La profecía de Simeón

 


Por Josué I. Hernández

 
La Biblia dice, “Cuando se cumplieron los días para la purificación de ellos, según la ley de Moisés, le trajeron a Jerusalén para presentarle al Señor” (Luc. 2:22, LBLA). “Según la ley, una mujer que daba a luz quedaba con impureza ceremonial durante cuarenta días, y el doble de tiempo si le nacía una hija (Lev. 12:2-5). Después de ese tiempo debía ofrecer un cordero de un año y un palomino o una tórtola (Lev. 12:6). Si era pobre podía ofrecer dos tórtolas o dos palominos (Lev. 12:8). La expiación que presentó María indica que ella y José eran pobres (v. Luc. 2:24)” (MacArthur).
 
Mientras María y José llevaban a Jesús en sus brazos, un anciano llamado Simeón salió al encuentro de ellos. Las palabras iniciales de Simeón fueron de júbilo y alabanza, “Ahora, Señor, permite que tu siervo se vaya en paz, conforme a tu palabra; porque han visto mis ojos tu salvación la cual has preparado en presencia de todos los pueblos; LUZ DE REVELACIÓN A LOS GENTILES, y gloria de tu pueblo Israel” (Luc. 2:29-32, LBLA; cf. Is. 9:2; 42:6; 49:6).
 
Luego, se produjo un giro sorprendente: “Y los bendijo Simeón, y dijo a su madre María: He aquí, éste está puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel, y para señal que será contradicha (y una espada traspasará tu misma alma), para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones” (Luc. 2:34,35).
 
El Espíritu del Señor estaba sobre Simeón (Luc. 2:25-27), por lo tanto, por el Espíritu Simeón profetizó que Jesús sería causa de caída y levantamiento, una víctima y un revelador.
 
Algunos caerían por causa de Jesucristo, llegando a ser él una piedra de tropiezo, mientras que otros se fundamentarían en él. La Biblia nos informa que Jesucristo es la principal piedra del ángulo, la piedra fundamental, aunque para muchos Cristo es un tropezadero (cf. 1 Ped. 2:7,8).
 
Algunos se opondrían tan intensamente que María sentiría como su misma alma sería desgarrada por una espada. Seguramente, estas palabras de Simeón vinieron a su mente cuando ella veía a Jesucristo clavado en una cruz (Jn. 19:25-27).
 
Los pensamientos e intenciones de los corazones serían revelados por Jesucristo. Él conoce los corazones y juzga (Jn. 2:24,25; cf. Heb. 4:13). Jesucristo dijo “Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas. Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios” (Jn. 3:19-21).
 
 
¿Qué es Jesucristo para nosotros? 
¿Cómo estamos reaccionando a él?