El cuerpo de Cristo



Por Josué I. Hernández

 
Los cristianos de Corinto escribieron a Pablo con algunas preguntas sobre sus dones milagrosos. Recordemos, a ellos nada les faltaba en ningún don (1 Cor. 1:7). Evidentemente, tenían algunas ideas erróneas sobre el valor relativo de los diversos dones, ignorando lo que no debieran (1 Cor. 12:1). También es evidente que las actitudes que manifestaban, tanto entre quienes tenían diversos dones, como entre quienes tenían un solo don, y quienes no tenían ninguno, no eran las que deberían haber sido.
 
El apóstol Pablo abordó el problema de la mala actitud de los corintios señalando tres consideraciones, o principios. Primero, señaló la unidad de los dones (1 Cor. 12:4-11). En segundo lugar, hizo una analogía (relación de semejanza) entre el cuerpo de una persona y el cuerpo de Cristo, para señalar la disposición correcta (1 Cor. 12:12-30). En tercer lugar, insistió en que aprendieran a servir a través del amor, una forma de servir imprescindible, tanto durante el período de los dones, periodo que fue la infancia de la iglesia, como después que cesaran estos dones sobrenaturales (1 Cor. 12:21-13:13).
 
La analogía del cuerpo es un pasaje útil para todos. En él se destacan cinco puntos que siempre debemos recordar.
 
En primer lugar, hay un cuerpo compuesto de muchos miembros (v.12-14). Así como el cuerpo humano es un conjunto de miembros, así también lo es el cuerpo de Cristo, la iglesia. Aunque somos diferentes, todos hemos llegado a ser miembros del cuerpo de la misma manera, todos disfrutamos de los mismos beneficios, todos somos un cuerpo.
 
En segundo lugar, cada miembro tiene su función (v.15,16). Al igual que los pies, las manos, los oídos, o los ojos, todos tenemos algo que hacer, una función particular, distintiva. El hecho de que no puedo hacer lo que otro hace no me deja excluido, ni puedo usarlo para racionalizar la falta de responsabilidad para hacer lo que puedo.
 
En tercer lugar, todas las funciones son esenciales para el cuerpo (v.17-20). Así como tus ojos no pueden oír, ni tus oídos no pueden oler, ningún miembro del cuerpo de Cristo puede hacerlo todo, o salir de su función para intentar hacer otra. Se necesita la variedad de funciones para completar el cuerpo. Pablo enfatizó que Dios organiza y asigna las funciones. Por lo tanto, si alguno no está contento con el puesto que ocupa en el cuerpo de Cristo, debe reflexionar sobre el hecho de que es Dios mismo quien se lo dio.
 
En cuarto lugar, cada miembro necesita a los demás miembros del cuerpo, es decir, ningún miembro funcionará independientemente (v.21-25). No hay lugar para la arrogancia en el cuerpo de Cristo. Todos los miembros se necesitan mutuamente, así como el ojo necesita a las manos y la cabeza necesita a los pies. En estos versículos Pablo habla de tres tipos de miembros menospreciados: los más débiles, los menos honorables y los menos presentables. Curiosamente, él no los identifica, ni en el cuerpo físico ni en la iglesia. Simplemente, debemos aprender la lección de que la respuesta adecuada es cuidar de esos miembros en lugar de despreciarlos.
 
Por último, el cuerpo es una armonía, un colectivo que funciona en unidad (v.26). Lo que le sucede a un miembro, sea bueno o malo, lo han de sentir, íntimamente, los demás.
 
Estas verdades no se limitan a la era de los dones milagrosos que, como señaló el apóstol Pablo, estaba llegando a su fin (1 Cor. 13:1-13). Estos principios son igualmente relevantes hoy en día.
 
Pablo dijo a los corintios, “Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular” (1 Cor. 12:27). El texto griego no contiene el artículo determinante “el”. Es decir, Pablo dijo a los miembros de la iglesia en Corinto, “Vosotros sois cuerpo de Cristo”, aplicando el concepto de cuerpo a la iglesia local, donde podemos experimentar el todo de Cristo.
 
No tenemos los mismos dones o capacidades naturales. No todos tenemos la misma función, ni serviremos de la misma manera. Pero, hay algo que cada uno de nosotros puede hacer, y ese algo es crucial. Los miembros del cuerpo cuentan los unos con los otros, y se espera de cada miembro que haga lo que puede hacer. Por lo tanto, trabajemos en amor, y respeto mutuo, haciendo cada cual lo que puede hacer, de la manera que conviene al cuerpo de Cristo.