¿Es lícito pagar impuestos?

 


Por Josué I. Hernández

 
Pagar los impuestos a Roma nunca fue apreciado por los súbditos de la dictadura. Los romanos gobernaban el mundo en los días de Jesús, y recaudaron una variedad de impuestos. Uno de los impuestos exigidos por Roma era el impuesto de capitación (cf. Mat. 22:15-22; Mar. 12:13-17; Luc. 20:19-26), que se pagaba una vez al año, recaudado junto con el censo, instituido en el año 6 D.C.
 
Para una mayoría en Israel, pagar los impuestos a Roma era una cuestión moral y religiosa. ¿Qué derecho tienen los gentiles a cobrar impuestos al pueblo de Dios? Además, los Césares eran idólatras, inmorales y opresivos. Por si fuera poco, las inscripciones en las monedas sugerían elocuentemente afirmaciones de deidad. ¿No sería compañerismo con el pecado el pagar los impuestos a Roma? ¿No será blasfemo?
 
Marcos nos informa que se unieron los fariseos y los herodianos para hacer a Jesús una pregunta (Mar. 12:13). Lucas nos informa que los principales sacerdotes y los escribas les enviaron (Luc. 20:19,20). Esto es algo sorprendente. Los herodianos tenían una visión del pago de impuestos absolutamente opuesta al enfoque de los fariseos. Los herodianos eran favorables al gobierno romano, los fariseos no. Sin embargo, ambos querían atrapar a Jesús. He aquí una acción política, unirse a pesar de las diferencias para destruir a un enemigo común. Lucas nos informa que ellos buscaban “sorprenderle en alguna palabra, para entregarle al poder y autoridad del gobernador” (Luc. 20:20). Evidentemente, esperaban que el Señor dijera que “no”, para acusarle de insurrección. Pero, si él dijera que “sí”, podrían desacreditarle ante el pueblo.
 
“Viniendo ellos, le dijeron: Maestro, sabemos que eres hombre veraz, y que no te cuidas de nadie; porque no miras la apariencia de los hombres, sino que con verdad enseñas el camino de Dios. ¿Es lícito dar tributo a César, o no? ¿Daremos, o no daremos?” (Mar. 12:14).
 
Jesús percibió la hipocresía de ellos y les reprendió, y luego solicitó una moneda romana (Mar. 12:15). Entonces, el Señor les preguntó, “¿De quién es esta imagen y la inscripción?” (Mar. 12:16), y ellos dijeron que era de César. Jesús respondió, “Dad a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios” (Mar. 12:17). 
 
El verbo “dar” (gr. “apodidomi”) significa “entregar o devolver” (Vine) con la idea de “pagar, saldar lo que se debe” (Thayer), lo cual señala una deuda que se debe saldar, y, por lo tanto, una obligación que cumplir. La enseñanza de Jesucristo indica que tanto Dios como el gobierno civil tienen derechos sobre nosotros. Debemos dar a cada cual lo que demanda. Por lo tanto, la obediencia a Dios no elimina la necesaria obediencia al gobierno.
 
Si los judíos podían usar las monedas de César y aprovechar sus provisiones, también tendrían que pagarle adecuadamente. Es evidente que pagar los impuestos no constituye un apoyo a todo lo que el gobierno hace, es decir, no podemos negarnos a pagar los impuestos por la mala gestión gubernamental, e incluso, la corrupción.
 
La Biblia nos enseña acerca de la función que Dios ha otorgado al gobierno (cf. Rom. 13:1-7; 1 Ped. 2:13-17), sin embargo, dicha función es limitada. El gobierno civil nunca podrá reemplazar al gobierno de Dios. El gobierno civil no puede sentarse en el trono de Dios, ya sea afirmando ser su representante o dictaminando cómo hemos de servir a Dios. En otras palabras, si el gobierno prohíbe lo que Dios requiere o exige lo que Dios prohíbe, “Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hech. 5:29).