Señor, ven pronto



Por Josué I. Hernández

 
El libro Apocalipsis fue escrito para animar al pueblo de Dios en medio de la gran tribulación. Es una revelación que explica que la persecución es el resultado de una batalla tras bastidores, una batalla espiritual entre las fuerzas del mal y las fuerzas del bien, entre el diablo y Jesucristo. Satanás trató de devorar a Jesús antes de que fuese arrebatado a su trono en el cielo, pero Satanás fracasó (Apoc. 12:1-12). Por lo tanto, Satanás arremetió contra los seguidores de Jesucristo (Apoc. 12:13-17).
 
Al principio de la visión, Juan vio a las almas de las víctimas de Satanás, aquellos que habían sido ejecutados por causa de su fe, clamando bajo el altar, “¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra?” (Apoc. 6:9,10). Es comprensible que estuvieran ansiosos de que el Señor viniera en juicio. Sin embargo, les fue dicho que descansaran un poco más.
 
La visión de Juan continuó, revelando un cuadro espantoso de sufrimiento y derramamiento de sangre. Pero, terminó en un “felices para siempre”, con la gloriosa escena del pueblo de Dios “regresando a casa”. Jesús mismo prometió, “Ciertamente vengo en breve”, a lo cual Juan añadió un sincero “Amén; sí, ven, Señor Jesús” (Apoc. 22:20).
 
¿Alguna vez ha orado usted pidiendo que el Señor venga pronto? ¿Cuál es la diferencia entre los primeros cristianos y nosotros? ¿Por qué ellos anhelaban que viniera el Señor? Aunque el contexto de la venida de Jesús, en Apocalipsis 22:20, es una venida del Señor en juicio sobre la roma pagana, no la venida en el día final, los primeros cristianos con toda seguridad habrían dado la bienvenida a la venida final con el mismo gozo, así pues, el punto es el mismo.
 
¿Será posible que no anhelamos la venida del Señor porque estamos apegados a este mundo? Para los cristianos del tiempo de Juan, el mundo no era su verdadero hogar, ellos eran “extranjeros y peregrinos” (1 Ped. 2:11). Sin embargo, la recreación, las comodidades, los objetivos profesionales, los planes familiares y los sueños financieros, con facilidad nos atan a este mundo si no permanecemos sobrios y velando (1 Ped. 5:8). El solo hecho de ver a nuestros hijos y nietos crecer, podría dejarnos suficientemente distraídos de la esperanza de la vida eterna. ¿Es sabio comparar el disfrute temporal de este mundo con el gozo celestial?
 
¿Será posible que no estemos preparados para que el Señor venga? Piénselo detenidamente. Cuando el Señor regrese, el cielo no será el único destino. La Biblia no habla solamente de la “vida eterna” (Rom. 2:7-11). Por lo tanto, la idea de que Jesús venga pronto es ciertamente una expectativa terrible para los infieles, quienes están postergando el arrepentimiento y la fidelidad. Si Jesucristo viniera hoy, ¿está usted listo? ¿Hay cosas en su vida que necesiten ser cambiadas?  
 
Nuestra disposición a orar, “Señor, ven pronto”, es una señal reveladora de nuestra condición y/o perspectiva espiritual. Recuerde, La recompensa de la vida eterna es para todos cuantos terminen la carrera cristiana fielmente, amando la venida de Cristo (2 Tim. 4:8). Por lo tanto, no se limite a cantar aquello, viva amando la venida de Cristo.