El libro Apocalipsis fue escrito
para animar al pueblo de Dios en medio de la gran tribulación. Es una
revelación que explica que la persecución es el resultado de una batalla tras
bastidores, una batalla espiritual entre las fuerzas del mal y las fuerzas del
bien, entre el diablo y Jesucristo. Satanás trató de devorar a Jesús antes de
que fuese arrebatado a su trono en el cielo, pero Satanás fracasó (Apoc.
12:1-12). Por lo tanto, Satanás arremetió contra los seguidores de Jesucristo
(Apoc. 12:13-17). Al principio de la visión, Juan
vio a las almas de las víctimas de Satanás, aquellos que habían sido ejecutados
por causa de su fe, clamando bajo el altar, “¿Hasta cuándo, Señor, santo y
verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra?”
(Apoc. 6:9,10). Es comprensible que estuvieran ansiosos de que el Señor viniera
en juicio. Sin embargo, les fue dicho que descansaran un poco más. La visión de Juan continuó,
revelando un cuadro espantoso de sufrimiento y derramamiento de sangre. Pero,
terminó en un “felices para siempre”, con la gloriosa escena del pueblo de Dios
“regresando a casa”. Jesús mismo prometió, “Ciertamente vengo en breve”,
a lo cual Juan añadió un sincero “Amén; sí, ven, Señor Jesús” (Apoc.
22:20). ¿Alguna vez ha orado usted
pidiendo que el Señor venga pronto? ¿Cuál es la diferencia entre los primeros
cristianos y nosotros? ¿Por qué ellos anhelaban que viniera el Señor? Aunque el
contexto de la venida de Jesús, en Apocalipsis 22:20, es una venida del Señor
en juicio sobre la roma pagana, no la venida en el día final, los primeros
cristianos con toda seguridad habrían dado la bienvenida a la venida final con
el mismo gozo, así pues, el punto es el mismo. ¿Será posible que no anhelamos la
venida del Señor porque estamos apegados a este mundo? Para los cristianos del
tiempo de Juan, el mundo no era su verdadero hogar, ellos eran “extranjeros
y peregrinos” (1 Ped. 2:11). Sin embargo, la recreación, las comodidades, los
objetivos profesionales, los planes familiares y los sueños financieros, con
facilidad nos atan a este mundo si no permanecemos sobrios y velando (1 Ped. 5:8).
El solo hecho de ver a nuestros hijos y nietos crecer, podría dejarnos suficientemente
distraídos de la esperanza de la vida eterna. ¿Es sabio comparar el disfrute
temporal de este mundo con el gozo celestial? ¿Será posible que no estemos
preparados para que el Señor venga? Piénselo detenidamente. Cuando el Señor regrese,
el cielo no será el único destino. La Biblia no habla solamente de la “vida
eterna” (Rom. 2:7-11). Por lo tanto, la idea de que Jesús venga pronto es
ciertamente una expectativa terrible para los infieles, quienes están
postergando el arrepentimiento y la fidelidad. Si Jesucristo viniera hoy, ¿está
usted listo? ¿Hay cosas en su vida que necesiten ser cambiadas? Nuestra disposición a orar, “Señor,
ven pronto”, es una señal reveladora de nuestra condición y/o perspectiva
espiritual. Recuerde, La recompensa de la vida eterna es para todos cuantos
terminen la carrera cristiana fielmente, amando la venida de Cristo (2 Tim.
4:8). Por lo tanto, no se limite a cantar aquello, viva amando la venida de
Cristo.