Los cristianos de Corinto escribieron a Pablo con algunas preguntas sobre
sus dones milagrosos. Recordemos, a ellos nada les faltaba en ningún don (1 Cor.
1:7). Evidentemente, tenían algunas ideas erróneas sobre el valor relativo de
los diversos dones, ignorando lo que no debieran (1 Cor. 12:1). También es
evidente que las actitudes que manifestaban, tanto entre quienes tenían
diversos dones, como entre quienes tenían un solo don, y quienes no tenían
ninguno, no eran las que deberían haber sido. El apóstol Pablo abordó el problema de la mala actitud de los corintios
señalando tres consideraciones, o principios. Primero, señaló la unidad de los
dones (1 Cor. 12:4-11). En segundo lugar, hizo una analogía (relación de
semejanza) entre el cuerpo de una persona y el cuerpo de Cristo, para señalar
la disposición correcta (1 Cor. 12:12-30). En tercer lugar, insistió en que
aprendieran a servir a través del amor, una forma de servir imprescindible, tanto
durante el período de los dones, periodo que fue la infancia de la iglesia,
como después que cesaran estos dones sobrenaturales (1 Cor. 12:21-13:13). La analogía del cuerpo es un pasaje útil para todos. En él se destacan
cinco puntos que siempre debemos recordar. En primer lugar, hay un cuerpo compuesto de muchos miembros (v.12-14). Así
como el cuerpo humano es un conjunto de miembros, así también lo es el cuerpo
de Cristo, la iglesia. Aunque somos diferentes, todos hemos llegado a ser
miembros del cuerpo de la misma manera, todos disfrutamos de los mismos beneficios,
todos somos un cuerpo. En segundo lugar, cada miembro tiene su función (v.15,16). Al igual que los
pies, las manos, los oídos, o los ojos, todos tenemos algo que hacer, una
función particular, distintiva. El hecho de que no puedo hacer lo que otro hace
no me deja excluido, ni puedo usarlo para racionalizar la falta de responsabilidad
para hacer lo que puedo. En tercer lugar, todas las funciones son esenciales para el cuerpo (v.17-20).
Así como tus ojos no pueden oír, ni tus oídos no pueden oler, ningún miembro
del cuerpo de Cristo puede hacerlo todo, o salir de su función para intentar
hacer otra. Se necesita la variedad de funciones para completar el cuerpo. Pablo
enfatizó que Dios organiza y asigna las funciones. Por lo tanto, si alguno no
está contento con el puesto que ocupa en el cuerpo de Cristo, debe reflexionar
sobre el hecho de que es Dios mismo quien se lo dio. En cuarto lugar, cada miembro necesita a los demás miembros del cuerpo, es
decir, ningún miembro funcionará independientemente (v.21-25). No hay lugar
para la arrogancia en el cuerpo de Cristo. Todos los miembros se necesitan
mutuamente, así como el ojo necesita a las manos y la cabeza necesita a los
pies. En estos versículos Pablo habla de tres tipos de miembros menospreciados:
los más débiles, los menos honorables y los menos presentables. Curiosamente,
él no los identifica, ni en el cuerpo físico ni en la iglesia. Simplemente,
debemos aprender la lección de que la respuesta adecuada es cuidar de esos miembros
en lugar de despreciarlos. Por último, el cuerpo es una armonía, un colectivo que funciona en unidad
(v.26). Lo que le sucede a un miembro, sea bueno o malo, lo han de sentir,
íntimamente, los demás. Estas verdades no se limitan a la era de los dones milagrosos que, como
señaló el apóstol Pablo, estaba llegando a su fin (1 Cor. 13:1-13). Estos
principios son igualmente relevantes hoy en día. Pablo dijo a los corintios, “Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y
miembros cada uno en particular” (1 Cor. 12:27). El texto griego no
contiene el artículo determinante “el”. Es decir, Pablo dijo a los miembros de
la iglesia en Corinto, “Vosotros sois cuerpo de Cristo”, aplicando el concepto
de cuerpo a la iglesia local, donde podemos experimentar el todo de Cristo. No tenemos los mismos dones o capacidades naturales. No todos tenemos la
misma función, ni serviremos de la misma manera. Pero, hay algo que cada uno de
nosotros puede hacer, y ese algo es crucial. Los miembros del cuerpo cuentan
los unos con los otros, y se espera de cada miembro que haga lo que puede
hacer. Por lo tanto, trabajemos en amor, y respeto mutuo, haciendo cada cual lo
que puede hacer, de la manera que conviene al cuerpo de Cristo.