La palabra “consenso” viene del latín “consensus” (“con”, junto, todo; y,
“sensus”, sentido) y significa “con la aprobación de todos”. En fin, consenso
es el acuerdo adoptado por consentimiento entre todos los miembros de un grupo
determinado. Sin duda alguna, el consenso es un estándar democrático, lo cual lo hace
sumamente atractivo, pero, no es necesariamente correcto ni verdadero, ya sea en las
ciencias, la política o la religión. Los estudiantes de la Biblia debemos
entender mejor que nadie que la mayoría a menudo está equivocada (ej. Mat.
7:13,14). El consenso es un estándar que satisface en el presente, porque nos deja
tranquilos conforme al acuerdo mutuo, pero, que tiende a cambiar según cambia
la mentalidad de la mayoría. Por ejemplo, el uso de instrumentos en la
adoración cristiana fue ocasión de intenso debate, sin embargo, hoy en día pocas
iglesias no los usan. Así también sucede con numerosas doctrinas sujetas a
consenso, tales como, el milenarismo, el calvinismo, e incluso, el
aniquilacionismo, las cuales hoy en día están en auge. El mismo consenso que ahora
indica que cierta creencia es correcta, anteriormente la señalaba como
equivocada. Si el Señor no viene antes, en las décadas posteriores habrá nuevo
consenso. El consenso es un estándar engañoso, y sumamente peligroso, porque aparta nuestra
mente de la verdad, la cual nos hace libres (Jn. 8:32) y nos santifica (Jn. 17:17).
Sin la divina verdad no hay purificación para el alma (1 Ped. 1:22) ni
redención (Ef. 1:7,13). En fin, si el consenso es malo y lo seguimos, estaremos
equivocados y nos perderemos (cf. Ex. 23:2; Ef. 2:2; 1 Ped. 4:4; Apoc. 12:9). Entre los protestantes el consenso es que el bautismo en Cristo no es
esencial para la salvación. El consenso de ellos es que la salvación es
conferida por la fe sola, cuando alguno ora para que Jesús entre en su corazón.
Luego, el bautismo es una señal de que ya ha sido perdonado. Sin embargo, la
Biblia contradice este consenso, así como muchos otros consensos de la llamada
cristiandad. La Biblia nos enseña que el bautismo es para el perdón de los pecados
(Hech. 2:38; 22:16), que es en Cristo (Gal. 3:27) y su muerte (Rom. 6:3) y que
nos salva (Mar. 16:16; 1 Ped. 3:21). ¡Cuántos religiosos llegarán al juicio final sin haber obedecido al
evangelio! Estaban de acuerdo en desobedecer la palabra de Dios para seguir
unidos en consenso.