Apostasía y Solución

 


Por Josué I. Hernández

 
El Nuevo Testamento revela el establecimiento y crecimiento de la iglesia del Señor, aquella iglesia que Jesús dijo que construiría (Mat. 16:18) por la cual Cristo se entregó y a la cual salvará (Ef. 5:25-27).
 
Indiscutiblemente, la voluntad del Señor es que haya una iglesia, por lo tanto, no es una sorpresa que Jesucristo orase por la unidad de sus seguidores (Jn. 17:20-23). El apóstol Pablo escribió que hay un solo cuerpo (Ef. 4:4-6; cf. 1:22,23). Sin embargo, vemos mucha confusión religiosa rodeándonos. Tantas diferentes iglesias. ¿Qué sucedió? ¿Qué podemos hacer al respecto?
 
Apostasía anunciada
 
El Señor Jesucristo dijo que habría apostasía (Mat. 7:15-20; 24:11), lo mismo advirtieron sus apóstoles y fieles predicadores. En nuestro estudio sobre el tema, encontraremos a Pablo advirtiendo a los ancianos de Éfeso (Hech. 20:27-31), a la iglesia en Tesalónica (2 Tes. 2:1-3), y a Timoteo (1 Tim. 4:1-3; 2 Tim. 4:1-4). Veremos al apóstol Pedro advirtiendo de la inminencia de los falsos maestros (2 Ped. 2:1,2). Veremos también a Judas sonando la alarma por los falsos maestros que ya estaban presentes (Jud. 3,4), y también veremos al apóstol Juan indicando claramente que los anticristos habían venido (1 Jn. 2:18,19).
 
Apostasía cumplida
 
La apostasía fue un proceso gradual, en el cual los fieles se apartaron de la simplicidad del patrón doctrinal de Cristo para su iglesia.
 
En muchos casos había sinceridad, y por qué no decirlo, también hubo buenas intenciones. Sin embargo, siempre se desobedecía al Señor. Por ejemplo, intentando lidiar con errores y problemas diversos, gradualmente se fue cambiando la organización de la iglesia local, de congregaciones autónomas e independientes (Hech. 14:23; 20:17,28; 1 Ped. 5:1,2) a una colectividad de iglesias bajo un obispo diocesano. ¿Resultado? La centralización del poder e influencia en individuos claves sobre la hermandad.
 
Este cambio estructural facilitó la propagación del error, cuando aquellos en el poder enseñaban doctrina falsa. Así pues, en pocos años, los mismos errores predichos por Pablo estaban siendo practicados (cf. 1 Tim. 4:1-3), y con el paso de los años, mediante más cambios graduales, porque la apostasía nunca se detiene, las semillas de las iglesias modernas fueron sembradas produciendo el catolicismo romano y muchos otros tipos de iglesias (ej. Ortodoxa griega, egipcia, rusa, armenia).
 
¿Qué sucedió con la iglesia del Señor? Siempre estuvo disponible la semilla del evangelio (Luc. 8:11) la cual produce cristianos (1 Ped. 1:23; Sant. 1:18). Por lo tanto, donde hubo discípulos fieles, por muy pocos que hubiesen sido, la iglesia del Señor estaba presente (Hech. 2:47).
 
Los discípulos fieles, sin duda alguna, habrían sido tratados como herejes por las autoridades eclesiásticas, por negarse a subordinarse a quienes tenían el poder de aquellos que presumían tener autoridad sobre el rebaño del Señor. La historia no puede registrar, o tergiversar, la existencia de los fieles discípulos. No obstante, el Señor conoce a los que son suyos (cf. 2 Tim. 2:19).
 
Reacciones a la apostasía
 
1) Esfuerzos de reforma. Este fue el intento por reformar a una llamada “Iglesia apóstata”. Algunos “reformadores” fueron perseguidos, ejecutados, o expulsados, y los seguidores de los reformadores, a menudo comenzaron nuevas iglesias. ¿Resultado? Más denominacionalismo y confusión religiosa.
 
2) Llamados a la revelación. Algunos afirmaron que la revelación moderna es una solución (ej. José Smith, Elena G. de White). Supuestamente, mediante las nuevas revelaciones Dios sacaría a la gente de su confusión religiosa. Entonces, los seguidores de estos “profetas” comenzaron y fomentaron muchas más iglesias (ej. Mormones, Adventistas, Testigos del Atalaya). ¿Resultado? Más, y más, denominacionalismo y confusión.
 
3) Llamados a abandonar el sectarismo. Varios llamados a una restauración se han producido. Algunos buscaron restaurar la iglesia del Señor (como si tuviesen que establecerla nuevamente, edificarla nuevamente, etc.), y otros han buscado restaurar a las personas a la iglesia del Señor (como si tuviesen que volver a ella, cuando nunca estuvieron en ella). Comúnmente, los esfuerzos se han centrado en obedecer el evangelio puro de Cristo, abandonando de una vez el denominacionalismo, implementando el patrón del Nuevo Testamento para la iglesia local (organización, adoración, obra, etc.); pero, en muchos casos los esfuerzos han sido de corta duración. Sencillamente, una generación pudo lograr verdaderamente ser restaurada al Señor, no obstante, la siguiente generación ha seguido el camino de la apostasía (ej. La centralización e institucionalismo).
 
Conclusión
 
Implementar en el presente siglo el patrón de las sanas palabras será la solución al denominacionalismo y la confusión religiosa. Sencillamente, debemos abandonar el sectarismo y obedecer al evangelio (cf. Rom. 2:8; 10:16; 2 Tes. 1:8; 1 Ped. 4:17).
 
Entrar en la iglesia de Cristo, es decir, ingresar al grupo de los salvos, será la solución que Dios nos permite a pesar de la confusión religiosa (Hech. 2:47).
 
Servir a Cristo como verdaderos cristianos sólo será posible si hacemos de la palabra de Dios nuestra única guía (Hech. 20:32; 2 Tim. 3:16,17) y desechamos las tradiciones que reemplazan la reemplazan (Mat. 15:3-9).
 
Si rehusamos este buen consejo, plantaremos las semillas de más, y más, denominacionalismo y confusión religiosa. Sin embargo, Cristo no quiso que sus discípulos siguieran a los líderes religiosos, como los fariseos, y otros (cf. Mat. 15:14).
 
¿Eres miembro de una denominación? Si así es el caso, eres un descendiente de los apóstatas de antaño y estas perpetuando la confusión y división religiosas. ¿Por qué no ser simplemente cristiano sin asociarse con las denominaciones de la apostasía?
 
Mientras hay oportunidad siempre podemos ser integrados por la palabra de Cristo a la iglesia que él estableció (Hech. 2:38,41,42,47).