Conceptos básicos de la adoración

 


Por Josué I. Hernández

 
La adoración, por definición, es la expresión formal de reconocimiento de quién es Dios, un homenaje religioso que se expresa hacia Dios desde el corazón. Dios es digno de ser adorado, lo merece, y lo requiere.
 
Aunque muchas veces la Biblia habla de adoración en un sentido amplio para señalar el servicio a Dios, la palabra misma se usa en el sentido más estricto para indicar actos formales de devoción a Dios.
 
No toda adoración es aceptable a Dios. Esto es evidente desde el Génesis en adelante. Por ejemplo, el caso de Caín y Abel ilustra como dos hermanos se esforzaron por adorar al mismo Dios, pero solo uno fue acepto. La Biblia dice, “Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda; pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya. Y se ensañó Caín en gran manera, y decayó su semblante” (Gen. 4:4,5; cf. Heb. 11:5).
 
Dios, no el hombre, es el juez de la calidad de la adoración nuestra. Sencillamente, Dios no se agrada de cualquier tipo de adoración o de cualquier cosa que alguno pueda hacer para adorarlo.
 
Nadab y Abiú, los hijos del sumo sacerdote, funcionarios de alto rango en el servicio a Dios, fueron puestos como ejemplo para que entendamos que la adoración aceptable debe realizarse como el Señor manda. Nadab y Abiú se atrevieron a innovar, ofreciendo fuego extraño que Dios nunca había especificado (Lev. 10:1). Simplemente, Dios no había ordenado tal clase de fuego. Entonces, la respuesta del Señor fue consumirlos con fuego por su desobediencia a lo especificado (Lev. 10:2). Debemos aprender cuán estricto es Dios.
 
Elevar nuestras preferencias por sobre la palabra de Dios, exaltando nuestras consideraciones y deseos, es un acto de menosprecio a Dios, es algo que le deshonra en lugar de glorificarle.
 
El pueblo de Dios, en los días de Isaías adoraba con frecuencia, y se esforzaban por adorar usando las formas correctas. Sin embargo, Dios dijo que tal adoración era vana, es más, tal adoración era una carga que Dios aborrecía (Is. 1:10-15). ¿Cuál fue el problema? Isaías nos informa que ofrecían adoración ajustada a las instrucciones externas, mientras ignoraban las instrucciones de Dios en su diario vivir (Is. 1:16,17). Esta fue la queja común de los profetas (cf. Jer. 6:16-20; 7:1-15; Am. 4:1-5; 8:4-6; Miq. 6:6-8).
 
Para que nuestra adoración sea aceptable, nuestra vida debe serlo primero. En otras palabras, vivir correctamente es esencial para adorar aceptablemente (cf. Mat. 15:7-9).
 
El motivo de la adoración también es importante. Algunas personas solamente siguen las formalidades (cf. Is. 29:13), otros solo quieren ganar algún favor de Dios, por ejemplo, dinero y salud. Jesucristo advirtió contra hacer alarde de la adoración (cf. Mat. 6:5,6). La adoración requiere sinceridad y humildad (Sal. 51:16,17), gratitud (Heb. 12:28) y consagración (cf. 1 Ped. 2:5,9).
 
Para adorar aceptablemente debemos estar en Cristo (1 Ped. 2:4,5), y para estar en Cristo debemos obedecer a su evangelio (Gal. 3:26,27) y permanecer en él (Jn. 15:4-7).
 
Jesús resumió los puntos anteriores cuando dijo, “Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren” (Jn. 4:23,24).