Por Josué I. Hernández
Si bien podemos dejarnos influenciar por personas cercanas o lejanas, e incluso, por completos extraños (¿no sucede esto usando Internet?), las personas más cercanas a nosotros tienden a ejercer mayor influencia en nuestra vida. Por lo tanto, debemos usar de sabiduría para discriminar a quiénes dejaremos entrar a nuestro círculo más íntimo. Dicho de otra manera, debemos escoger con sabiduría aquellos con quienes nos asociamos.
“No te entremetas con el iracundo, ni te acompañes
con el hombre de enojos, no sea que aprendas sus maneras, y tomes lazo
para tu alma”
(Prov. 22:24,25).
“El que anda con sabios, sabio será; mas el que se
junta con necios será quebrantado” (Prov. 13:20).
“No erréis; las malas conversaciones corrompen las
buenas costumbres” (1 Cor. 15:33).
Todos damos algún tipo de ejemplo. A menudo no nos damos cuenta del efecto que tenemos en los demás. Tal vez, algunas cosas que nos parecen pequeñas o sencillas están produciendo alguna consecuencia poderosa. Es más, lo que hacemos podría continuar influenciando a otros mucho después de que nos hayamos ido (cf. Heb. 11:4).