La edad de la tierra

 


Por Josué I. Hernández

 
Mientras algunos afirman miles de millones de años de antigüedad para el universo y la tierra, otros afirman que la Biblia guarda un completo silencio sobre el tema. Entonces, si es cierto que la Biblia guarda silencio sobre este tema, y no le da importancia, nosotros tampoco deberíamos hacerlo. Pero, ¿realmente hace esto la Biblia?
 
¿Contienen las sagradas Escrituras datos cronológicos que permitan a los estudiantes cuidadosos y reverentes llegar a una estimación relativamente confiable de la antigüedad de la tierra? ¿Enseña la Biblia que la tierra y la humanidad fueron creadas en la misma semana? Si estas preguntas pueden responderse afirmativamente, y creemos que así es, debemos confiar en el testimonio de Dios en su palabra y descartar las opiniones humanas que contradicen la palabra de Dios (cf. 1 Tim. 6:20).
 
Sin embargo, el tiempo es clave en el escenario evolutivo darwiniano. El tiempo sería el héroe de su drama evolutivo. Entonces, con el tiempo suficiente lo imposible se vuelve posible, y lo posible se vuelve probable, y lo probable se vuelve virtualmente seguro. En otras palabras, el tiempo del escenario evolucionista hace milagros. Pero, la antigüedad de la tierra, extendiéndose unos 4.5 mil millones de años, es un supuesto. Sencillamente, no hay evidencia de que la tierra tenga tal edad, como tampoco hay evidencia para la evolución darwiniana.
 
Los métodos de datación
 
Las técnicas para datar la tierra son el resultado de suposiciones uniformistas. El uniformismo es una suposición naturalista según la cual los mismos procesos naturales que operan en la actualidad han operado en el pasado. Dicho de otro modo, según el uniformismo, el presente es la clave del pasado.
 
Los métodos radiométricos utilizados para datar las rocas terrestres se basan en secuencias de desintegración que debieron ocurrir. Por ejemplo, el uranio-238, el llamado “elemento padre”, a través de una serie de procesos de descomposición, finalmente producirá plomo-206, llamado “elemento hijo”; entonces, la proporción de los dos elementos se utilizará para estimar la edad de la muestra. No obstante, para que este método sea válido se deben aceptar ciertos supuestos. Por ejemplo, se debe suponer que no había plomo-206 en la roca en formación.  
 
Una pregunta asalta nuestra mente: ¿Y si el plomo-206 fuera parte de la creación original? Sin duda alguna, esto invalidaría la exactitud de la estimación de la edad propuesta por la medición.
 
Se debe suponer que ni el elemento padre, ni el elemento hijo, han sido alterados desde el origen. Sin embargo, cada vez hay nuevas pruebas que indican que tanto los elementos “padre” como los elementos “hijo” pueden migrar a otras rocas, lo cual afecta radicalmente los resultados para la estimación de la edad.
 
Otra suposición guarda relación directa con la tasa de desintegración. Para que la medición sea confiable las tasas de desintegración deben haber permanecido constantes durante toda la existencia de la roca de muestra. Pero, una vez más, nuevas investigaciones han demostrado que, si bien las tasas de desintegración parecer permanecer constantes dentro de límites estrechos, en circunstancias especiales pueden alterarse considerablemente. En otras palabras, la ciencia moderna ha descubierto que las tasas de desintegración no son constantes, ni inmunes, a influencias ambientales.
 
En consideración de lo anterior, los llamados “relojes atómicos” parecen reiniciarse durante algún evento geológico intenso, como, por ejemplo, el diluvio universal.
 
Los métodos de datación evolutivos no son fiables
 
Numerosas pruebas revelan que los métodos de datación darwinianos no son confiables. Es, por lo tanto, una locura fundamentar nuestra cosmovisión sobre ellos. Por ejemplo, se han sometido a prueba rocas producidas en una erupción reciente, y han llegado a ser datadas con una antigüedad que se extiende por millones de años. Mediciones semejantes se han hecho en conchas de moluscos vivos o en focas muertas recientemente, arrojando una antigüedad de miles de años.
 
Evidentemente, los relojes evolutivos necesitan una reparación urgente. Están marcando mal, muy mal, el tiempo transcurrido.
 
Evidencia bíblica de una tierra relativamente joven
 
Una serie de afirmaciones en la Biblia señalan que la tierra no es más antigua que unos pocos miles de años. Por lo tanto, la historia del universo, de la tierra, y del ser humano, debe medirse en términos de miles de años, y no de millones de años. En fin, para el cristiano, que honra el testimonio de Dios en su palabra inspirada, la Biblia, lo que Dios ha dicho sobre el asunto es la palabra final.
 
Las sagradas Escrituras indican que la tierra y la humanidad comienzan su existencia en un lapso de seis días (Gen. 1). La tierra comienza su existencia en el día primero, y la humanidad en el día sexto. Estos días fueron literales, y consecutivos, como los días de hoy (Ex. 20:11).
 
Isaías afirmó que la soberanía de Jehová Dios ha sido evidente para la humanidad desde el principio, cuando la tierra inició su existencia (Is. 40:21). Esta, y otras varias afirmaciones, no podrían ser ni remotamente precisas si el ser humano llegó a la existencia luego de millones de años después de la creación de los cielos y la tierra.
 
Jesucristo afirmó que los seres humanos, como varón y hembra, tal cual nosotros somos, han existido desde el principio de la creación (Mar. 10:6). Esta afirmación nunca podría armonizarse con la noción de que el hombre es un “recién llegado” en este planeta.
 
El apóstol Pablo argumentó que la incredulidad humana es imperdonable porque la evidencia de la existencia del Dios invisible se ve claramente por medio de la creación, un universo diseñado con orden. Esta elocuente evidencia ha podido ser percibida por la humanidad desde la creación del mundo (Rom. 1:20).
 
Cualquiera que tome en serio las declaraciones bíblicas no puede dejar de ver la importancia y el significado de tales pasajes.
 
La breve historia humana
 
La Biblia afirma que la historia de la humanidad sobre la tierra ha sido relativamente breve, extendiéndose por unos pocos miles de años.
 
Lucas, un hombre inspirado (cf. 2 Ped. 1:21), enumeró la genealogía de Jesús desde Adán. Debemos recordar que Adán es el primer hombre (1 Cor. 15:45). Las veinte generaciones desde Adán hasta Abraham se caracterizaron por una longevidad excepcional. Desde Abraham hasta Cristo hay unas cincuenta y cinco generaciones. Ahora bien, si admitimos algunas posibles omisiones en la narración genealógica (ej. Esd. 7:3,4; 1 Cron. 6:6-10) no hay razón bíblica para suponer alguna estancia de la humanidad en la tierra como la descrita en el escenario evolucionista.
 
En fin, la Biblia no guarda silencio sobre la edad relativa de la tierra y la humanidad en ella. Afirmar lo contrario demuestra incomprensión del sagrado mensaje; pero, también podría demostrar un compromiso con el error, a pesar de la sinceridad del exponente.
 
Conclusión
 
Los que temen a Dios no entrarán en “pánico” con cada pronunciamiento de la comunidad científica, cuando esta realiza declaraciones categóricas sobre el origen del universo, la tierra y la humanidad. Los que temen a Dios serán sabios al entender los límites de la ciencia y no tratarán de ajustar la Biblia armonizándola con alguna teoría de moda.