Trabajo inconcluso

 


Por Josué I. Hernández

 
El libro Josué registra cómo Israel conquistó a Canaán, su “tierra prometida”. Bajo el liderazgo de Josué, el pueblo de Dios se unió y obtuvo victorias decisivas sobre varias ciudades de Canaán. El poder de Dios estaba inequívocamente en acción, tal como lo expresó Josué, “Un varón de vosotros perseguirá a mil; porque Jehová vuestro Dios es quien pelea por vosotros, como él os dijo” (Jos. 23:10).
 
Luego de que las principales ciudades-estado fueron derrotadas, Josué repartió la tierra entre las tribus de Israel. En cierto modo, fue una “misión cumplida”, y el Señor dio “reposo a Israel de todos sus enemigos alrededor” (Jos. 23:1). Sin embargo, había asuntos pendientes; quedaba territorio por conquistar en el cual aún moraban cananeos. Israel debía erradicarlos, de lo contrario atraparían al pueblo de Dios (Jos. 23:1-16). Este trabajo debía realizarse a nivel tribal.
 
Hay un principio aquí respecto a nuestra propia salvación, la cual es paralela a la conquista de Canaán por parte de Israel. Nuestra victoria en Cristo comienza cuando obedecemos al evangelio, poniendo nuestra fe en Jesucristo nos arrepentimos, le confesamos como Señor y somos bautizados en él (cf. Hech. 2:38; 8:37,38; Gal. 3:26,27; Col. 2:12), entonces, Dios nos da reposo (cf. Hech. 3:19), y así, estamos lavados, santificados y justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios (1 Cor. 6:11). No obstante, hay asuntos pendientes.
 
Debemos crecer, “desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación” (1 Ped. 2:1). “Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A él sea gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén” (2 Ped. 3:18).
 
Debemos madurar en el discernimiento, “pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal” (Heb. 5:14).
 
Debemos someternos a una metamorfosis, “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Rom. 12:2; cf. Rom. 8:29; 2 Cor. 3:18; 4:16; Col. 3:10).
 
Los israelitas no se ocuparon de sus asuntos pendientes, lo cual resultó desastroso (cf. Jue. 1-2). No cometamos el mismo error. Hay trabajo por hacer.