Algunos preguntaron a Jesús para aprender la verdad, eran fieles buscadores;
otros, por el contrario, buscaban justificarse a sí mismos. El presente
artículo enfoca al segundo tipo de interrogadores. Marcos registró, “Entonces vinieron a él los saduceos, que dicen que no
hay resurrección, y le preguntaron, diciendo: Maestro, Moisés nos escribió
que si el hermano de alguno muriere y dejare esposa, pero no dejare hijos, que
su hermano se case con ella, y levante descendencia a su hermano. Hubo
siete hermanos; el primero tomó esposa, y murió sin dejar descendencia. Y
el segundo se casó con ella, y murió, y tampoco dejó descendencia; y el
tercero, de la misma manera. Y así los siete, y no dejaron descendencia; y
después de todos murió también la mujer. En la resurrección, pues, cuando
resuciten, ¿de cuál de ellos será ella mujer, ya que los siete la tuvieron por
mujer?” (Mar. 12:18-23). Ya sea real o inventada, la circunstancia planteada indicaba un dilema que
para los saduceos parecía irresoluble, y que, tal vez, los hizo ganar algún
debate. La historia los dejaba muy seguros en su razonamiento materialista que
negaba la resurrección de los muertos. La respuesta de Jesús (Mar. 12:24-27) se
sumamente instructiva. Consideremos cuatro cosas. En primer lugar, los saduceos estaban equivocados. Mucha gente cree que las
sagradas Escrituras autorizan todas sus interpretaciones, y que cada
interpretación es tan válida como cualquier otra. Sin embargo, Jesús no era relativista.
Él no dijo “esa es sólo su interpretación”. Jesús dijo, “¿No erráis por
esto, porque ignoráis las Escrituras, y el poder de Dios?... vosotros mucho
erráis” (Mar. 12:24,27). En segundo lugar, las situaciones complejas no niegan la simple y llana
verdad. El reglamento al que se referían los saduceos está registrado en
Deuteronomio 25:5,6. La ley pretendía preservar el nombre y el patrimonio del
familiar difunto. Obviamente, el hecho de que los saduceos no pudieran decidir
este caso no significa que Dios no pudiera hacerlo. Jesús, entonces, señaló
su problema, la ignorancia tanto de las Escrituras como del poder de Dios. Los
casos de repudio que nos parecen tan difíciles, de ninguna manera cambian lo
que Jesús dijo sobre el tema (cf. Mat. 5:32; 19:6,9). Los escenarios de muerte camino
al bautismo no invalidan lo que enseña la Biblia sobre el tema (cf. Hech. 2:38;
22:16; 1 Ped. 3:21). Los casos imaginarios, o experiencias emocionales, no
prueban ni refutan la verdad. En tercer lugar, la respuesta correcta a veces será “ninguna de las
anteriores”. Este fue el caso. Los saduceos ofrecían siete alternativas. Pero,
la cuestión misma es que no habrá matrimonio en la resurrección. Las
alternativas propuestas estaban basadas en un error. Ellos suponían matrimonio
en la resurrección, lo cual parecía afirmar que no habría resurrección, pero
Dios nunca había expresado, ni implicado, tal cosa. Por último, la verdad puede encontrarse en las implicaciones de las
sagradas Escrituras. Luego de señalar el error de razonamiento de los saduceos,
Jesús defendió la doctrina de la resurrección general citando la declaración de
Dios a Moisés, “Yo soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac,
y Dios de Jacob” (Ex. 3:6). Dios había dicho tal cosa mucho tiempo después
de la muerte de los patriarcas mencionados, sin embargo, como indicó Jesús, “Dios
no es Dios de muertos, sino Dios de vivos” (Mar. 12:27). De alguna manera,
los patriarcas muertos todavía continuaban existiendo, es decir, ellos no fueron
aniquilados al momento de la muerte física, solo habían cambiado de lugar y
continuaban vivos más allá. En fin, la inferencia necesaria es una forma válida
de reconocer la verdad.