Hechos capítulo 2 registra la predicación inicial del evangelio mediante la
cual se abrieron las puertas del reino de los cielos. Pedro, inspirado por el
Espíritu Santo, anunció el reinado de Jesucristo (Hech. 2:34-36) y la oportunidad
de salvación en el Señor (Hech. 2:21,38,39).
Aquel día, como 3000 personas llegaron a ser bautizadas en Cristo,
alcanzando la salvación en él (Hech. 2:41). Pero, ¿qué hicieron aquellos
primeros cristianos? ¿En qué actividades se involucraron?
Se organizaron como iglesia y trabajaron juntos
“Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles,
en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones… Y
perseverando unánimes cada día en el templo” (Hech. 2:42,46). La iglesia local es un grupo de cristianos de una localidad que tienen el
acuerdo sagrado de funcionar juntos como una iglesia del Señor. Sin este
acuerdo solemne, la organización y el funcionamiento son imposibles. Los primeros cristianos de Jerusalén estudiaron y aprendieron la doctrina
(enseñanza) de los apóstoles, y luego persistieron en practicarla. Esta
doctrina era su patrón (cf. 1 Cor. 4:17; 11:2) o forma (cf. 2 Tim. 1:13). Rápidamente, expresaron la comunión unos con otros. La palabra “comunión” a
veces se refiere a la cena del Señor (1 Cor. 10:16), a veces a la contribución
(2 Cor. 8:4; 9:13), y generalmente, la comunión es la mutua participación en la
luz de Dios (cf. 1 Jn. 1:7). Todo parece indicar que la comunión indicada en
Hechos 2:42 fue la contribución para socorrer a los santos necesitados (cf.
Hech. 2:44,45). El “partimiento del pan” es una referencia a una comida o cena.
Debido a que el contexto indica actividades espirituales practicadas en
iglesia, “el partimiento del pan” referido es “la cena del Señor”
(1 Cor. 11:20). En Hechos 2:46 tenemos otro partimiento del pan, las comidas
sociales “en las casas”. La cena del Señor no es una comida social, sino una conmemorativa (cf. 1
Cor. 11:23-26). La iglesia no se ocupa de comidas sociales (“Si alguno
tuviere hambre, coma en su casa”, 1 Cor. 11:34). No es extraño, por lo
tanto, que en Hechos 2 leemos de “el partimiento del pan” en iglesia (Hech.
2:42) y partimiento del pan “en las casas” (Hech. 2:46). Así también lo
vemos en Troas, el partimiento del pan en iglesia (Hech. 20:7) y partimiento
del pan social (Hech. 20:11). Pero, ¿cada cuánto tiempo perseveraban “en el
partimiento del pan” como iglesia? Hechos 20:7 responde la pregunta, “El
primer día de la semana, reunidos los discípulos para partir el pan”. La iglesia en Jerusalén se caracterizó desde un comienzo por la
perseverancia en la oración (cf. Hech. 4:24; 12:5). Jesucristo había dicho, “enseñándoles
que guarden todas las cosas que os he mandado” (Mat. 28:20). Debido a esto,
los apóstoles enseñaron “sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar” (Luc.
18:1), “Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que
llama, se le abrirá” (Mat. 7:8). En Hechos 2 el verbo “perseverar” se aplica a las actividades realizadas
conjuntamente, como una iglesia de Cristo, y a las actividades propias de los
miembros, como individuos. Es decir, no solo vemos a una iglesia funcionando
como la institución de Cristo para hacer la obra, sino a los miembros
invitándose para comer juntos, “partiendo el pan en las casas, comían juntos
con alegría y sencillez de corazón” (Hech. 2:46). Sin duda alguna, los necesitados fueron la prioridad, y fueron recibidos en
el amor del Señor (“la comunión unos con otros”, Hech. 2:42). En lugar
de algún tipo de imposición de redistribución social, “los que habían creído
estaban juntos, y tenían en común todas las cosas” (Hech. 2:44; cf. Hech. 2:44,45;
4:32-37; 5:4). Esta participación (comunión) fue el acto voluntario para
socorrer a los santos necesitados (cf. Ef. 4:28).
Conclusión
Los cristianos que crecen, adoran y trabajan juntos, que se apoyan
mutuamente, y se visitan en las casas, se nutren constantemente de estas
actividades. Algunas de estas actividades son en función de la iglesia, otras
actividades son individuales, personales. Sin duda alguna, Hechos 2 es un capítulo que no solo presenta la solución
al pecado, también presenta el antídoto contra la reincidencia. Aprendemos cómo
trabajaban los primeros cristianos y cuán suficiente es la iglesia local.