“Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre
que está en los cielos es perfecto” (Mat. 5:48).
A primera vista tenemos aquí un texto muy difícil, aparentemente, imposible
de aplicar. “¿Quién podría ser perfecto como Dios?”, diría alguno. Además, “nadie
es perfecto”, dirá la mayoría. Sin embargo, este es el plan del Señor para sus
discípulos. Si Mateo 5:48 dice que debemos vivir vidas perfectas al nivel de Dios, sin
llegar a cometer falta alguna, entonces, obviamente, tenemos un problema. Pero
¿es lo que dice el pasaje en su contexto? ¿Y si la palabra “perfectos” tiene una acepción que no estamos
considerando? ¿Y si el contexto nos da la clave para comprender la palabra? ¿Habrá
otros textos bíblicos en que la palabra se usa y que pueden ayudarnos a entender
este pasaje?
El significado de “perfecto”
La palabra “perfecto” en la Biblia suele significar “completo”, “consumado”
o “realizado”. Jesús fue hecho “perfecto” a través del sufrimiento al completar
el plan del Padre para con él como nuestro Salvador (cf. Heb. 2:10; 5:8,9)
conforme al propósito eterno de Dios en él (Ef. 3:11). La palabra “perfecto” también suele significar “maduro”. En Filipenses
3:15, el apóstol Pablo dijo, “Así que, todos los que somos perfectos, esto
mismo sintamos”.
El contexto de Mateo 5:48
Procurando que sus discípulos demuestren el carácter de los ciudadanos de
su reino (Mat. 5:1-19), Jesús contrasta la interpretación tradicional de los
escribas y fariseos con su enseñanza (cf. Mat. 5:20; 5:38,39). Entonces, Jesús enseñó
cuál debe ser nuestra actitud hacia aquellos que nos hacen la vida difícil, e
incluso, procuran nuestro mal (Mat. 5:40-44). Jesús dijo que debemos amar a nuestros “enemigos” (Mat. 5:44) “para
que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos” (Mat. 5:45). Dios actúa con buena voluntad hacia todos los mortales. Por lo tanto, si
actuamos como nuestro Padre celestial, seguiremos su ejemplo de amor (“buena
voluntad activa”) tanto hacia los buenos como hacia los malos. Porque, si
solamente amamos a quienes nos aman, pero no amamos a nuestros enemigos, no
somos mejores que los incrédulos del mundo (Mat. 5:13,16). Los pecadores del
mundo también aman a quienes los aman. Cuando Jesús dijo, “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre
que está en los cielos es perfecto” (Mat. 5:48), él estaba indicando que
nuestro amor sea completo, o realizado, como el amor de Dios, el cual se
extiende a todos. Un amor universal. Dicho de otra manera, Dios ama a todos,
incluso a los malos (cf. Mat. 5:45; Jn. 3:16; Hech. 14:16,17). Así es como
podemos ser tan perfectos como Dios. Nuestro amor debe crecer y madurar, para
incluir a nuestros enemigos. Sencillamente, si no amamos a nuestros enemigos no
actuamos como deben hacerlo los hijos de Dios.
Otros pasajes que nos ayudan a entender
El apóstol Pablo dijo, “Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados”
(Ef. 5:1). Los buenos hijos de Dios imitan a su Padre, siguen su ejemplo, se
adaptan a su modelo de conducta. Nuevamente, vemos que Dios nos deja un ejemplo
para el ámbito de las actitudes hacia nuestro prójimo. Anteriormente Pablo
había dicho, “Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y
maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros,
misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a
vosotros en Cristo” (Ef. 4:31,32). Nuestra disposición hacia nuestro prójimo debe imitar la disposición de
nuestro Padre celestial. Si no, ¿qué derecho tenemos de ser llamados sus hijos? El apóstol Pedro dijo, “sino, como aquel que os llamó es santo, sed
también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito
está: Sed santos, porque yo soy santo” (1 Ped. 1:15,16). Nuevamente
aprendemos sobre la urgencia de conformar nuestras vidas a las cualidades y
normas de Dios.
Conclusión
Debemos prestar atención al mandato de nuestro Salvador, “Sed, pues,
vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”
(Mat. 5:48). Sin embargo, debemos evitar la aplicación de este mandamiento a
las áreas en las cuales Jesús nunca tuvo la intención de que se aplicara. El Señor estaba hablando del amor que caracteriza a los hijos de Dios. Ese
amor debe ser completo, extendiéndose a todos, incluyendo a los enemigos que
nos odian y buscan nuestro mal.