El edificio en que una iglesia se
reúna es una “conveniencia”. Dicho de otra manera, el edificio es un medio, una
forma, o un recurso, que permite cumplir el mandamiento del Señor (cf. 1 Cor.
14:23,26; Heb. 10:25). Siendo el edificio de reuniones una conveniencia, de
ninguna manera sería una “necesidad”. Los santos que no tienen un
edificio dónde reunirse no son “santos necesitados”. La Biblia define a una
persona “necesitada” como alguien que carece de alimentos y ropa (1 Tim. 6:8).
A la vez, la parábola del buen samaritano expande el concepto de “necesidad”
para que entendamos que también involucra asistencia médica y vivienda (Luc.
10:30-35). En resumen, “necesitado” es aquel que carece de aquello que es
necesario para el cuerpo (Sant. 2:16; Hech. 2:44,45; 4:32-5:1), ya sea sustento
y abrigo, ya sea atención médica urgente. Los términos “necesidad” y “necesitado”
se aplican cuando falta lo urgente para el cuerpo (Hech. 2:44,45; 4:32-35;
Sant. 2:15; Luc. 10:30-36), pero nunca se aplican por la falta de algún recurso
de ejecución como podrían ser el edificio, las sillas, el agua potable, el
sistema de amplificación o el aire acondicionado. Por el patrón del Nuevo
Testamento (2 Tim. 1:13) aprendemos que una iglesia de Cristo puede enviar de
su tesorería a un predicador (cf. 2 Cor. 11:8,9; Fil. 4:15-18) o a santos
necesitados (cf. Rom. 15:25,26; 1 Cor. 16:1-4; 2 Cor. 8:4; 9:1,12). Sin
embargo, no tenemos autorización bíblica para que una iglesia de Cristo envíe
de sus fondos para que otra iglesia adquiera un edificio donde reunirse.