La cena del Señor


 

Por Josué I. Hernández

 
No hay acto más distintivo en la adoración de los cristianos que comer la cena del Señor. Repasemos y reforcemos algunos conceptos básicos.
 
Jesús instituyó esta cena la noche antes de morir. Tenemos cuatro relatos sobre esto (cf. Mat. 26:26-29; Mar. 14:22-25; Luc. 22:14-20; 1 Cor. 11:23-26). Haremos bien en estudiarlos cuidadosamente.
 
Además de la designación “cena del Señor” (1 Cor. 11:20), esta comida memorial también se conoce como “partir el pan” (cf. Hech. 2:42; 20:7), “la mesa del Señor” (1 Cor. 10:21) y “la comunión” (1 Cor. 10:16).
 
¿Por qué?
 
Jesús dijo del pan “Esto es mi cuerpo que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí” (Luc. 22:19). Luego, dijo del fruto de la vid, “Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que es derramada por vosotros” (Luc. 22:20). Al final, agregó, “Y os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día cuando lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre” (Mat. 26:29).  
 
Claramente, el propósito de la cena del Señor no es satisfacer el apetito por comida, sino hacer memoria del cuerpo y de la sangre de Jesucristo por nosotros. Por supuesto, los elementos conmemorativos, es decir, el pan sin levadura y el fruto de la vid, no sufren alguna transformación, por ejemplo, convirtiéndose en el cuerpo y la sangre de Cristo en algún sentido.
 
En la cena del Señor proclamamos la muerte de Cristo, exponiéndonos como recipientes de las bendiciones por ella mientras anticipamos su regreso (1 Cor. 10:16; 11:26). Todos los santos del mundo pasan a la mesa del Señor, la cual está en su reino (Luc. 22:30), y todos participan de los mismos elementos conmemorativos. La cena, por lo tanto, es un acto de comunión (1 Cor. 10:16,17).
 
¿Cuándo?
 
Los primeros cristianos perseveraron en la fracción del pan (Hech. 2:42), lo cual indica regularidad. Hechos 20:7 indica cuándo lo hacían. Cada iglesia local tiene un acuerdo de lugar, y de hora, cuando se reúnen “el primer día de la semana” para, entre otros actos formales de adoración, participar de la mesa del Señor (1 Cor. 11:17,18).
 
¿Cómo?
 
Pablo advirtió que debemos participar de la mesa del Señor de manera digna. No dijo que debamos ser dignos. Nadie es digno de las bendiciones en Cristo. Sin embargo, todos podemos comer la cena del Señor de manera digna, separando esta cena de cualquier otra comida social y común. Con este fin, debemos examinarnos a nosotros mismos, no si hemos pecado en la semana (este no es el punto de Pablo). Debemos examinarnos a nosotros mismos para participar de la mesa del Señor de la forma, es decir, de la manera en que Cristo lo especificó (1 Cor. 11:27-29).
 
Conclusión
 
La Biblia no enseña que la cena del Señor sea el acto cristiano más importante en que alguno pudiese adorar. Ni mucho menos enseña que sea para el perdón de los pecados, o para cubrir pecados que no se quieran corregir.
 
Sin duda alguna, la mesa del Señor es un elemento vital de la adoración, un elemento crucial para mantener viva en nuestra memoria lo que Jesucristo hizo por nosotros; recordando además, quiénes y qué es lo que realmente somos, sus siervos comprados con su sangre.