Un nuevo pacto

 


Por Josué I. Hernández

 
Algunos no logran entender la naturaleza del pacto de Dios con nosotros. Sin embargo, si consideramos detenidamente la profecía de Jeremías acerca de un nuevo pacto, entenderemos la naturaleza del pacto que está en vigor. Veamos:
 
“He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá.
No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová.
Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo.
Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado
(Jer. 31:31-34).
 
“vienen días”
 
Esta es una frase recurrente en el libro Jeremías. Cuando estas cosas se cumplieran, no sería por accidente. Más bien, sería el resultado de la presciencia y preordenación de Dios. En otras palabras, todo esto sería el cumplimiento del propósito eterno de Dios.
 
“nuevo pacto”
 
Los judíos, como nación, se desviaron de la ley de Dios, y la transgredieron, “mi pacto que ellos rompieron, aunque fui un esposo para ellos” (Jer. 31:32, LBLA). Entonces, Dios dejó muy claro que no tenía la intención de renovar, o restaurar, el antiguo pacto, sino más bien, establecer un nuevo pacto. Por esto, los judaizantes, quienes querían imponer la ley de Moisés sobre los gentiles, estaban tan equivocados (cf. Hech. 15:1-11; Gal. 5:3,4).
 
La antigua ley fue quitada y clavada en la cruz (Col. 2:14), en cambio, la nueva ley que sería tanto para judíos como para gentiles, es la que ahora está en vigencia (cf. Is. 2:2,3; Hech. 1:8; Rom. 1:16; Gal. 3:28,29).
 
“No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto”
 
Dios libró a Israel de Egipto para cumplir el pacto que había hecho con Abraham (Ex. 2:23-25). Sin embargo, aunque eran libres y caminaban a la tierra prometida, a menudo el pueblo se quejaba de su liberación (cf. Ex. 14:11,12; 16:2,3; 17:2,3).
 
Dios no nos tomará de la mano en la misma forma en que lo hizo con Israel. Hoy debemos venir al Señor por nuestra propia voluntad (Mat. 11:28-30; cf. Jn. 6:44,45). He ahí la urgencia de la evangelización (cf. Hech. 8:4; Rom. 10:18; Col. 1:23).
 
“Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón”
 
Esta nueva ley es más que simplemente una ley ante la cual somos responsables. Debe ser parte de nosotros, quedando arraigada en lo más profundo de nuestro ser. Debemos tomarnos tiempo para estudiar la palabra para conocer al Señor y crecer en él (cf. Fil. 3:10; 2 Ped. 3:18). Debemos meditar en ello (cf. Fil. 4:8; Sal. 119:97), hablar de ello (cf. 1 Ped. 4:11; Col. 4:6; Ef. 4:29), y vivir lo que aprendemos de él (cf. Ef. 4:20,21; Sant. 1:22).
 
“y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo”
 
Bajo el nuevo pacto cada cual debe tener y desarrollar una relación directa, y personal, con Dios. No nos referimos a una relación de emociones y sentimientos, como predican algunos. Sino a una relación inteligente donde Dios es conocido en obediencia (cf. 1 Jn. 2:4-6). Dios envió a su Hijo para hacer posible la salvación de todos (Jn. 3:16,17; cf. 1 Tim. 2:6) y espera que todos se arrepientan y sean salvos (cf. 1 Tim. 2:4; 2 Ped. 3:9). Dios quiere añadir a todos a su iglesia, el nuevo pueblo del pacto (cf. Ef. 2:14-22) el Israel de Dios (Gal. 6:16).
 
“todos me conocerán”
 
La profecía decía que los integrantes del pueblo de Dios no serían enseñados después de entrar a la relación de pacto con Dios, como sucedió al antiguo Israel (cf. Deut. 6:3-9; 31:12). Los judíos nacían físicamente como integrantes de la nación del pacto, a diferencia de los cristianos que nacen espiritualmente quedando integrados en la iglesia (cf. Jn. 1:13).
 
Bajo el antiguo pacto uno entraba en el pacto por nacimiento físico, pero, bajo la nueva ley, uno entra por nacimiento espiritual (Jn. 3:3,5) creyendo de todo corazón (Hech. 8:37). Por lo tanto, todo pecador que pueda entender y creer al evangelio debe ser bautizado en Cristo Jesús (cf. Mar. 16:16).
 
“perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado”
 
El perdón de los pecados se encuentra en Cristo (Ef. 1:7; Jn. 1:17). ¿Quiénes serán perdonados? Los que entren en pacto con Cristo sometiéndose a sus leyes (cf. Hech. 2:21,38,40,41). Entramos en el pacto a través del bautismo (Gal. 3:27,29), y cuando alguno hubiere pecado será perdonado si obedece a la ley del perdón (cf. Hech. 8:22; 1 Jn. 1:7,9).
 
Conclusión
 
El nuevo pacto está en vigencia, el cual es un “mejor pacto” (Heb. 8:6). Todos son llamados a la salvación como integrantes de esta nación del nuevo pacto (cf. Gal. 4:22-26; 1 Ped. 2:9,10).
 
Que no demoremos en correr al monte de Sión (Is. 2:3).