Los días buenos

 


Por Josué I. Hernández

 
Lo que David pregunta retóricamente, “¿Quién es el hombre que desea vida, que desea muchos días para ver el bien?” (Sal. 34:12), el apóstol Pedro lo expresa como una afirmación, “El que quiere amar la vida y ver días buenos” (1 Ped. 3:10). Sencillamente, para ver “días buenos”, o “días dichosos” (NC), uno debe seguir al pie de la letra el divino consejo, “Refrene su lengua de mal, y sus labios no hablen engaño; apártese del mal, y haga el bien; busque la paz, y sígala” (1 Ped. 3:10,11).
 
Nadie es bueno o malo por accidente. El justo refrena su lengua, se aparta del mal, busca la paz y corre tras ella, y a consecuencia de esto, Dios le concede el ver días que son “buenos”.
 
Estos “días buenos” no deben considerarse como la liberación de todos los problemas, o adversidades, la buena salud y la diversión. La esperanza de los “extranjeros y peregrinos” (1 Ped. 2:11) está “reservada en los cielos” (1 Ped. 1:4). Los “días buenos” de los que habla Pedro, son días “de buena constitución o naturaleza… útil, saludable, un don que es verdaderamente un regalo” (Thayer). El adjetivo “buenos” (gr. “agathon”) “describe aquello que, siendo bueno en su carácter o constitución, es beneficioso en sus efectos” (Vine).
 
Lo anterior nos lleva a considerar a qué clase de persona escucha el Señor. El apóstol Pedro y David, afirman, “Porque los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos atentos a sus oraciones; pero el rostro del Señor está contra aquellos que hacen el mal” (1 Ped. 3:12; Sal. 34:15,16).
 
La doctrina de que un pecador del mundo puede realizar una oración para ser salvo, es una doctrina que ignora esta clara enseñanza de las sagradas Escrituras. La llamada “oración del pecador” es una doctrina que contradice la palabra de Dios. La Biblia enseña claramente que Dios escucha y responde a las oraciones de su pueblo.
 
Debemos procurar entrar en el pueblo de los “redimidos” (1 Ped. 1:18, LBLA) y permanecer “como hijos obedientes” (1 Ped. 1:14) y “santos” (1 Ped. 1:15) para que Dios esté atento a nuestras oraciones. Sencillamente, la idea de que Dios escucha todo tipo de oración sin importar la clase de persona que ore, es una idea desconocida en las páginas de la Biblia, “Pues los ojos del Señor miran a los justos y sus oídos escuchan su oración” (1 Ped. 3:12, JER).