¿Es lícito divorciarse?

 


Por Josué I. Hernández

 
“Entonces vinieron a él los fariseos, tentándole y diciéndole: ¿Es lícito al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa?” (Mat. 19:3). La respuesta de Jesús no agradó a la mayoría de aquel entonces, ni lo hará en la actualidad. Sin embargo, la palabra de Cristo es la norma por la cual seremos juzgados (Jn. 12:48). Es vital que prestemos toda atención al santo Hijo de Dios (Heb. 1:1,2; cf. Hech. 2:23).
 
El Señor llevó a quienes le interrogaron hasta el principio. Dios creó al hombre y a la mujer (Gen. 1:27) y dijo, “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne” (Gen. 2:24). El Señor Jesús dijo, “¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne? Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre” (Mat. 19:4-6).
 
Jesús enseña que el divorcio (repudio, separación) no es parte del plan de Dios. Es más, el divorcio atenta contra el plan de Dios.
 
Los fariseos inmediatamente se opusieron a Cristo, y para nuestro asombro, ellos citaron las sagradas Escrituras. Supuestamente, la respuesta de Jesús no tomó en cuenta las instrucciones de Moisés en Deuteronomio 24:1-4. ¿Se habrá equivocado Jesucristo en su respuesta? De ninguna manera. “El les dijo: Por la dureza de vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; mas al principio no fue así” (Mat. 19:8).  
 
La concesión hecha en la ley de Moisés era temporal, además, esta concesión no era para promulgar las segundas nupcias en Israel. Esta regulación no fue “desde el principio” (Mat. 19:4,8, texto griego), ni modificaba de manera alguna el plan original de Dios.
 
Una relación extramarital, inclusive, un segundo matrimonio, es adulterio. ¿Por qué? Porque el sexo es permitido y alabado por Dios en el legítimo matrimonio, no fuera de éste. En el matrimonio los cónyuges están unidos y son una sola carne (Mat. 19:5) y Dios los tiene enlazados en esta unión, “por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre” (Mat. 19:6). Por lo tanto, también es adulterio unirse a una persona divorciada (cf. Mat. 5:32; Mar. 10:11,12).
 
Sin embargo, hay una excepción a esta regla de Dios. La cláusula de excepción es la siguiente: Un divorcio por causa de fornicación. Es decir, cuando alguno se separa de su cónyuge por causa de la infidelidad sexual, no peca por la separación, ni comete adulterio al contraer nuevas nupcias, “Y yo os digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada, adultera” (Mat. 19:9).
 
Es necesario entender bien esto. Para repudiar sin pecar, la fornicación debe ser la causa, no una consideración secundaria, ni una sospecha, ni un pecado que se esperaba para poder deshacerse del cónyuge.
 
Los discípulos de Jesús quedaron asombrados por su respuesta (Mat. 19:10). Era una doctrina fácil de entender, aunque les resultaba difícil de aplicar. A pesar de ello, Jesús no suavizó sus palabras. Sencillamente, algunos tendrán que hacerse eunucos por el reino de los cielos (Mat. 19:12).
 
En lugar de buscar formas para justificar el divorcio, y el adulterio, trabajemos duro para que nuestros matrimonios sean lo que deben ser.