Honrad al rey

 


Por Josué I. Hernández

 
El apóstol Pedro llamó a los cristianos a vivir de una manera ejemplar, exhibiendo la excelencia de la piedad. Este es un llamado a reflejar la luz de Cristo, “Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma, manteniendo buena vuestra manera de vivir entre los gentiles; para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación, al considerar vuestras buenas obras” (1 Ped. 2:11,12).
 
Los deseos carnales sobre los cuales Pedro nos advierte no se limitan a la lujuria. Recordemos que el apóstol Pablo incluyó “enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías” (Gal. 5:20).
 
Cuando Pedro nos comienza a realizar su aplicación, la primera área a la que se refiere es nuestra relación con el gobierno civil, diciendo, “Por causa del Señor someteos a toda institución humana, ya sea al rey, como a superior, ya a los gobernadores, como por él enviados para castigo de los malhechores y alabanza de los que hacen bien. Porque esta es la voluntad de Dios: que haciendo bien, hagáis callar la ignorancia de los hombres insensatos; como libres, pero no como los que tienen la libertad como pretexto para hacer lo malo, sino como siervos de Dios. Honrad a todos. Amad a los hermanos. Temed a Dios. Honrad al rey” (1 Ped. 2:13-17).
 
En este tiempo de polarización política y rencor, cada uno de nosotros haría bien en detenerse y considerar su propia conducta a la luz de las instrucciones de Pedro. Podemos hacer un autoexamen mediante tres preguntas de sondeo.
 
¿Estoy honrando al rey?
 
Usted puede decirme, “no tenemos rey… nuestros países ya no son monarquías”. Pero, este no es el punto de Pedro. El apóstol de Cristo escribió esta instrucción cuando Nerón era el César, y Roma gobernaba como una dictadura. Independientemente de la mala conducta de los funcionarios de gobierno, debemos honrarles. El verbo “honrar” (gr. “timao”), debe entenderse como “honrar, tener en honor, reverenciar, venerar” (Thayer). “Se refiere a tener en alta estima y no solo al cumplimiento mecánico del deber, sino a una actitud interior de respeto y obediencia” (MacArthur). Sencillamente, el cristiano fiel es uno que se somete a los que rijan al pueblo (1 Ped. 2:13) al punto de orar por ellos (1 Tim. 2:1-3). Por lo tanto, en el examen de mi propia conducta (cf. 2 Cor. 13:5) debo considerar si mis conversaciones están gobernadas por la honra debida a los funcionarios del gobierno, al punto de considerar si mis acciones en las redes sociales son una expresión de honra a ellos. 
 
¿Estoy usando mi libertad como un siervo de Dios?
 
Los cristianos somos libres en Cristo (Gal. 5:13), pero esto no significa que seamos “libres en el ámbito civil”. Es decir, la fidelidad a Cristo no involucra la anarquía civil o el desprecio por la autoridad gubernamental. Solamente cuando hubiere un conflicto directo, tendremos que “obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hech. 5:29). No obstante, el hecho de que La Constitución nos da el derecho de expresar lo que pensamos políticamente, esto no altera lo que Dios ha dicho primero, “Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes” (Ef. 4:29).  
 
¿Podría usar mi conducta para ganar a otros para Cristo, a pesar de que estén opuestos a mí en lo político?
 
Volvemos a la conducta. En fin, de esto han de ocuparse los cristianos, “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mat. 5:16).