No son pocos los que rechazan el concepto de “verdad objetiva”. La mayoría
habla de “mi verdad” o de “tu verdad”. Es raro oír hablar de “la verdad”. En la
práctica, la verdad se convierte simplemente en lo que alguien quiere que sea. El Nuevo Testamento, en cambio, constantemente se refiere a la verdad,
enfocándola como real, específica, vinculante y objetiva. Jesús dijo a Pilato, “Yo para esto he nacido, y para esto he venido al
mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi
voz” (Jn. 18:37). La verdad que Cristo trajo del cielo es la verdad que él
escuchó del Padre (Jn. 8:40), la cual sigue siendo “la verdad” aunque el mundo
la rechace (Jn. 8:45). A los que creyeron en él Cristo les dijo, “Si
vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis
discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Jn.
8:31,32). El apóstol Pablo se refirió a la verdad en numerosas ocasiones. Con una
referencia al aspecto general de la verdad, es decir, a la revelación general,
o natural, de la verdad, Pablo acusó a los gentiles de suprimirla y cambiarla
por la mentira (Rom. 1:18-25). A los judíos, Pablo los acusó de no practicar la
verdad que Dios les había confiado (Rom. 2:17-24). Pablo dijo que el evangelio
es la verdad (Gal. 2:5,14) mediante la cual somos hechos nuevos, es decir,
recreados, en justicia y santidad (Ef. 4:24; 2 Tes. 2:13). Dios quiere “que
todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1
Tim. 2:4), pero algunos no la aman (2 Tes. 2:12), otros se alejan de ella (2
Tim. 4:4) y otros se oponen a ella (2 Tim. 3:8). En contraste con lo anterior,
la iglesia es “columna y baluarte de la verdad” (1 Tim. 3:15). El apóstol Pedro nos recuerda que los cristianos fuimos purificados por la
obediencia a la verdad (1 Ped. 1:22), y que es vital que sigamos creciendo en
ella (2 Ped. 1:5-12). A su vez, Pedro advirtió contra los falsos maestros cuya
influencia hace que el camino de la verdad sea difamado (2 Ped. 2:2). Santiago advierte que desviarse de la verdad es dirigirse a la muerte (Sant.
5:19,20). El autor a los hebreos lo expresó de la siguiente manera, “Porque
si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la
verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda
expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios”
(Heb. 10:26,27). El apóstol Juan enfatizó la importancia de vivir la verdad. Habló de
caminar en la verdad (3 Jn. 3,4). Así es como sabemos “que somos de la verdad”
(1 Jn. 3:18,19). Por el contrario, “Si decimos que tenemos comunión con él,
y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad” (1 Jn. 1:6).
Ninguno debiese afirmar conocer a Dios mientras desobedece sus mandamientos,
porque “El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es
mentiroso, y la verdad no está en él” (1 Jn. 2:4). La verdad aprueba
nuestra vida si nos conformamos a ella (3 Jn. 12). ¿Qué dice la verdad sobre nosotros?