Por Josué I. Hernández
Este es uno de los varios títulos metafóricos dados a Jesús. Entendemos
como metáfora a una declaración sencilla de comparación que denota una
semejanza. Los corderos fueron utilizados para sacrificio bajo la ley de
Moisés. Jesús es “El Cordero de Dios” porque él es el sacrificio que Dios
proveyó a favor nuestro, el cual hace posible el perdón de pecados por su
sangre (cf. Ef. 1:7; Apoc. 1:5; 7:14).
Juan el bautista honró a Jesús con este título significativo, diciendo, “He
aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Jn. 1:29; Jn.
1:36). Lo cual corresponde con la profecía de Isaías, “Angustiado él, y
afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja
delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca” (Is. 53:7;
cf. Hech. 8:32-35).
Como un cordero, adecuado para el sacrificio, Jesús se ofreció a sí mismo
por nosotros. El apóstol Pedro escribió, “sabiendo que fuisteis rescatados
de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con
cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de
Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, ya destinado
desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros
tiempos por amor de vosotros” (1 Ped. 1:18-20).
Es interesante notar cuántas veces Jesús es llamado “el Cordero” en el
Apocalipsis, ¿las ha contado? Sería un ejercicio instructivo, sin duda alguna.
Se lo recomiendo.
Indudablemente, nuestros esfuerzos por reconocer y honrar a Jesús serán
recompensados al estudiar los títulos, de oficio, rango y dignidad, aplicados a
Jesús en las sagradas Escrituras.
“Al que está sentado en el trono, y al Cordero,
sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos” (Apoc. 5:13).