La obra de la palabra de Dios

 


Por Josué I. Hernández

 
Pablo escribió a los tesalonicenses, “Por lo cual también nosotros sin cesar damos gracias a Dios, de que cuando recibisteis la palabra de Dios que oísteis de nosotros, la recibisteis no como palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de Dios, la cual actúa en vosotros los creyentes” (1 Tes. 2:13).
 
Indiscutiblemente, el apóstol Pablo dijo que la palabra de Dios obra en los creyentes. La pregunta es, ¿qué hace la palabra de Dios en los creyentes?

 
Informa. “que por revelación me fue declarado el misterio, como antes lo he escrito brevemente, leyendo lo cual podéis entender cuál sea mi conocimiento en el misterio de Cristo” (Ef. 3:3,4).
 
Transforma. “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Rom. 12:2).
 
Enseña, alienta, consuela. “Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza. Pero el Dios de la paciencia y de la consolación os dé entre vosotros un mismo sentir según Cristo Jesús” (Rom. 15:4,5).
 
Amonesta. “Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos” (1 Cor. 10:11).
 
Hace sabio. “y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús” (2 Tim. 3:15).
 
Capacita. “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Tim. 3:16,17).
 
Limpia. “para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha” (Ef. 5:26,27).
 
Liberta. “Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Jn. 8:31,32).
 
Santifica. “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad” (Jn. 17:17).
 
Empodera. “Y ahora, hermanos, os encomiendo a Dios, y a la palabra de su gracia, que tiene poder para sobreedificaros y daros herencia con todos los santificados” (Hech. 20:32).
 
Hace renacer. “siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre” (1 Ped. 1:23; cf. Sant. 1:18).
 
Salva. “Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas” (Sant. 1:21).
 
Protege. “En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti” (Sal. 119:11).
 
Conclusión
 
La palabra de Dios es realmente poderosa. Sin embargo, no puede obrar en los incrédulos (cf. Rom. 1:16). Necesitamos, por lo tanto, hacer todo arreglo en nuestra agenda diaria para estudiar la Biblia y meditar en ella. Debemos hacer nuestra parte para que Dios haga su obra en nosotros.