Jesús, el Salvador

 


Por Josué I. Hernández

 
Mientras José pensaba en dejar a María, un ángel del Señor le apareció en sueños y le dijo, “José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es. Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mat. 1:20,21).
 
Jesús es nuestro “Salvador”. Su nombre señala este título. Nadie será salvo sin él, “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hech. 4:12).

Jesús provee salvación del poder del pecado (Rom. 8:1,2,12-14), de la culpa del pecado (Rom. 5:8,9) y las consecuencias del pecado (cf. Rom. 5:9; 1 Tes. 1:9,10). No hay nombre que nos provea de mayor consuelo y esperanza.
 
El título “Salvador” significa “libertador, liberador, preservador”. La salvación que el hombre requiere solamente proviene de Dios (Luc. 1:47; Tito 3:4), lo cual es evidencia de la deidad de Jesús, quien “vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen” (Heb. 5:9).
 
Muchos samaritanos reconocieron a Jesús como “el Salvador del mundo, el Cristo” (Jn. 4:42). Es maravilloso encontrar varios títulos agrupados en la persona de Jesús, por ejemplo, “nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 Ped. 3:18).