Las respuestas de Jesús

 


Por Josué I. Hernández

 
Jesucristo estaba dedicado a la tarea de enseñar, y permaneció sinceramente preocupado por el bienestar de sus alumnos. Como el más grande maestro que jamás ha enseñado, el santo Hijo de Dios, demostró su divino conocimiento en presentaciones didácticas que movían los corazones por el buen camino, para que disfrutaran las bendiciones profetizadas.
 
No es difícil entender que entre las multitudes muchos quisieran hacer preguntas a tan grande profesor. Detengámonos a estudiar sobre las respuestas que Jesús daba a sus interrogadores. Sin duda alguna, la manera de responder de Jesús es instructiva para nosotros.
 
Los que preguntaron a Jesús
 
Las preguntas realizadas a Jesús estaban motivadas por diferentes cosas. Algunos, simplemente tenían curiosidad. Otros, estaban interesados en la enseñanza de Cristo en relación con las opiniones de algún rabí o con alguna doctrina circulante (cf. Jn. 4:19,20). Algunos preguntaron porque buscaban guía espiritual (Mar. 10:17). Hubo quienes no entendieron lo que Cristo dijo y pidieron aclaración (cf. Luc. 8:9). Para nuestra sorpresa, muchas veces los interrogadores hicieron alguna pregunta para atrapar al Señor en alguna palabra (ej. Mar. 12:13-34).
 
A diferencia de nosotros, el Señor conocía el corazón de cada uno de sus interrogadores (cf. Jn. 2:25; Mar. 2:8), y, por lo tanto, respondió en consecuencia. Para nuestro asombro, las preguntas de “prueba”, diseñadas para atraparlo, recibieron una respuesta justa. Sin embargo, hubo ocasiones en que Jesús se negó a responder, y esto sucedió cuando el interrogador demostró que no trataría con justicia la verdad (ej. Mat. 21:23-27; Luc. 23:9).
 
Las respuestas de Jesús
 
Las respuestas de Jesús siempre fueron veraces. No tenía alguna cosa que ocultar, por ejemplo, algún plan secreto que perseguir o alguna cosa vergonzosa que esconder. El objetivo del Señor Jesucristo siempre fue el bienestar del interrogador. Él dijo que su palabra nos hace libres (Jn. 8:31,32), y por eso, habló. Él vino a dar testimonio a la verdad (Jn. 18:37). Él es el testigo fiel (Apoc. 1:5).
 
Las respuestas de Jesús fueron relevantes. Siempre dijo lo que se necesitaba, incluso cuando el interrogador no recibiría una respuesta agradable. ¿Recuerda el caso del joven rico (Mar. 10:21; Luc. 18:23)? Sus propios discípulos recibieron una y otra vez instrucción incómoda (Mat. 18:21-35). El problema de algunos predicadores no es lo que enseñan, sino lo que rehúsan enseñar, lo que rehúsan decir.
 
Las respuestas de Jesús invitaban al pensar profundo. No pocas veces el Señor respondió una pregunta con otra pregunta. Él quería que cada persona pensara detenidamente y que llegara a la verdad. Él quería que cada interrogador revisara su actitud (ej. Mat. 21:23-27). ¿Se ha fijado cuántas parábolas fueron la respuesta necesaria?
 
Las respuestas de Jesús exponían puntos que el interrogador no había considerado. Por ejemplo, cuando la mujer samaritana indicó un lugar como el apropiado para la adoración, la respuesta de Jesús incluyó tanto la respuesta a la pregunta misma como los principios más amplios de la adoración aceptable bajo su nueva alianza (Jn. 4:19-24).  
 
Algunas personas que interrogaron a Jesús reaccionaron desfavorablemente ante la verdad enseñada por él. ¿Qué de nosotros? ¿Es positiva nuestra actitud hacia la verdad de Cristo?