La tierra pedregosa

 


Por Josué I. Hernández

 
Según vamos leyendo en el Nuevo Testamento, una parábola suele ser una historia o narración extraída de la naturaleza o de las circunstancias del ser humano, de las cuales se pueden aprender lecciones espirituales por comparación. La parábola del sembrador trata de diferentes tipos de suelo en los cuales cae la semilla, los cuales representan diferentes tipos de corazones que oyen la palabra de Dios, el segundo de los cuales es como tierra pedregosa (Mar. 4:5,6,16,17).
 
“Otra parte cayó en pedregales, donde no tenía mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra. Pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó” (Mar. 4:5,6).
 
Nuevamente vemos un suelo al que cayó la semilla, es decir, un corazón al que llegó el bendito mensaje del evangelio. Sin embargo, el tipo de suelo no era óptimo para la semilla.
 
“El pedregal es un sitio de mucha piedra o donde por debajo hay roca. Lo poco de tierra por encima de la roca, o entre las piedras, es suficiente para que la semilla brote, pero no para que eche mucha raíz y produzca fruto. Por no haber profundidad de tierra no hay esperanza de ningún bien” (B. H. Reeves).
 
El Señor dijo que el suelo pedregoso representa a quienes oyen la palabra y la reciben con alegría, “al momento la reciben con gozo” (Mar. 4:16). Sin embargo, como toda planta sin raíz, son de corta duración, “porque cuando viene la tribulación o la persecución por causa de la palabra, luego tropiezan” (Mar. 4:17).
 
Tropiezan cuando enfrentan la tribulación o la persecución, la cual es representada por el sol (Mar. 4:6) que en este caso ocasiona la muerte de la planta. ¿Por qué fue secada por el sol? “porque no tenía raíz”.
 
Lucas registra lo siguiente, “Los de sobre la piedra son los que habiendo oído, reciben la palabra con gozo; pero éstos no tienen raíces; creen por algún tiempo, y en el tiempo de la prueba se apartan” (Luc. 8:13).
 
“La semilla sembrada en pedregales representa el caso de la persona, que, al oír el evangelio de reino de Dios, recibe la palabra con gozo (por las grandes y perdurables bendiciones que el evangelio ofrece al pecador perdido)... Pero su prontitud en recibir la palabra de Dios no es mezclada con profundidad de convicción para permanecer fiel. Es movido más bien por emociones que por firmeza de fe… No hacen buen uso de sus pruebas de fe” (B. H. Reeves).
 
“Es cuestión de recibir LUEGO y entonces caer LUEGO. Este es el oyente superficial, emocional, impresionable, impulsivo. Obedece con gozo pero es gozo pasajero. No obedece por convicción. Oye un sermón conmovedor y obedece. Los amigos obedecen, por eso él también obedece. Tal vez obedece durante una "campaña emocionante" (le gustaron los himnos y los hermanos fueron muy amables, etc.), pero no calculan gastos, Luc. 14:25-33. No considera la cruz que debe llevar. No toma en cuenta la oposición que encontrará. Obedece, pero no se acerca a Dios en oración y con lectura bíblica, no es debidamente activo en la iglesia, no se fortifica, no se confirma (Hech. 14:22)” (W. Partain).
 
Cada cual es responsable de arraigarse en Cristo para dar fruto con perseverancia, “arraigados y sobreedificados en él, y confirmados en la fe, así como habéis sido enseñados, abundando en acciones de gracias” (Col. 2:7; cf. Jn. 15:1,2,8).
 
Muchos escuchan la palabra y la reciben con gran alegría. Entusiasmados obedecen al evangelio y arden en celo por las cosas del Señor. Pero su fe no supera lo superficial, no se arraigan en Cristo, y tropiezan cuando surgen problemas y tribulaciones. Son cristianos gobernados por la emoción más que por la palabra de Dios.