Perfectos

 


Por Josué I. Hernández
 

“Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mat. 5:48).

 
A primera vista tenemos aquí un texto muy difícil, aparentemente, imposible de aplicar. “¿Quién podría ser perfecto como Dios?”, diría alguno. Además, “nadie es perfecto”, dirá la mayoría. Sin embargo, este es el plan del Señor para sus discípulos.
 
Si Mateo 5:48 dice que debemos vivir vidas perfectas al nivel de Dios, sin llegar a cometer falta alguna, entonces, obviamente, tenemos un problema. Pero ¿es lo que dice el pasaje en su contexto?
 
¿Y si la palabra “perfectos” tiene una acepción que no estamos considerando? ¿Y si el contexto nos da la clave para comprender la palabra? ¿Habrá otros textos bíblicos en que la palabra se usa y que pueden ayudarnos a entender este pasaje?
 
El significado de “perfecto”
 
La palabra “perfecto” en la Biblia suele significar “completo”, “consumado” o “realizado”. Jesús fue hecho “perfecto” a través del sufrimiento al completar el plan del Padre para con él como nuestro Salvador (cf. Heb. 2:10; 5:8,9) conforme al propósito eterno de Dios en él (Ef. 3:11).
 
La palabra “perfecto” también suele significar “maduro”. En Filipenses 3:15, el apóstol Pablo dijo, “Así que, todos los que somos perfectos, esto mismo sintamos”.
 
El contexto de Mateo 5:48
 
Procurando que sus discípulos demuestren el carácter de los ciudadanos de su reino (Mat. 5:1-19), Jesús contrasta la interpretación tradicional de los escribas y fariseos con su enseñanza (cf. Mat. 5:20; 5:38,39). Entonces, Jesús enseñó cuál debe ser nuestra actitud hacia aquellos que nos hacen la vida difícil, e incluso, procuran nuestro mal (Mat. 5:40-44).
 
Jesús dijo que debemos amar a nuestros “enemigos” (Mat. 5:44) “para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos” (Mat. 5:45).
 
Dios actúa con buena voluntad hacia todos los mortales. Por lo tanto, si actuamos como nuestro Padre celestial, seguiremos su ejemplo de amor (“buena voluntad activa”) tanto hacia los buenos como hacia los malos. Porque, si solamente amamos a quienes nos aman, pero no amamos a nuestros enemigos, no somos mejores que los incrédulos del mundo (Mat. 5:13,16). Los pecadores del mundo también aman a quienes los aman.
 
Cuando Jesús dijo, “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mat. 5:48), él estaba indicando que nuestro amor sea completo, o realizado, como el amor de Dios, el cual se extiende a todos. Un amor universal. Dicho de otra manera, Dios ama a todos, incluso a los malos (cf. Mat. 5:45; Jn. 3:16; Hech. 14:16,17). Así es como podemos ser tan perfectos como Dios. Nuestro amor debe crecer y madurar, para incluir a nuestros enemigos. Sencillamente, si no amamos a nuestros enemigos no actuamos como deben hacerlo los hijos de Dios.
 
Otros pasajes que nos ayudan a entender
 
El apóstol Pablo dijo, “Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados” (Ef. 5:1). Los buenos hijos de Dios imitan a su Padre, siguen su ejemplo, se adaptan a su modelo de conducta. Nuevamente, vemos que Dios nos deja un ejemplo para el ámbito de las actitudes hacia nuestro prójimo. Anteriormente Pablo había dicho, “Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo” (Ef. 4:31,32).
 
Nuestra disposición hacia nuestro prójimo debe imitar la disposición de nuestro Padre celestial. Si no, ¿qué derecho tenemos de ser llamados sus hijos?
 
El apóstol Pedro dijo, “sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo” (1 Ped. 1:15,16). Nuevamente aprendemos sobre la urgencia de conformar nuestras vidas a las cualidades y normas de Dios.
 
Conclusión
 
Debemos prestar atención al mandato de nuestro Salvador, “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mat. 5:48). Sin embargo, debemos evitar la aplicación de este mandamiento a las áreas en las cuales Jesús nunca tuvo la intención de que se aplicara.
 
El Señor estaba hablando del amor que caracteriza a los hijos de Dios. Ese amor debe ser completo, extendiéndose a todos, incluyendo a los enemigos que nos odian y buscan nuestro mal.