Influencia

 


Por Josué I. Hernández

 
La influencia es la capacidad de provocar un efecto de forma indirecta, sin utilizar la fuerza, ni ejercer autoridad directa. La Biblia tiene mucho que decirnos sobre la influencia, comenzando con el reconocimiento de su realidad, “¿No sabéis que un poco de levadura leuda toda la masa?” (1 Cor. 5:6; cf. Gal. 5:9).
 
Algunos somos más fácilmente influenciables que otros. Juan el Bautista no era una caña sacudida por el viento (cf. Mat. 11:7), pero Herodes estaba presionado por quienes lo rodeaban (Mar. 6:14-28).
 
Como siempre, una evaluación personal siempre será útil (2 Cor. 13:5). Lo más probable es que nos dejemos influenciar más fácilmente en algunas áreas más que en otras. A la vez, el tipo de influencia a la cual nos sujetemos hará la diferencia.
 
Si bien podemos dejarnos influenciar por personas cercanas o lejanas, e incluso, por completos extraños (¿no sucede esto usando Internet?), las personas más cercanas a nosotros tienden a ejercer mayor influencia en nuestra vida. Por lo tanto, debemos usar de sabiduría para discriminar a quiénes dejaremos entrar a nuestro círculo más íntimo. Dicho de otra manera, debemos escoger con sabiduría aquellos con quienes nos asociamos.
 
“No te entremetas con el iracundo, ni te acompañes con el hombre de enojos, no sea que aprendas sus maneras, y tomes lazo para tu alma” (Prov. 22:24,25).
 
“El que anda con sabios, sabio será; mas el que se junta con necios será quebrantado” (Prov. 13:20).
 
“No erréis; las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres” (1 Cor. 15:33).
 
Es importantísimo reconocer que nadie estará en mejor posición de influencia sobre nosotros que nuestro cónyuge (cf. 1 Ped. 3:1,2).
 
Las fuentes de influencia que afectan nuestra vida podrían incluir a escritores, youtubers, famosos de la televisión, influencers, etc. Sencillamente, un error repetido con frecuencia no parece tan malo después de un tiempo. El pecado maquillado bajo una luz favorable no parece tan “feo2, es más, se ve “bien”. He aquí el “engaño del pecado” (Heb. 3:13).
 
Los padres no deben bajar la guardia en la crianza de sus hijos (Ef. 6:4). Los padres pueden ser una verdadera muralla protectora, y una fuente de influencia poderosa (cf. 2 Tim. 1:5; 3:15), si enseñan con diligencia y repiten la verdad las veces que sea necesario (cf. Deut. 6:8,9).
 
Es imposible aislarnos de todas las influencias que fermentan la sociedad. La mayoría de ellas perniciosas y corruptoras: “Sabemos que somos de Dios, y el mundo entero está bajo el maligno” (1 Jn. 5:19). Es imprescindible, por lo tanto, ser diligentes para no conformarnos a este siglo, sino transformarnos mediante la renovación de nuestra forma de pensar (cf. Rom. 12:2).
 
En la guerra de influencias el destino de las almas está involucrado, y Dios espera que su pueblo sea una influencia de bien, como “sal” y “luz” (Mat. 5:13-16). Para que esto sea realidad, debemos ser consistentes al caminar por fe (cf. 2 Cor. 5:7; Gal. 5:25), conduciéndonos con temor en nuestra peregrinación (1 Ped. 1:17), absteniéndonos de los deseos carnales (1 Ped. 2:11), manteniendo buena nuestra manera de vivir (1 Ped. 2:12).
 
Para contrarrestar la influencia de Satanás, permaneciendo como sal y luz, debemos hacer lo correcto, y defender lo correcto, incluso cuando hermanos no lo hagan (cf. Gal. 2:11-13). En fin, Dios nos hace responsables por el tipo de influencia que somos (Mat. 18:6,7) y a él queremos agradar (cf. 2 Cor. 5:9; Col. 1:10).
 
Usualmente, quienes poseen roles protagónicos suelen tener mayor influencia, por lo tanto, debemos elegirlos con cuidado. En otras palabras, debemos seleccionar quiénes influirán en nuestra vida, porque su influencia nos ayudará o nos perjudicará.
 
Todos damos algún tipo de ejemplo. A menudo no nos damos cuenta del efecto que tenemos en los demás. Tal vez, algunas cosas que nos parecen pequeñas o sencillas están produciendo alguna consecuencia poderosa. Es más, lo que hacemos podría continuar influenciando a otros mucho después de que nos hayamos ido (cf. Heb. 11:4).