Catolicismo

 


Por Josué I. Hernández

 
La historia del catolicismo es de larga data, si la comparamos, por ejemplo, con la existencia de las naciones americanas. La iglesia católica es anterior al descubrimiento de América. Sin embargo, si comparamos al catolicismo con la iglesia que Cristo estableció, de la cual leemos en el Nuevo Testamento, el catolicismo resulta ser más joven de lo que pensaríamos.  
 
El catolicismo es único en su evolución, la cual abarca, no décadas, sino siglos. Cada cambio en el tiempo, cada nueva doctrina, cada nueva práctica, es una mutación que ha contribuido a la superestructura general. En fin, la construcción de la iglesia católica, tal como hoy la conocemos, abarca siglos.
 
La iglesia del Nuevo Testamento
 
Jesucristo se refirió a su iglesia en tiempo futuro en Mateo 16:18. Más tarde instruyó a sus apóstoles a quedarse en Jerusalén hasta que recibieran poder de lo alto (Hech. 1:4,5; cf. Mar. 9:1). Este poder fue abrumador, fueron bautizados en el Espíritu Santo en el día de Pentecostés (Hech. 2:1-4). A partir del día de pentecostés de Hechos 2, la Biblia hace referencia a la iglesia en tiempo presente. El reino profetizado fue establecido (cf. Dan. 2:44; Mar. 1:14,15). El lugar fue Jerusalén (cf. Is. 2:3), alrededor del año 30 D.C. Por lo tanto, se puede demostrar fácilmente que cualquier sistema religioso que no comienza en este lugar y tiempo no puede ser la iglesia que Cristo estableció; sencillamente, no puede ser la iglesia del Nuevo Testamento.
 
La apostasía
 
No debe sorprendernos que las denominaciones estén separadas de la palabra de Cristo. El Nuevo Testamento advirtió de una apostasía. Las diferentes denominaciones de la actualidad, entre ellas, la Iglesia Católica Romana, son el producto de la apostasía. Considere los siguientes ejemplos:
 
“Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos” (Hech. 20:29,30).
 
“Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios” (2 Tes. 2:3,4).
 
“Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios; por la hipocresía de mentirosos que, teniendo cauterizada la conciencia, prohibirán casarse, y mandarán abstenerse de alimentos que Dios creó para que con acción de gracias participasen de ellos los creyentes y los que han conocido la verdad” (1 Tim. 4:1-3).
 
La Iglesia Ortodoxa Griega
 
Egipto tuvo su propia sucesión de Faraones, Roma tuvo su serie de Césares, y el Imperio Romano de Oriente, es decir, Constantinopla, tuvo una sucesión de Emperadores Bizantinos. Constantino el Grande decretó que la religión oficial del imperio sería la religión de Cristo, para esto convocó al primer Concilio Ecuménico en Nicea, en el año 325 D.C. El resultado del Concilio no fue solo una condena del arrianismo, sino también la promulgación del Credo Niceno, que definía lo que significaba ser cristiano.
 
Para nuestro asombro, los primeros ocho Concilios Generales, o Concilios Ecuménicos, fueron convocados cada uno por directiva del Emperador, no por algún oficial eclesiástico. Los primeros siete de estos Concilios son reconocidos tanto por la Iglesia Ortodoxa Griega como por la Iglesia Católica Romana como “ecuménicos”.

I Concilio de Nicea

325 D.C.

315 griegos

3 latinos

I Concilio de Constantinopla

381 D.C.

150 griegos

1 latino

Concilio de Éfeso

431 D.C.

67 griegos

1 latino

Concilio de Calcedonia

451 D.C.

350 griegos

3 latinos

II Concilio de Constantinopla

553 D.C.

158 griegos

6 latinos

III Concilio de Constantinopla

680 D.C.

51 griegos

5 latinos

II Concilio de Nicea

787 D.C.

370 griegos

7 latinos

 
A los primeros siete Concilios Ecuménicos asistieron 1.487 personas. De ese total, solo 26 fueron latinos, mientras que 1.461 fueron griegos. No es de sorprendernos que las actas de estos siete Concilios se registraron en griego, en cambio, las actas del octavo Concilio, el IV Concilio de Constantinopla, se registraron tanto en griego como en latín.
 
En los primeros siglos hubo numerosas herejías y cismas. El Nuevo Testamento registra como los primeros cristianos tuvieron que enfrentar, además de la persecución, la falsa doctrina (cf. 1 Jn. 4:1; Jud. 3). Así también la Iglesia Ortodoxa Griega procuró combatir el error doctrinal. No fue hasta el año 1054 D.C., cuando las iglesias occidentales se apartaron de las iglesias griegas de oriente. En este año el Papa de Roma y el Patriarca de Constantinopla se excomulgaron mutuamente.
 
Algunas doctrinas y prácticas de la Iglesia Ortodoxa Griega
 
Este movimiento religioso rechaza la idea de que el Obispo romano tenga un obispado mundial sobre todas las iglesias, a la vez que rechaza la idea de que el Papa romano sea, en algún sentido, “infalible”, es decir, incapaz de equivocarse en cuestiones de fe y moral. La iglesia griega también rechaza “la doctrina del purgatorio” y “la inmaculada concepción”. A los sacerdotes griegos se les permite el matrimonio mientras se abstienen de usar instrumentos musicales en su culto.
 
La Iglesia Occidental: Católica Romana
 
Las diferencias en doctrina y práctica que contribuyeron al “Gran Cisma” entre las iglesias orientales y occidentales, en el año 1054 D.C., son las doctrinas que se han vuelto particularmente católico-romanas.
 
Es interesante notar que el uso de la palabra griega “católica”, no es peculiar de la Iglesia Romana. La palabra “católica” no se encuentra en las Sagradas Escrituras, por lo que nunca se usó para describir a la iglesia del Nuevo Testamento, mucho menos se usó como un nombre propio. La palabra significa “universal”, y, por lo tanto, describe apropiadamente el alcance universal del evangelio de Cristo, el cual al ser proclamado resulta en el establecimiento de iglesias locales del Señor. Sin embargo, es inapropiado tomar una palabra que significa “universal” limitándola al griego, al romano, o a otro límite restrictivo.
 
Algunas enseñanzas y prácticas particulares de la Iglesia Romana son las siguientes:
  • Obispo mundial de todas las iglesias: El Papa de Roma.
  • Consejos mundiales: Emiten decretos para todas las congregaciones.
  • Colegio cardenalicio: Elegir al sumo pontífice en caso de fallecimiento o renuncia del anterior, así como brindar asesoría y consejo al Papa.
  • Infalibilidad papal: Incapaz de cometer errores al hablar sobre la fe y la moral de toda la iglesia (ex cathedra).
  • Culto o veneración de imágenes y reliquias.
  • Oración a los santos muertos.
  • La inmaculada concepción de la madre de Jesús.
  • La asunción corporal de María directamente al cielo.
  • Purgatorio: oraciones a favor de los que ya han muerto.
  • Transustanciación: El cuerpo y la sangre literales de Cristo, producidos por las oraciones sacerdotales, cambiando el pan sin levadura y el fruto de la vid.
 
Existen otras doctrinas particulares a la Iglesia Romana, las enlistadas aquí sirven para demostrar que la Iglesia Católica Romana, tal como hoy la conocemos, es muy diferente a como fue conocida hace décadas, e incluso, siglos atrás.
 
Conclusión
 
Cristo fundó una sola iglesia y podemos examinar y entender la naturaleza de esta iglesia estudiando el Nuevo Testamento. La Iglesia Católica es totalmente diferente a la iglesia que Cristo estableció, por lo tanto, no es raro que la Iglesia Romana sea desconocida en las páginas del Nuevo Testamento.
 
La Iglesia Católica es una organización de la sabiduría humana; por lo tanto, es terrenal en todo aspecto (cf. Mat. 21:25). Debido a lo anterior, su sede de gobierno es terrenal, el Vaticano, en Roma, Italia. Por el contrario, la iglesia que Cristo estableció no tiene una sede de gobierno terrenal, su jefe está en el cielo, Jesucristo el Hijo de Dios (Mat. 28:18).