¿Qué dice la sangre de Cristo?

 


Por Josué I. Hernández

 
El escritor a los hebreos comparó la sangre de Cristo con la sangre de Abel, el hijo de Adán y Eva, quien murió a manos de su propio hermano, Caín. La sangre de Cristo proclama grandes cosas, esta es “la sangre rociada que habla mejor que la de Abel” (Heb. 12:24).
 
La sangre de Cristo habla del amor de Dios, quien envió a su santo Hijo para salvarnos. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Jn. 3:16). “Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos. Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno. Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Rom. 5:6-8).
 
La sangre de Cristo habla del propósito eterno de Dios, propósito que involucraba la muerte de su Hijo por nosotros, “Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo” (Apoc. 13:8). Este propósito de Dios es eterno, y, por lo tanto, existía desde antes de la fundación del mundo (Ef. 1:4; 3:11), “desde antes del principio de los siglos” (Tito 1:2; cf. 2 Tim. 1:9).
 
La sangre de Cristo habla de la redención. En Cristo, los pecadores son redimidos, es decir, comprados o rescatados de la culpa y condenación de sus pecados, “en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados” (Col. 1:14). Ahora, ¿cómo es redimido el pecador? La Biblia dice que esto sucede “por su sangre”, por lo tanto, la sangre de Cristo proclama que la redención ha llegado y que podemos ser salvos (cf. Hech. 13:38,39; Rom. 3:23-26).
 
La sangre de Cristo habla de pureza, limpieza y santidad. “pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” (1 Jn. 1:7). Los pecados son lavados en la sangre de Cristo (Hech. 22:16; Apoc. 1:5). Sin la sangre de Cristo no habría pureza ni santidad (cf. Hech. 18:8; 1 Cor. 6:11). Esta es la razón de la muerte de Cristo, “quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras” (Tito 2:14).
 
La sangre de Cristo habla de paz. La paz considerada es la paz con Dios, es decir, la reconciliación con el Todopoderoso. Por el pecado el hombre es enemigo de Dios (cf. Sant. 4:4). Simplemente, no hay paz entre Dios y sus enemigos. Debido a que el pecado trae esta alienación de Dios (Rom. 3:23; cf. Is. 59:1,2), el pecado debe ser removido o perdonado. La sangre de Cristo quita el pecado y hace posible la paz con Dios (Rom. 5:10,11). La Biblia dice, “y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz” (Col. 1:20). ¡La sangre de Cristo proclama una oferta de paz, diciendo que es posible la reconciliación con Dios!
 
La sangre de Cristo habla del cielo. Todos los que “han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero” (Apoc. 7:14; cf. Apoc. 1:5) alcanzarán la vida eterna, “Por esto están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en su templo” (Apoc. 7:15). Estos son “los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad” (Rom. 2:7). Simplemente, el cielo sería desconocido para nosotros sin “la sangre preciosa de Cristo” (1 Ped. 1:19).  
 
Hay un tremendo mensaje transmitido por la sangre de Cristo. Así como la sangre de Abel tuvo algo que decir (Gen. 4:10), la sangre de Cristo dice mucho, y habla de cosas mejores que Dios ha preparado en su gran amor por nosotros.