El pacto de Dios con Noé

 


Por Josué I. Hernández

 
Luego del diluvio universal, es decir, la inundación global (cf. Gen. 7:19-23), Dios hizo un pacto con Noé, asegurándole que nunca más destruiría el mundo con un cataclismo semejante (Gen. 9:9-17).
 
Noé vivió en una época de violencia y corrupción extremas, “la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal” (Gen. 6:5,6), “Pero Noé halló gracia ante los ojos de Jehová” (Gen. 6:8). Evitando que alguna mala asociación lo corrompiera (cf. 1 Cor. 15:33; Prov. 13:20), y siguiendo el ejemplo de su bisabuelo (Gen. 5:22), “con Dios caminó Noé” (Gen. 6:9).
 
El mismo Dios que vio “la maldad de los hombres” (Gen. 6:5,11,12) vio la justicia y piedad de Noé (Gen. 6:8,9). Entonces, el Señor eligió a Noé para una gran obra, revelándole su intención de destruir el mundo con un diluvio y ordenándole que construyera un arca en la cual él y su familia sobrevivirían, “Y lo hizo así Noé; hizo conforme a todo lo que Dios le mandó” (Gen. 6:13-22).
 
El autor a los hebreos escribió lo siguiente, “Por la fe Noé, cuando fue advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca en que su casa se salvase; y por esa fe condenó al mundo, y fue hecho heredero de la justicia que viene por la fe” (Heb. 11:7).
 
Noé predicó con fidelidad, “cuando una vez esperaba la paciencia de Dios… mientras se preparaba el arca” (1 Ped. 3:20). Sin embargo, no se arrepintieron, “estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca” (Mat. 24:38), y “no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos” (Mat. 24:39). Así pues, Dios “no perdonó al mundo antiguo, sino que guardó a Noé, pregonero de justicia, con otras siete personas, trayendo el diluvio sobre el mundo de los impíos” (2 Ped. 2:5).
 
La Biblia dice que cuando el arca estaba lista, Noé y su familia entraron en ella, y vinieron con Noé toda clase de animales según el plan de Dios, “y Jehová le cerró la puerta” (Gen. 7:13-16).
 
Finalizando el diluvio, Noé salió y construyó un altar e hizo un holocausto (Gen. 8:20), expresando de esta manera su gratitud, devoción, y el compromiso de plena consagración. La Biblia dice que este holocausto fue aceptado por Dios (Gen. 8:21). Entonces, el Señor prometió a Noé y a su descendencia, entre los cuales estamos nosotros, que nunca más destruiría el mundo con un diluvio universal (Gen. 9:11,15), estableciendo el arcoíris como señal distintiva de su promesa (Gen. 9:12,13). Desde entonces, cada vez que el arcoíris se observa en el cielo, Dios se acuerda del pacto que hizo (Gen. 9:14,15).
 
Otra parte del pacto con Noé involucra el reconocimiento y responsabilidad por la vida humana, y el castigo a quien derrame la sangre de su prójimo, “El que derramare sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada; porque a imagen de Dios es hecho el hombre” (Gen. 9:6).
 
Cada vez que veamos un arcoíris en el cielo recordemos el acuerdo de Dios con la humanidad, y los términos de dicho acuerdo. Este pacto no ha sido abolido, sigue vigente.