¿De cuál de los siete será ella mujer?

 


Por Josué I. Hernández

 
Algunos preguntaron a Jesús para aprender la verdad, eran fieles buscadores; otros, por el contrario, buscaban justificarse a sí mismos. El presente artículo enfoca al segundo tipo de interrogadores.
 
Marcos registró, “Entonces vinieron a él los saduceos, que dicen que no hay resurrección, y le preguntaron, diciendo: Maestro, Moisés nos escribió que si el hermano de alguno muriere y dejare esposa, pero no dejare hijos, que su hermano se case con ella, y levante descendencia a su hermano. Hubo siete hermanos; el primero tomó esposa, y murió sin dejar descendencia. Y el segundo se casó con ella, y murió, y tampoco dejó descendencia; y el tercero, de la misma manera. Y así los siete, y no dejaron descendencia; y después de todos murió también la mujer. En la resurrección, pues, cuando resuciten, ¿de cuál de ellos será ella mujer, ya que los siete la tuvieron por mujer?” (Mar. 12:18-23).
 
Ya sea real o inventada, la circunstancia planteada indicaba un dilema que para los saduceos parecía irresoluble, y que, tal vez, los hizo ganar algún debate. La historia los dejaba muy seguros en su razonamiento materialista que negaba la resurrección de los muertos. La respuesta de Jesús (Mar. 12:24-27) se sumamente instructiva. Consideremos cuatro cosas.
 
En primer lugar, los saduceos estaban equivocados. Mucha gente cree que las sagradas Escrituras autorizan todas sus interpretaciones, y que cada interpretación es tan válida como cualquier otra. Sin embargo, Jesús no era relativista. Él no dijo “esa es sólo su interpretación”. Jesús dijo, “¿No erráis por esto, porque ignoráis las Escrituras, y el poder de Dios?... vosotros mucho erráis” (Mar. 12:24,27).
 
En segundo lugar, las situaciones complejas no niegan la simple y llana verdad. El reglamento al que se referían los saduceos está registrado en Deuteronomio 25:5,6. La ley pretendía preservar el nombre y el patrimonio del familiar difunto. Obviamente, el hecho de que los saduceos no pudieran decidir este caso no significa que Dios no pudiera hacerlo. Jesús, entonces, señaló su problema, la ignorancia tanto de las Escrituras como del poder de Dios. Los casos de repudio que nos parecen tan difíciles, de ninguna manera cambian lo que Jesús dijo sobre el tema (cf. Mat. 5:32; 19:6,9). Los escenarios de muerte camino al bautismo no invalidan lo que enseña la Biblia sobre el tema (cf. Hech. 2:38; 22:16; 1 Ped. 3:21). Los casos imaginarios, o experiencias emocionales, no prueban ni refutan la verdad.
 
En tercer lugar, la respuesta correcta a veces será “ninguna de las anteriores”. Este fue el caso. Los saduceos ofrecían siete alternativas. Pero, la cuestión misma es que no habrá matrimonio en la resurrección. Las alternativas propuestas estaban basadas en un error. Ellos suponían matrimonio en la resurrección, lo cual parecía afirmar que no habría resurrección, pero Dios nunca había expresado, ni implicado, tal cosa.
 
Por último, la verdad puede encontrarse en las implicaciones de las sagradas Escrituras. Luego de señalar el error de razonamiento de los saduceos, Jesús defendió la doctrina de la resurrección general citando la declaración de Dios a Moisés, “Yo soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac, y Dios de Jacob” (Ex. 3:6). Dios había dicho tal cosa mucho tiempo después de la muerte de los patriarcas mencionados, sin embargo, como indicó Jesús, “Dios no es Dios de muertos, sino Dios de vivos” (Mar. 12:27). De alguna manera, los patriarcas muertos todavía continuaban existiendo, es decir, ellos no fueron aniquilados al momento de la muerte física, solo habían cambiado de lugar y continuaban vivos más allá. En fin, la inferencia necesaria es una forma válida de reconocer la verdad.