La tierra espinosa

 


"Otra parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron y la ahogaron" (Mat. 13:7).


Por Josué I. Hernández

 
Comparando los corazones con diferentes tipos de suelo en los cuales cae la semilla, la cual es una representación de la palabra de Dios (Luc. 8:11), el Señor indicó que la bendita simiente que produce cristianos, es decir, el evangelio del reino (cf. Mar. 1:14; 16:15,16; 1 Ped. 23,25), no siempre hallará la recepción y la aceptación esperadas.
 
Hay una clase de corazón como tierra espinosa, en el cual la palabra no dará fruto, y el resultado llegará a ser la esterilidad, “Otra parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron y la ahogaron, y no dio fruto” (Mar. 4:7).  
 
Estos “espinos” son “Cizañas pendencieras en forma de cardos, que usan el espacio disponible, luz y agua que las plantas buenas necesitan” (J. F. MacArthur).
 
El Señor especificó cuáles son estos espinos, “los afanes y las riquezas y los placeres de la vida” (Luc. 8:14). En Marcos se agrega, “las codicias de otras cosas” (Mar. 4:19).   
 
“Este es el caso del terreno que no ha sido completamente limpiado de abrojos, los cuales, levantándose por encima de la simiente buena, la ahogaron, excluyendo la luz y el aire, y absorbiendo toda la humedad y fertilidad del suelo… El mal aquí no consiste en un terreno duro ni poco profundo, pues hay bastante blandura y bastante profundidad, sino la existencia de algo que quita toda la humedad y fertilidad y así hace morir de inanición a la planta buena” (Jamieson, Fausset, Brown).
 
Si bien el suelo no elige ser un terreno espinoso, los corazones humanos están dotados con la capacidad para dejar crecer los espinos o expulsarlos. Cada persona tiene el poder de ser buena tierra, si quiere (cf. Jn. 5:40; 7:17; Mat. 23:37). Dios “quiere que todos sean salvos” (1 Tim. 2:4), por lo cual ha de predicarse a “toda criatura” (Mar. 16:15), y a “todas las naciones” (Mat. 28:19), pero muchos no quieren la palabra de salvación (cf. Rom. 1:16; Ef. 1:13; 1 Cor. 1:21).
 
Algunos cristianos nunca maduran (1 Cor. 3:1-3; cf. Heb. 5:11-14). No aprenden a estar contentos con lo que tienen (1 Tim. 6:6-8), y suelen vivir afanados, descontentos, y totalmente desorientados respecto al reino de Dios y su justicia (Mat. 6:33).
 
“La ansiedad indica falta de fe en Dios. Indica una preocupación excesiva por los asuntos de esta vida, y una falta de interés en cosas espirituales. El afán de este siglo no quiere decir vicios, sino una preocupación excesiva por tales asuntos como el empleo, el negocio, la educación, y los problemas ordinarios de la vida.” (W. Partain).
 
El crecimiento espiritual es inhibido por los afanes y ansiedades que distraen la mente (Luc. 12:29-32), por el amor al dinero (1 Tim. 6:17-19), y por los placeres (1 Tim. 5:6; Sant. 5:5). La tierra espinosa representa a cristianos que se han vuelto infructuosos por el materialismo, y que “yéndose, son ahogados” (Luc. 8:14).
 
Debemos reconocer que el dinero, la recreación, y las posesiones materiales, no logran satisfacer los deseos del corazón ni cumplir la eterna felicidad que ilusoriamente prometen. En su lugar, enceguecen respecto a los asuntos eternos y espirituales.