“de cierto os digo que ya tienen su recompensa”



Por Josué I. Hernández

 
Cuando enseñaba a sus discípulos en un monte de Galilea, el Señor Jesucristo contrastó “la justicia del reino de los cielos” con lo que enseñaban los escribas y fariseos (Mat. 5:21-48), y luego, contrastó “la justicia del reino de los cielos” con lo que practicaban los escribas y fariseos (Mat. 6:1-18).
 
Tres veces Cristo denunció a “los escribas y fariseos” (Mat. 5:20) por instrumentalizar ciertos actos buenos para lograr mayor notoriedad y reputación, y dijo a sus discípulos, “Guardaos bien de hacer vuestras obras buenas en presencia de los hombres con el fin de que os vean, de otra manera no recibiréis su galardón de vuestro Padre que está en los cielos” (Mat. 6:1, T. Amat).
 
Cuando “los escribas y fariseos” (Mat. 5:20) daban limosna, tocaban trompeta en los lugares más públicos y frecuentados posibles “para ser alabados por los hombres” (Mat. 6:2). Lo mismo hacían al orar, “aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres” (Mat. 6:5). Lo mismo hacían al ayunar, “demudan sus rostros para mostrar a los hombres que ayunan” (Mat. 6:16).
 
Por semejante actuación, Cristo les llamó “hipócritas”, y agregó “ya tienen su recompensa” (Mat. 6:2,5,16). El aplauso que lograron de su público fue su premio, y no habría más para ellos (cf. Mat. 23:5). En cierta ocasión Cristo les dijo, “¿Cómo podéis vosotros creer, pues recibís gloria los unos de los otros, y no buscáis la gloria que viene del Dios único?” (Jn. 5:44; cf. 2 Cor. 10:12).
 
Cuando algunos no tienen un objetivo más elevado que el mundo y las cosas que están en el mundo (cf. 1 Jn. 2:15-17), eso es todo lo que obtendrán, “ya tienen su recompensa”. Sin embargo, Cristo abrió los ojos de sus discípulos diciendo, “haceos tesoros en el cielo” (Mat. 6:19-21), “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia” (Mat. 6:33). En fin, Dios permite que cada cual obtenga alguna medida de aquello que desea. Sin embargo, ninguno podría quejarse de que le sean negadas las cosas más altas y sublimes que nunca procuró.
 
No hay nada que pueda satisfacer el corazón humano sino temer a Dios y guardar sus mandamientos, lo cual “es el todo del hombre” (Ecles. 12:13), es decir, esto es lo que realiza, o completa, la vida humana (Fil. 3:7-12; Col. 2:10; cf. Col. 3:1-4), no obstante, la mayoría de las personas hacen su tesoro en la tierra (Mat. 6:19) y ahí se queda su corazón (Mat. 6:21), solo pensando en lo terrenal (Fil. 3:19).
 
Cuando muere algún famoso, poderoso y acaudalado, que vivió a su manera y halló su satisfacción en este mundo, se afirma “Tuvo todo lo que quería en la vida”, y luego se enlista todo lo que hizo y logró. Pero, alcanzar recompensa según el enfoque del corazón no es solamente para los famosos, poderosos y acaudalados. Cada cual obtendrá su recompensa (cf. Rom. 2:7-11).
 
No debiésemos siquiera desear alguna cosa de este mundo por la cual el Señor nos diga “ya tienes tu recompensa”. En lugar de esto, debemos extendernos al futuro glorioso que Cristo ha hecho posible, para oír las palabras, “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor” (Mat. 25:21,23).
 
 
“Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” (Mat. 16:26).