El más grande mandamiento

 


Por Josué I. Hernández

 
Mateo, Marcos y Lucas, registran una avalancha de preguntas que los líderes religiosos hicieron a Jesucristo en su última semana. Una de estas preguntas fue planteada por un escriba, quien expresó una interrogante con la intención de tentar al Señor (Mat. 22:34-40; Mar. 12:28-34).
 
Los escribas solían debatir sobre el peso relativo de los mandamientos. Posiblemente, siguiendo este razonamiento, el escriba quiso atraer al Señor a la discusión. Mateo dice que “preguntó por tentarle” (Mat. 22:35), pero Marcos nos informa que este escriba no estaba endurecido como muchos de su tiempo (Mar. 12:32-34).
 
La pregunta fue la siguiente, “¿cuál es el gran mandamiento en la ley?” (Mat. 22:36).
 
Jesús respondió citando Deuteronomio 6:5, donde fue enseñado que Dios requiere amor, amor incondicional. Aquel que nos ha dado todo insiste en que se lo demos todo. Amar a Dios es más que los sentimientos y emociones, y requiere más que la mera expresión verbal. Amar a Dios significa vivir para Dios, vivir su voluntad en cada aspecto de la vida. Quien le ama de esta manera, no se preocupará por el valor relativo de los mandamientos del Señor porque se esforzará por obedecerlos todos (cf. Deut. 6:2). Esto es algo que también Dios en el Nuevo Testamento, “Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos” (1 Jn. 5:3).
 
Jesús completó su respuesta citando Levítico 19:18, donde fue enseñado el amor a nuestro prójimo. Según Jesucristo, estos dos mandamientos son fundamentales, y van juntos. Como el apóstol Juan observó, “Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?” (1 Jn. 4:20).
 
El Señor concluyó indicando que todos los mandamientos dependen de estos dos. En otras palabras, los demás mandamientos nos dicen cómo amar a Dios y cómo amar a nuestro prójimo. El amor nunca es un concepto nebuloso, el amor es práctico. El amor es el más alto respeto y consideración a favor del otro, es la buena voluntad activa prescrita por el carácter de Dios quien es amor (1 Jn. 4:8,16).
 
Marcos registra la respuesta del escriba, “Bien, Maestro, verdad has dicho, que uno es Dios, y no hay otro fuera de él; el amarle con todo el corazón, con todo el entendimiento, con toda el alma, y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, es más que todos los holocaustos y sacrificios” (Mar. 12:32,33).
 
Jesucristo observó el corazón del escriba, quien por su respuesta indicaba un grado de comprensión superior. Sencillamente, él había respondido sabiamente, y el Señor le dijo, “No estás lejos del reino de Dios” (Mar. 12:34).