionar con fe. Solamente el ser
humano puede creer. Hebreos 11:1-40 nos ofrece un estudio instructivo sobre hombres
y mujeres que “por la fe” lograron lo que parecía imposible.
Lo que es la fe
La Biblia especifica la
naturaleza de la fe, es decir, lo que es su sustancia. La fe es “confiar”, no
solo “saber”. En la fe no hay temor (Mar. 5:36; Luc. 8:50) o dudas (Mar.
11:23,24). La fe es certeza y convicción (Heb. 11:1). A menos que nuestra fe
sea una total certidumbre y convicción completa, no tenemos el tipo correcto de
fe (cf. Mar. 9:23,24; Jn. 6:69; Hech. 17:31; 27:25; 2 Tim. 1:12).
La base de la fe
La Biblia enseña que la base de
la fe, en otras palabras, el sustento de la fe, es la evidencia. La fe está
basada en la evidencia histórica, sólida, clara, lógica y verdadera. La fe no
es una suposición o conjetura. La fe no es un salto a ciegas en la oscuridad.
La fe no se basa en emociones. Es Dios quien ha proporcionado la evidencia
objetiva y racional para que podamos creer, y al hombre le toca proporcionar la
creencia basada en aquella evidencia ofrecida por Dios. La Biblia no enseña que
Dios le dará al hombre su fe. El apóstol Juan escribió, “Pero éstas se han
escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios…” (Jn.
20:31). El apóstol Pablo escribió, “Así que la fe es por el oír, y el oír,
por la palabra de Dios” (Rom. 10:17). A menos que nuestra fe este
fundamentada en la evidencia sólida de la palabra de Dios, no tenemos el tipo
correcto de fe (cf. Mar. 1:15; 16:15,16; Luc. 8:12,13; 24:25; Jn. 4:39-42;
5:46,47; 8:30,46; 9:35-38; 17:20; 19:35; 20:24-31; Hech. 4:4; 8:12,13; 9:41,42;
11:19-21; 13:12; 14:1; 15:7; 17:11,12; 18:8; 24:14; 26:27; Rom. 10:8-21; 1 Cor.
2:4,5; 3:5; 15:1,2,11,14,17; Ef. 1:13; 1 Tes. 2:13; 2 Tes. 1:10; 2:11-13; 1
Tim. 3:16; 1 Jn. 5:13).
El fruto de la fe
La Biblia enseña que el fruto de
la fe, es decir, lo que produce la fe, es la obediencia activa a la palabra de
Dios. Nadie será justificado solamente por la fe (cf. Sant. 2:24). La fe no es solamente
un asentimiento mental, alguna convicción que no se exprese en acciones de
obediencia. La fe es certeza y convicción que mueve al hombre a obedecer. Dicho
de otro modo, la fe es confianza en Dios y obediencia a sus mandamientos.
Debido a lo anterior, los actos externos de fe se pueden ver (Mat. 9:2). La fe
da pasos de obediencia (Rom. 4:12). Por lo tanto, a menos que nuestra fe
produzca obediencia activa a la palabra de Dios, no tenemos el tipo correcto de
fe (cf. Mar. 16:16; Hech. 11:21; 19:18,19; Rom. 16:26; 2 Cor. 5:17; Gal. 5:6; 1
Tes. 1:3; 2 Tes. 1:11; Tito 3:8; Sant. 2:14-26; Apoc. 2:19).
Las consecuencias
de la fe
La Biblia enseña sobre las
consecuencias de la fe. En primer lugar, la fe conduce a la unidad, “Todos
los que habían creído estaban juntos…” (Hech. 2:44). En segundo lugar, la
fe conduce a predicar el evangelio, “Pero teniendo el mismo espíritu de fe,
conforme a lo que está escrito: Creí, por lo cual hablé, nosotros también
creemos, por lo cual también hablamos” (2 Cor. 4:13). En tercer lugar, la
fe conduce a la persecución, “Porque a vosotros os es concedido a causa de
Cristo, no sólo que creáis en él, sino también que padezcáis por él” (Fil.
1:29). A menos que nuestra fe nos lleve a la unidad con los demás fieles, a la
proclamación del bendito evangelio, y a la persecución por los incrédulos, no tenemos
el tipo correcto de fe (cf. Jn. 12:42,43; 17:20,21; Hech. 4:32; 22:19).
La recompensa de
la fe
La Biblia enseña que la
recompensa de la fe, es decir, lo que la fe logra, es la vida eterna. “Porque
de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo
aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Jn. 3:16). A
menos que nuestra fe logre la vida eterna, no tenemos el tipo correcto de fe
(Jn. 3:14,15,16,36; 5:24; 6:40,47; Hech. 10:43; 13:39,48; 16:31; 26:18; Rom.
1:16; 3:28,30; 5:1,2; 1 Cor. 1:21; Gal. 3:24; 1 Tim. 1:16; Heb. 6:11,12; 1 Ped.
1:5-9).
Conclusión
Ahora que usted sabe más acerca
de lo que la Biblia enseña sobre la fe, ¿qué planea hacer? ¿Comenzará a poner
más fe en Dios y en su Hijo Jesucristo? ¿Dejará de lado cualquier temor o duda
que le impida servir a Dios? ¿Pasará más tiempo contemplando la evidencia que
Dios provee para que creamos y nos fortalezcamos en la fe? ¿Dará frutos de fe
con una vida de obediencia a la palabra de Dios? ¿Aceptará con gozo las
consecuencias de la fe?
Jesús dijo, “¿Ahora
creéis?” (Jn. 16:31).