Por Josué I. Hernández
Jesús provee salvación del poder del pecado (Rom. 8:1,2,12-14), de la culpa del pecado (Rom. 5:8,9) y las consecuencias del pecado (cf. Rom. 5:9; 1 Tes. 1:9,10). No hay nombre que nos provea de mayor consuelo y esperanza.
El título “Salvador” significa “libertador, liberador, preservador”. La
salvación que el hombre requiere solamente proviene de Dios (Luc. 1:47; Tito
3:4), lo cual es evidencia de la deidad de Jesús, quien “vino a ser autor de
eterna salvación para todos los que le obedecen” (Heb. 5:9).
Muchos samaritanos reconocieron a Jesús como “el Salvador del mundo, el
Cristo” (Jn. 4:42). Es maravilloso encontrar varios títulos agrupados en la
persona de Jesús, por ejemplo, “nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2
Ped. 3:18).