Fascinados y desobedientes

 


Por Josué I. Hernández

 
El apóstol Pablo dijo a los gálatas, “Observáis los días, los meses, las estaciones y los años. Temo por vosotros, que quizá en vano he trabajado por vosotros” (Gal. 4:10,11, LBLA). Con esta declaración Pablo señalaba regulaciones mosaicas tales como “comida o bebida, o en cuanto a día de fiesta, o luna nueva, o día de reposo” (Col. 2:16, LBLA). Estas observancias habían sido abolidas por Cristo (cf. Col. 2:14-17), pero los gálatas las obedecían.
 
Cuando el apóstol señaló “el acta de los decretos que había contra nosotros” (Col. 2:14), evidentemente se refería a “la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas” (Ef. 2:15). A pesar de lo anterior, los judaizantes, habían impuesto con éxito algunas observancias que Cristo no requería (Gal. 4:10). Es más, Jesucristo había “cancelado el documento de deuda que consistía en decretos contra nosotros y que nos era adverso” (Col. 2:14, LBLA).
 
La observancia de “elementos sin fuerza ni valor” (Gal. 4:9, JER) a los cuales los gálatas se estaban dedicando, golpeó a Pablo desalentándolo, al punto de que Pablo temió que su trabajo en Galacia resultase en vano. Sencillamente, los gálatas demostraban más fervor por observar las regulaciones religiosas de los judaizantes que por la sincera fidelidad a Cristo (cf. 2 Cor. 11:3). En fin, parecía que Pablo había logrado que los gálatas fuesen libertados de regulaciones y observancias paganas para que fueran esclavizados a observancias y regulaciones de una ley abrogada (cf. Gal. 4:8,9). En otras palabras, los gálatas habían escapado de la esclavitud del paganismo para esclavizarse al ritualismo judaizante.
 
La humanidad habitualmente ha profanado lo que Dios santificó, a la vez que a santificado lo que Dios no ha consagrado. Ambas cosas son pecaminosas, y en ambos casos hay condenación. Los gálatas eran culpables de lo último, al observar religiosamente aquello que Dios no había consagrado.
 
Como podemos observar, los gálatas comenzaron a sujetarse a un calendario litúrgico, “Guardáis los días, los meses, los tiempos y los años” (Gal. 4:10; cf. Col. 2:16), observando rituales, ceremonias y festividades que Cristo no requería para su pueblo (cf. Mat. 15:6,9). Este es un ejemplo elocuente de lo que Pablo llamó, “los débiles y pobres rudimentos” (Gal. 4:8,9) y “yugo de esclavitud” (Gal. 5:1) que quitan de la gracia de Dios (cf. Gal. 5:4).   
 
“Pablo está diciendo que la obediencia estricta a tales días y festivales no tiene nada que ver con la obtención del favor divino. Semejante superstición es totalmente vana como fundamento sobre el cual construir la esperanza de ser justificado en los ojos de Dios; ¡no es más que arena movediza!” (W. Hendriksen).
 
Pablo dijo que los gálatas eran insensatos fascinados, “¡Oh gálatas insensatos! ¿quién os fascinó para no obedecer a la verdad” (Gal. 3:1). El adjetivo “insensatos” (gr. “anoetos”) “significa carente de sentido, una indigna carencia de entendimiento” (Vine). La palabra “fascinar” (gr. “baskaíno”), tiene la connotación de “hechizar”, la idea aquí es que los gálatas fueron encantados, o engañados, para seguir un evangelio corrupto. En otras palabras, hechizados por los judaizantes, los gálatas estaban obedeciendo un evangelio diferente, y desobedeciendo al evangelio de Cristo (cf. Rom. 10:16; 2 Tes. 1:8; 1 Ped. 4:17).
 
Al llamar a los gálatas “insensatos”, Pablo no cuestionó ni ridiculizó la inteligencia de ellos. Pablo amaba a los gálatas, y les trató como a “hermanos” (Gal. 1:2; 1:11; 4:12), e incluso, como a “Hijitos” (Gal. 4:19). Los gálatas no carecían de coeficiente intelectual adecuado, sino de discernimiento espiritual para enfocar y obedecer a la verdad. Estaban como los discípulos que iban camino a Emaús, a los que Cristo dijo “¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho!” (Luc. 24:25).
 
Con la palabra “insensato” el apóstol Pablo “señala tanto a una actitud del corazón como a una cualidad de la mente. Pero no se refiere a la brusquedad sino al descuido pecaminoso de no usar la mente o la capacidad mental para sacar el mejor provecho” (W. Hendriksen).
 
Un “evangelio diferente” (Gal. 1:6) tiene el poder de cautivar la mente, halagando al oído, excitando las emociones, y distrayendo con expectativas falsas; usando, por ejemplo, un calendario litúrgico desconocido en el Nuevo Testamento, que nos deja fascinados y desobedientes (cf. Gal. 3:1; 5:7).