No lo tengáis como enemigo


 
Por Josué I. Hernández
 

“Mas no lo tengáis por enemigo, sino amonestadle como a hermano” (2 Tes. 3:15).

 
Los mandamientos “unos y otros”, que con tanta regularidad encontramos en el Nuevo Testamento, bien expresan la relación que Dios espera ver en sus hijos. Sencillamente, no es de Dios el que sus hijos sean enemigos, o se traten como tales. Por lo tanto, no es de extrañar que no encontremos en la Biblia algún escenario en el cual sea bíblicamente permitido, es decir, divinamente autorizado, el tratarnos como enemigos.
 
A pesar de lo anterior, algunos hermanos actúan como si la falta de amor estuviese justificada por las circunstancias; circunstancias que parecen aprobar diversas expresiones de contienda carnal.  
 
No lo tengáis como enemigo, aunque haya sido disciplinado. A pesar de que alguno se endurezca y rehúse ser restaurado (Gal. 6:1,2; cf. 1 Tes. 5:14), y llegue a ser quitado de la comunión (2 Tes. 3:6), los santos de Dios no deben tratarle como un enemigo.
 
No lo tengáis como enemigo, aunque enseñe diferente doctrina. La prohibición se mantiene a pesar del error doctrinal. Por lo tanto, si la desobediencia de alguno nos impide la comunión con él (cf. 1 Jn. 1:6,7; 2 Jn. 9-11), esto no significa que podamos tratarle como a enemigo.
 
No lo tengáis como enemigo, aunque tenga una opinión distinta. Por muy desagradable que nos parezca alguna opinión (cf. Rom. 14:1-23; 15:1-7), no tenemos permiso bíblico para aborrecer a quien opina de una manera que nos parece tan molesta.
 
No lo tengáis como enemigo, aunque tenga un carácter difícil. El andar cristiano es caracterizado por la humildad y mansedumbre de santos que se soportan con paciencia los unos a los otros en amor, mientras se esfuerzan por mantener y fomentar la unidad del Espíritu (Ef. 4:1-3). El carácter raro de alguno no es justificación para aborrecerle.   
 
 
Simplemente, no hay escenario en el cual sea permitido por Dios el que sus hijos se traten como enemigos. “Pero no lo miréis como a enemigo” (JER), “Mas no por eso le miréis como enemigo” (NC), “y no le consideréis como enemigo” (NT Besson).
 
 
“Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor... Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?” (1 Jn. 4:7,8,20).