Se ha vuelto común el oír afirmaciones sobre alguna guía directa y personal
del Espíritu Santo. No son pocos los que afirman ser dirigidos directamente por
él, y afirman que el Espíritu Santo es el director de sus ideas y el inspirador
de sus decisiones. Luego, esta creencia resulta ser la base de su confianza en
relación con Dios. Sin embargo, cuando vamos a la Biblia aprendemos algo
diferente. Veamos. En el capítulo 7 del libro Hechos, Esteban estaba siendo juzgado ante el
Concilio (cf. Hech. 6:15), el Sanedrín, es decir, el tribunal supremo de los
judíos. Esteban fue acusado de blasfemia por exponer acerca del fin del
servicio en el templo y la ley de Moisés (cf. Hech. 6:13,14). La Biblia dice
que Esteban habló con sabiduría en el Espíritu (Hech. 6:10) y lleno del
Espíritu Santo (Hech. 7:55). La defensa de Esteban fue un discurso de la historia de Israel, que se
centró en las formas en que habían ignorado a los representantes de Dios, y
concluyó sin rodeos, diciendo: “¡Duros de cerviz, e incircuncisos de corazón
y de oídos! Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo; como vuestros padres,
así también vosotros. ¿A cuál de los profetas no persiguieron vuestros padres?
Y mataron a los que anunciaron de antemano la venida del Justo, de quien
vosotros ahora habéis sido entregadores y matadores; vosotros que
recibisteis la ley por disposición de ángeles, y no la guardasteis” (Hech.
7:51-53). Los profetas fueron los medios por los que el Espíritu Santo habló en ciertos
momentos cuando la revelación iba progresando. Siempre que el pueblo rechazó el
mensaje de los profetas, estaba resistiendo al Espíritu Santo: “Dios,
habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres
por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo”
(Heb. 1:1,2; cf. 2 Ped. 1:21; Neh. 9:30). El Nuevo Testamento es la revelación de la completa y definitiva
comunicación de Dios. Es inspirado por el mismo Espíritu Santo (cf. Ef. 3:3-5).
Por lo tanto, cuando desobedecemos lo que el Nuevo Testamento dice estamos
resistiendo al Espíritu Santo. Dios no nos guía a través de sueños, sentimientos e ideas abrumadoras. La
guía de Dios no es subjetiva sino objetiva. La verdad que nos hace libres (Jn.
8:32) es la palabra de Dios (Jn. 17:17), la cual ha sido revelada una vez para
siempre (Jud. 3). Un espíritu impío podría sugerir cosas a nuestro corazón que contradicen al
Nuevo Testamento de Cristo, pero no debemos creerle (1 Jn. 4:1,6). Debemos
examinarlo todo y retener lo bueno (1 Tes. 5:21) escudriñando las sagradas
Escrituras para ver si las cosas, incluyendo lo que pensamos y sentimos, son
así o no (Hech. 17:11). El Espíritu Santo no contradice el Nuevo Testamento que el mismo inspiró. Si alguna revelación se opone a la revelación del Espíritu Santo por medio de los apóstoles de Cristo (cf. Jn. 14:26; 15:26; 16:13,14; Hech. 2:42; Ef. 2:20) tal revelación no es del Espíritu Santo sino de un espíritu impío. Pablo, uno de los apóstoles de Cristo, dijo: “Si alguno piensa que es
profeta o espiritual, reconozca que lo que os escribo es mandamiento del
Señor. Pero si alguno no reconoce esto, él no es reconocido” (1 Cor.
14:37,38, LBLA).