Jesucristo estaba dedicado a la tarea de enseñar, y permaneció sinceramente
preocupado por el bienestar de sus alumnos. Como el más grande maestro que
jamás ha enseñado, el santo Hijo de Dios, demostró su divino conocimiento en
presentaciones didácticas que movían los corazones por el buen camino, para que disfrutaran
las bendiciones profetizadas. No es difícil entender que entre las multitudes muchos quisieran hacer
preguntas a tan grande profesor. Detengámonos a estudiar sobre las respuestas que
Jesús daba a sus interrogadores. Sin duda alguna, la manera de responder de
Jesús es instructiva para nosotros.
Los que preguntaron a Jesús
Las preguntas realizadas a Jesús estaban motivadas por diferentes cosas.
Algunos, simplemente tenían curiosidad. Otros, estaban interesados en la enseñanza
de Cristo en relación con las opiniones de algún rabí o con alguna doctrina
circulante (cf. Jn. 4:19,20). Algunos preguntaron porque buscaban guía
espiritual (Mar. 10:17). Hubo quienes no entendieron lo que Cristo dijo y pidieron
aclaración (cf. Luc. 8:9). Para nuestra sorpresa, muchas veces los
interrogadores hicieron alguna pregunta para atrapar al Señor en alguna palabra
(ej. Mar. 12:13-34). A diferencia de nosotros, el Señor conocía el corazón de cada uno de sus
interrogadores (cf. Jn. 2:25; Mar. 2:8), y, por lo tanto, respondió en consecuencia.
Para nuestro asombro, las preguntas de “prueba”, diseñadas para atraparlo,
recibieron una respuesta justa. Sin embargo, hubo ocasiones en que Jesús se
negó a responder, y esto sucedió cuando el interrogador demostró que no
trataría con justicia la verdad (ej. Mat. 21:23-27; Luc. 23:9).
Las respuestas de Jesús
Las respuestas de Jesús siempre fueron veraces. No tenía alguna cosa que ocultar, por
ejemplo, algún plan secreto que perseguir o alguna cosa vergonzosa que esconder.
El objetivo del Señor Jesucristo siempre fue el bienestar del interrogador. Él dijo
que su palabra nos hace libres (Jn. 8:31,32), y por eso, habló. Él vino a dar
testimonio a la verdad (Jn. 18:37). Él es el testigo fiel (Apoc. 1:5). Las respuestas de Jesús fueron relevantes. Siempre dijo lo que se necesitaba,
incluso cuando el interrogador no recibiría una respuesta agradable. ¿Recuerda
el caso del joven rico (Mar. 10:21; Luc. 18:23)? Sus propios discípulos
recibieron una y otra vez instrucción incómoda (Mat. 18:21-35). El problema de
algunos predicadores no es lo que enseñan, sino lo que rehúsan enseñar, lo que
rehúsan decir. Las respuestas de Jesús invitaban al pensar
profundo. No pocas veces
el Señor respondió una pregunta con otra pregunta. Él quería que cada persona
pensara detenidamente y que llegara a la verdad. Él quería que cada
interrogador revisara su actitud (ej. Mat. 21:23-27). ¿Se ha fijado cuántas
parábolas fueron la respuesta necesaria? Las respuestas de Jesús exponían puntos que el
interrogador no había considerado. Por ejemplo, cuando la mujer samaritana indicó un lugar como el apropiado
para la adoración, la respuesta de Jesús incluyó tanto la respuesta a la pregunta
misma como los principios más amplios de la adoración aceptable bajo su nueva
alianza (Jn. 4:19-24). Algunas personas que interrogaron a Jesús reaccionaron desfavorablemente ante
la verdad enseñada por él. ¿Qué de nosotros? ¿Es positiva nuestra actitud hacia
la verdad de Cristo?