¿Qué son los cristianos?

 


Por Josué I. Hernández

 
La carta que conocemos como “1 de Pedro” comienza de la siguiente manera, “Pedro, apóstol de Jesucristo, a los expatriados de la dispersión en el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia” (1 Ped. 1:1).
 
Extranjeros
 
Algunas versiones traducen “extranjeros de la dispersión” (NC), “los que viven como extranjeros en la Dispersión” (JER), “extranjeros dispersos” (NVI).
 
La palabra que Pedro usó y que se traduce “extranjeros” o “expatriados” (gr. “parepidemos”), significa literalmente “residente en un lugar extraño” (Vine). Se refiere a “uno que viene de un país extranjero a una ciudad o tierra para residir allí junto a los nativos” (Thayer), por lo tanto, “un extraño” (Ibíd.), “extraños que moran por un tiempo en un lugar determinado” (Robertson).
 
Cuando nos convertimos en cristianos, nuestra ciudadanía se transfiere al reino de Jesucristo (cf. Col. 1:13,14; Fil. 3:20). Sin embargo, todavía vivimos en el mundo. Esto nos convierte en “extranjeros” 
respecto a los naturales, unos expatriados (o “forasteros) entre los del mundo, lo cual explica porqué con tanta facilidad no encajamos, y debido a que no encajamos, a veces experimentamos reacciones adversas de los mundanos.
 
Los lectores originales de Pedro estaban sufriendo persecución social (1 Ped. 2:11,12; 4:1-5), pero esto no debía entenderse como algo raro, extraño, o inusual. Sufrir como cristianos es una marca de honor (1 Ped. 4:12-16).
 
Dispersión
 
Dispersión es la palabra que se usaba para designar al pueblo judío que vivía en el extranjero, esparcido entre los gentiles (cf. Jn. 7:35). Tanto Pedro como Santiago usan el concepto de dispersión (gr. “diaspora”) para señalar a los cristianos en general, lo cual refuerza la idea de vivir como un extranjero que forma parte de un grupo mundial de cristianos dispersos.
 
Elegidos
 
Los cristianos también son los elegidos, o escogidos, por Dios, “elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo: Gracia y paz os sean multiplicadas” (1 Ped. 1:2).
 
Aquí aprendemos tres cosas. En primer lugar, los cristianos son escogidos según la presciencia de Dios. Es decir, Dios sabía de antemano a qué grupo elegiría como pueblo. Este grupo es una clase de gente “en Cristo” (Ef. 1:4). Es “en Cristo” donde somos reconciliados con Dios (Col. 1:20) y donde se encuentra toda bendición espiritual (Ef. 1:3).
 
En segundo lugar, los cristianos son escogidos por la obra santificadora del Espíritu Santo. Esto nos enseña que el Espíritu Santo es quien nos aparta, o consagra, tanto en estado como en conducta, al revelarnos por medio del evangelio la invitación de Dios (cf. 2 Tes. 2:13-15; Jn. 17:17).
 
En tercer lugar, los cristianos son escogidos para obedecer a Jesús y ser rociados con su sangre. Lo cual nos enseña que aquellos que se convierten en discípulos de Jesús son limpiados por su sangre (cf. 1 Ped. 1:18,19). El discipulado comienza con la obediencia al evangelio (cf. 1 Ped. 1:22; Hech. 2:38,41) y conduce a una vida de obediencia (cf. Heb. 5:9).
 
A pesar de que sufrían, los cristianos debían recordar que Dios les había conferido su gracia y los amaba. Esto era lo que realmente importaba, y es lo que realmente importa a los cristianos de hoy.