El caso de Abraham ilustra el hecho de que la justificación es provista por
la sumisión de fe (cf. Rom. 1:5; 10:16; 15:18; 16:26), no por obras de mérito. Consideremos
esto. “¿Qué, pues, diremos que halló Abraham, nuestro
padre según la carne? Porque si Abraham fue justificado por las obras,
tiene de qué gloriarse, pero no para con Dios. Porque ¿qué dice la
Escritura? Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia” (Rom. 4:1-3). Los judíos se enorgullecían de ser la descendencia carnal de Abraham (cf.
Mat. 3:9; Jn. 8:33). No obstante, Abraham no fue justificado por la ley de las
obras. Dios no lo consideró justo sobre la base de sus logros humanos, u obras
de mérito. La fe del gran patriarca, demostrada en la sumisión obediente a Dios,
fue el fundamento de su justicia (Rom. 4:12). “Pero al que obra, no se le cuenta el salario como
gracia, sino como deuda; mas al que no obra, sino cree
en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia” (Rom. 4:4,5). Cualquiera que confía en sus propios esfuerzos para recomendarse ante Dios
espera la recompensa de Dios como una deuda. Pero, nosotros no podríamos
alcanzar la salvación sin la ayuda de Dios. Necesitamos que él nos socorra.
Necesitamos su gracia. Nuestra esperanza, por lo tanto, está basada en la
gracia divina, no en alguna deuda divina para con nosotros. La expresión “al que obra” (Rom. 4:4) debe mantenerse en su
contexto. Es decir, Pablo no está diciendo: “al que obedece”. El apóstol está señalando
al que obra perfectamente, sin falta alguna, como uno que recibe lo que merece
sin gracia. La frase “al que no obra” (Rom. 4:5) indica a uno que no hizo todo
lo que debía, que no cumplió con todos sus deberes, sin embargo “cree en aquel que justifica al impío”. Este impío,
es un pecador que no merece la justificación; pero, será justificado no por sus
obras, sino porque creyó, es decir, obedeció en sumisión. Este pecador que “no obra” pero “cree en aquel que justifica al
impío”, es el individuo que no confía en sus propias obras como si pudieran
salvarle. No podría ser justificado sin fe en Dios. Entonces, reconociendo su
incapacidad para merecer el favor de Dios, ejerce fe, es decir, confianza
obediente, la cual le es contada a justicia. Solo hay dos formas en las cuales el hombre es aceptado por Dios. En primer
lugar, el hombre es aceptado si nunca ha pecado. En segundo lugar, el hombre es
aceptado si es perdonado. La primera de estas posibilidades no requiere de
gracia, a la vez que permite la jactancia humana. Sin embargo, “todos
pecaron” (Rom. 3:23). Esto deja a la segunda posibilidad como la única
esperanza del hombre. “Como también David habla de la bienaventuranza
del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras, diciendo: Bienaventurados
aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, y cuyos pecados son cubiertos” (Rom.
4:6,7). David confirma lo que dice Pablo. La justicia será contada al creyente sin
obras, es decir, aparte de las obras, ya que no merece la aceptación de Dios
porque su vida no ha sido inmaculada. Será justificado, no porque obró
perfectamente, sin haber pecado jamás, sino porque ha sido perdonado. La frase “sin obras” no significa “sin obediencia al evangelio”. El
contraste no es entre “fe”, en el sentido de asentimiento mental, o convicción,
y “obediencia”. El contraste que hace Pablo es el siguiente: “fe”, en el
sentido de sumisión, y “obras”, en el sentido de hechos inmaculados para ganar
la propia salvación sin perdón ni gracia. La respuesta de Abraham es el modelo de fe que debemos imitar, “Y creyó
a Jehová, y le fue contado por justicia” (Gen. 15:6). Cada vez que Abraham
obedecía a Dios lo hacía porque confiaba en él. Su fe se expresó en obras y se
perfeccionó, o realizó, por ellas (Sant. 2:22). Así también nosotros, debemos seguir “las pisadas de la fe que tuvo
nuestro padre Abraham antes de ser circuncidado” (Rom. 4:12). Debemos
avanzar sin retroceder (Heb. 10:39) confiando en Dios (Heb. 11:1), obedeciendo “Por
la fe” (Heb. 11:8,9,17). Porque Cristo “vino a ser autor de eterna
salvación para todos los que le obedecen” (Heb. 5:9).