¿Es Jesucristo el Hijo de Dios desde la eternidad?

 


Por Josué I. Hernández

 
Los errores acerca de la persona de Jesucristo han existido desde que él estuvo en la tierra. Por ejemplo, algunos sostuvieron que él estaba poseído por demonios (Jn. 10:20), otros le acusaron de ser un comilón y bebedor (Mat. 11:19), y otros le acusaron de blasfemia (Mar. 2:7). Incluso, algunos insinuaron que él nació de fornicación (Jn. 8:41).
 
Algunos gnósticos afirmaron que Jesucristo fue un ser espiritual que parecía tener cuerpo, parecía ser humano, pero no vino en carne (cf. 1 Jn. 4:2,3). Más tarde, algunos comenzaron a enseñar que el Hijo de Dios fue creado, que hubo un tiempo en que el Hijo de Dios no existía.
 
Algunos enseñan que Jesús y el Padre son la misma persona, que en un momento es Padre, y luego, actúa como Hijo. Otros, simplemente afirman que Jesús no existió, y otros dicen que él fue un buen hombre, un gran sabio o filósofo.
 
En fin, los errores que se han enseñado respecto a Jesucristo son muchos, y se han multiplicado con el paso de los años.
 
Mediante conceptos filosóficos paganos que pretendían explicar el aspecto ontológico del Hijo de Dios en la deidad, una nueva doctrina fue adoptada por la apostasía en evolución, apostasía que se cristalizó en el catolicismo. Posteriormente, una mayoría dentro del movimiento protestante también adoptó esta doctrina. En el presente artículo nos referiremos a ella.
 
¿Cuál es esta idea falsa sobre el Hijo de Dios? El dogma de la filiación eterna del Verbo, es decir, la noción de que Jesucristo en la eternidad pasada siempre fue el Hijo de Dios, que es eternamente engendrado, o generado, por el Padre, y, por lo tanto, procede de él.
 
No son pocos los volúmenes de teología sistemática que enseñan que el Padre engendra, que el Hijo es engendrado y que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo. Los tales afirman que Dios el Padre es un Padre eterno para su Hijo. Sin embargo, la Biblia no habla de relaciones eternas de origen en la deidad.
 
La filiación eterna del Hijo de Dios
 
Está documentado el hecho de que algunos de los llamados “padres de la iglesia” usaron un lenguaje que insinuaba la doctrina de la generación del Hijo de Dios, mientras intentaban explicar y defender la doctrina de la deidad. Algunos sostuvieron que Dios, teniendo dentro de sí mismo su palabra, o razón, generó esta palabra (gr. “logos”) tal como la mente del que habla emite la palabra, y que esta palabra es el individuo que creó el mundo y se encarnó como Jesucristo.
 
Un exponente reconocido por enseñar la generación del Hijo de Dios fue Orígenes (185-254 D.C.), quien afirmó que Jesucristo “nació del Padre antes que todas las cosas”. Sin embargo, esta doctrina ganó impulso al ser incorporada en el Credo de Nicea (325 D.C.), donde el Hijo de Dios es descrito como “engendrado del Padre antes de todos los siglos”.
 
Agustín de Hipona (354-430 D.C.), le dio a esta doctrina considerable notoriedad. Con su espíritu especulativo, y yendo, como solía, más allá de lo que está escrito (1 Cor. 4:6; 1 Ped. 4:11), ejerció mucha influencia con sus ideas sobre la naturaleza de Dios. La teología escolástica, y luego, la reforma protestante, siguieron el enfoque de Agustín.
 
El dogma de la filiación eterna, o generación eterna, de Jesucristo es erróneo porque contradice las afirmaciones más claras de la Biblia. Por lo tanto, esta doctrina no se volverá bíblica porque encontremos evidencia de que fue enseñada antes, o después, del Credo de Nicea. Sencillamente, Jesucristo, sus apóstoles y los profetas la contradicen, ya sea expresamente, por declaraciones directas, o implícitamente, al ignorar su existencia. En otras palabras, la doctrina de la generación eterna del Hijo de Dios es desconocida en las sagradas Escrituras. Sencillamente, este dogma es una intrusión de la filosofía pagana.
 
Piense en lo siguiente. Si el Hijo de Dios fue engendrado, necesariamente, él no es Dios eterno, porque la eternidad es una cualidad intrínseca de la deidad. Dios existe “Antes que naciesen los montes y formases la tierra y el mundo, desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios” (Sal. 90:2).
 
Aquellos que enseñan que Jesucristo es Hijo engendrado por el Padre desde la eternidad, no son fieles “administradores de los misterios de Dios” (1 Cor. 4:1,2), los tales no enseñan la verdad, son falsos maestros.
 
Existencia eterna, no generación eterna
 
El individuo divino que se encarnó como Jesucristo es designado por Isaías como “Padre Eterno” (Is. 9:6). Miqueas dijo que “sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad” (Miq. 5:2).
 
El apóstol Juan afirmó la eternidad del Verbo, declarando su existencia eterna. Pero, Juan nunca enseñó alguna generación eterna:
  • “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios” (Jn. 1:1). Juan dice que “era”, tiempo imperfecto, es decir, “siempre fue”. Se expresa existencia sin referencia a tiempo, “una existencia continua… existencia atemporal” (A. T. Robertson).
  • “De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy” (Jn. 8:58). Esta declaración de Jesucristo es suficiente en sí misma. Él no dijo “llegué a ser”, él dijo “yo soy”.
  • “Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese” (Jn. 17:5). Aquí, “tuve” significa “siempre tuve”. No hay momento en que comenzó a tenerla. 
 
Los pasajes del Antiguo Testamento que hablan de Jehová y que se aplican a Cristo, indican su existencia eterna. El uso del nombre sagrado señala a quien es absolutamente existente por sí mismo, que no tiene principio ni dependencia de otro (cf. Ex. 3:14; Is. 40:3; Is. 44:6; Jer. 23:5,6; Mat. 3:3; Apoc. 1:17).
 
Cuando el apóstol Pablo se refería a Jesucristo como “Señor” (gr. “kurios”), usó el término que en el Antiguo Testamento griego se emplea para reemplazar el nombre sagrado Jehová (ej. Fil. 2:11; Is. 45:23). No obstante, Pablo no podría haber usado esta palabra que identifica a Jesucristo como Jehová sin declarar su existencia eterna.
 
En la Biblia no hay referencia al origen del Verbo, porque no tiene principio. Sencillamente, no hay momento cuando el Verbo no “era” (Jn. 1:1,2,4,8,9,10). Por el contrario, las “cosas” tuvieron un comienzo (Jn. 1:3,6,10), es decir, “llegaron a ser”.
 
Una contradicción lógica
 
El dogma de la filiación eterna queda desacreditado por la autocontradicción, aunque se pretenda una distinción artificial entre “engendrado” y “creado” respecto al Hijo de Dios. Decir que el Hijo fue engendrado eternamente es incoherente, es un absurdo semántico. La ridiculez de semejante doctrina se sintetiza en la frase “el Hijo es eternamente generado por el Padre”. ¿Cómo puede ser engendrado sin un comienzo definido? ¿Cómo puede ser igual al Padre si procede de él? ¿Dónde enseña la Biblia tales fantasías?
 
Los teóricos de la generación eterna se ven obligados a usar la jerga más confusa y sofisticada, en un intento de convencer con un laberinto de tecnicismos que contorsionan el lenguaje. Ni Jesucristo, ni sus apóstoles, hablaban así.
 
Los exponentes de la generación eterna deben aprender que, “Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios” (1 Ped. 4:11). “No añadas a sus palabras, para que no te reprenda, y seas hallado mentiroso” (Prov. 30:6; cf. Deut. 4:2; 1 Cor. 4:6; 2 Tim. 1:13).
 
Si el lenguaje realmente transmite significado discernible, es imposible tener al mismo tiempo a un Padre eterno y a un Hijo engendrado, o generado, eternamente. La “lógica” de Agustín, y la de tantos otros, es ilógica. El lenguaje exige que un padre que engendra preceda a su hijo engendrado, si hablamos de un engendramiento literal. Luego, si alguno no tiene hijos no puede ser un padre, porque no ha engendrado aún; mientras que llega a ser padre cuando engendra. En semejante caso, no solo se contradice la multitud de pasajes que afirman la naturaleza eterna de Jesucristo, sino que se abre la puerta a la herejía de los seguidores de Arrio.
 
Algunas preguntas oportunas son la siguientes: ¿Enseña la Biblia que el Verbo fue engendrado, procediendo del Padre, eternamente? ¿Es el engendramiento una acción de procedencia eterna o una acción diferente? Si es diferente, ¿en qué sentido fue engendrado el Hijo de Dios? ¿Cuándo sucedió esto?
 
Engendrado por el Padre
 
Es necesario reconocer que la frase “Hijo de Dios” se aplica a Cristo más de 40 veces en el Nuevo Testamento, pero nunca se usa para referirse a la existencia del Verbo antes de nacer de María, ni se aplica a su encarnación. Es decir, Jesucristo no es Hijo de Dios generado eternamente por el Padre, ni es Hijo de Dios debido a su encarnación. Antes de su encarnación es llamado “el Verbo” (ej. Jn. 1:1,14).
 
Cuando Gabriel dijo “el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios” (Luc. 1:35), él no habló de filiación eterna, sino de un evento futuro. Es decir, antes de su encarnación el Verbo no era “engendrado eternamente por el Padre”. Gabriel dijo “será llamado Hijo de Dios”, y dijo esto mirando al futuro, no al pasado eterno.  
 
Gabriel dijo a María, “Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre” (Luc. 1:32). Si Jesucristo es el Hijo de Dios engendrado por el Padre antes de todos los siglos, ¿también estuvo sentado en el trono de David desde la eternidad?
 
Algunos dicen que el salmo 2 prueba la generación eterna del Hijo de Dios. Sin embargo, la expresión “Mi hijo eres tú; Yo te engendré hoy” (Sal. 2:7) nunca podrá aplicarse a la eternidad. Es una profecía que señalaba un evento que se cumpliría 1.000 años después. Cuando David dijo “te engendré hoy” no dijo “te engendré desde la eternidad”, “hoy” no es “eternidad”.
 
Considere la siguiente profecía: “Yo también le pondré por primogénito, el más excelso de los reyes de la tierra” (Sal. 89:27). Si Cristo fue el “primogénito” (Hijo) literal desde la eternidad, ¿por qué la profecía presenta su primogenitura como un evento futuro? El texto dice: “le pondré por primogénito”.
 
Nuevamente, hablar de un “engendramiento eterno” es hablar sin sentido, y peor aún, es torcer las sagradas Escrituras (cf. 2 Ped. 3:16). El engendramiento del Verbo para ser declarado Hijo de Dios no es literal, naciendo de un padre y una madre, etc., sino figurativo, es una expresión idiomática.
 
El apóstol Pablo dijo que nuestro Señor Jesucristo fue declarado Hijo de Dios “por la resurrección de entre los muertos” (Rom. 1:4), y predicando en Antioquía de Pisidia, Pablo dijo: “Y nosotros también os anunciamos el evangelio de aquella promesa hecha a nuestros padres, la cual Dios ha cumplido a los hijos de ellos, a nosotros, resucitando a Jesús; como está escrito también en el salmo segundo: Mi hijo eres tú, yo te he engendrado hoy” (Hech. 13:32,33). Pablo no relacionaba el engendramiento del Hijo de Dios con alguna generación eterna.
 
La expresión idiomática “hijo de” señala identidad y naturaleza (ej. Mar. 3:17; Luc. 10:6; Hech. 4:36; 2 Tes. 2:3). Jesucristo es “el Hijo de Dios”, no por algún engendramiento literal, ni por su encarnación, sino por ser de la misma naturaleza del Padre asumiendo su rol como nuestro Salvador. A pesar de que negándole le rechazaron y le mataron (cf. Hech. 2:23; 3:14,15), el Padre le vindicó resucitándole (cf. Hech. 2:32) y exaltándole a su diestra (Hech. 2:33), y en este sentido, engendrándole, al constituirle Señor y Cristo (cf. Hech. 2:36).
 
El unigénito del Padre
 
Algunos exponentes de la filiación eterna afirman que hay evidencia para su doctrina en Juan 1:14, “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad”.
 
En este pasaje, la palabra castellana “unigénito” se usa para traducir el vocablo griego “monogenes”, y podemos asegurar que “monogenes” es una palabra derivada de “mono” (único) y “ginomai” (tipo), significando “único en su tipo” (Thayer). Esta palabra no está relacionada con el concepto de engendrar o dar a luz.
 
Cuando en la Biblia leemos que Jesucristo es el “monogenes” no se está enfocando su origen, sino más bien su preeminencia, su exclusividad. Por ejemplo, “monogenes” se emplea con referencia a Isaac (Heb. 11:17) quien fue el segundo hijo de Abraham, sin embargo, el hijo preeminente, y más aún, el único en su tipo.
 
Si alguno insiste en que “monogenes” indicaría “engendramiento”, debe reconocer que no hay manera de reconciliar el significado de una palabra con la doctrina del engendramiento eterno del Hijo de Dios.
 
Conclusión
 
Tres verdades sobre Jesucristo contradicen el dogma de la generación eterna: 1) Es igual a Dios (Col. 1:15). 2) Todo lo creado debe su existencia a él y es para él (Col. 1:16). 3) Es anterior a la creación, la cual subsiste por él (Col. 1:17).
 
Por siglos, y tradicionalmente, se han repetido los argumentos del dogma de la procedencia eterna del Hijo de Dios, engendrado por la eternidad, etc. Sin embargo, la Biblia no enseña esta doctrina. Orígenes, Agustín, y muchos otros, quedan descubiertos como falsos cuando comparamos sus argumentos con la enseñanza bíblica.