¿Cuál es el lugar apropiado de la “tradición” en la adoración y servicio a
Dios? ¿Se requiere observar alguna tradición para agradar a Dios? ¿Debemos
evitar toda tradición? Seguramente, la respuesta no está ni en un extremo ni en
el otro. Como en toda discusión provechosa, la definición de los términos sentará
las bases para construir una comprensión bíblica sólida. Por lo tanto, debemos comenzar
definiendo el sustantivo “tradición”. La palabra griega (gr. “paradosis”) que señala lo que es en sí mismo una “tradición”
aparece varias veces en el Nuevo Testamento, y siempre debe entenderse como “una
entrega que se hace de boca en boca o por escrito, es decir, tradición por la
instrucción, la narrativa, mandato, etc” (Thayer). Algunas veces, esta palabra “se
usa de la doctrina cristiana en general, donde el uso que hace el apóstol de la
palabra constituye una negación de que lo que él predicaba se hubiera originado
en él mismo, siendo en cambio una afirmación de autoridad divina para su
enseñanza” (Vine). En la palabra griega, según nos enseñan los académicos, tenemos la idea de “transmisión”.
Por lo tanto, podemos pensar en algo transmitido para ser observado de
generación en generación. Sin embargo, es muy importante diferenciar tres usos del
concepto y sus aplicaciones.
Mandamientos de Dios
Tres veces en el Nuevo Testamento leemos de “tradición” como aquello que Dios
ha revelado por medio de sus apóstoles, “Manteneos, pues, hermanos, firmes y
guardad las tradiciones en que habéis sido adoctrinados, ya de palabra, ya por
carta nuestra” (2 Tes. 2:15, NC; cf. 2 Tes. 3:6; 1 Cor. 11:2).
Mandamientos de los hombres
Los otros diez usos de tradición en el Nuevo Testamento se refieren a lo
que sido transmitido por los hombres. Por ejemplo, muchos judíos creían que
parte de la ley de Moisés fue transmitida oralmente (cf. Gal. 1:14), la cual fue
reconocida como “la tradición de los ancianos” (cf. Mar. 7:3) que se fue
amplificando gradualmente para incluir las interpretaciones de la ley escrita,
para producir, en su momento, el Talmud. Los católicos romanos, y varios otros grupos religiosos, tienen una visión
similar de las enseñanzas de Jesús. Nos hablan de “la tradición de la Iglesia”,
la cual ha sido elevada a la par, sino por sobre, la Biblia. Algunas
tradiciones son tan comunes, por ejemplo, las de fin de año, que algunos se
sorprenden de que tales cosas no estén en la Biblia. Jesús rechazó la noción, o idea, de que la tradición humana fuese
vinculante, es decir, obligatoria, para una plena relación con Dios (cf. Mat.
15:1-9). En lugar de aquello, las tradiciones humanas motivan y dirigen los
corazones a transgredir los mandamientos de Dios (Mat. 15:3), para invalidar la
palabra de Dios (Mat. 15:6), y para hacer vana la adoración (Mat. 15:9). El
apóstol Pablo también advirtió contra las tradiciones de los hombres en este
último sentido (Col. 2:8). La palabra de Dios, no los oficiales de alguna “Iglesia”, será la que
determine lo que debemos, y no debemos, hacer para agradar a Dios (cf. Jn.
8:31,32; 17:17). Siempre será presuntuoso elevar la sabiduría humana al nivel
de la sabiduría de Dios.
Costumbre o práctica común
Las formas establecidas para hacer las cosas suelen ser denominadas como “tradiciones”.
Es importante reconocer que la Biblia no usa el concepto “tradición” en este último
sentido. Por ejemplo, las iglesias tradicionalmente se reúnen para adorar con
especial énfasis el domingo por la mañana. No obstante, aunque la palabra de
Dios especifica una asamblea dominical, lo cual es una “tradición” en el primer
sentido, no especifica la “hora” en que esta ha de realizarse, lo cual por la práctica
extendida será una “costumbre”. La costumbre surge de la conveniencia, lo cual no hace a la costumbre buena
o mala en sí misma. Alguno dirá, “siempre lo hemos hecho así”, lo cual apela a
la costumbre o práctica común, repetida desde antaño, como una autoridad. Pero,
la antigüedad de una costumbre no la establece como correcta o incorrecta.
Conclusión
A pesar de las costumbres, establecidas para hacer las cosas, y de las
tradiciones religiosas, ajenas a la Biblia, debemos preguntarnos: ¿Qué es lo
que Jesucristo ha ordenado para ser observado de generación en generación? ¿Lo
estoy haciendo así?