Alimentando a 5.000

 


Por Josué I. Hernández

 
Tenemos una visión panorámica de Jesucristo al estudiar Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Es una gran bendición conocer más y más al santo Hijo de Dios cuando estudiamos estos libros. Aunque cada autor selecciona algunos acontecimientos de la vida del Señor, y los organiza en un relato que fortalece la fe, es interesante notar que de todos los milagros que Jesús obró, solo uno (además de su resurrección) se registra en estos cuatro libros: La alimentación de cinco mil varones, sin contar mujeres y niños (cf. Jn. 6:10).
 
La ocasión
 
Este evento tuvo lugar en el lado oriental del Mar de Galilea, un lugar aislado. Mateo dice que Jesús fue allí al enterarse de la muerte de Juan el Bautista (Mat. 14:13-21). Lucas vincula el viaje con el regreso de los doce que salieron en la comisión limitada (Luc. 9:10-17). Marcos vincula ambos factores, y agrega que Jesús y los discípulos fueron allí a descansar (Mar. 6:30-44).
 
Sin embargo, los discípulos no lograron descansar porque la multitud los siguió. Es más, corrieron y llegaron antes que Jesús y sus discípulos (Mar. 6:33). Pero, el Señor no se molestó, sino que, motivado por la compasión, les recibió y comenzó a enseñarles, y sanó a los que necesitaban ser curados (cf. Mat. 14:14; Luc. 9:11).
 
El milagro
 
Al final del día surgió la cuestión de la comida. No había donde comprarla, ni dinero suficiente para adquirirla. Eran demasiadas las personas que la necesitaban, y el Señor no quería presionar un ayuno enviándolos sin comer. Entonces, el Señor ordenó a sus discípulos que vieran con cuánta comida contaban, lo cual resultó en descubrir a un muchacho con cinco panes de cebada y dos peces. Pero, como señaló Andrés, “¿qué es esto para tantos?” (Jn. 6:9).
 
El Señor mandó que la multitud se recostara sobre la hierba por grupos de ciento en ciento y de cincuenta en cincuenta, lo cual permitió el conteo general “como en número de cinco mil varones”, y más importante aún, esto permitió una distribución ordenada y justa, quedando los espacios entre los grupos como pasillos que optimizaron la distribución. Dios es ordenado, planifica, organiza, no gusta del desorden (cf. 1 Cor. 14:40).
 
Entonces, Jesucristo, tomó la escasa comida disponible, dio gracias y la distribuyó a la multitud. Fue tal la abundancia que “comieron todos, y se saciaron; y recogieron lo que les sobró, doce cestas de pedazos”.
 
Los escépticos tienen explicaciones para un evento semejante. Por ejemplo, William Barclay, en su comentario sobre Juan, pretende solucionar el problema de quienes se niegan a creer en los milagros, escribiendo: “Cuesta creer que aquella multitud se había puesto en camino para una expedición de quince kilómetros sin hacer los más mínimos preparativos. Si había peregrinos entre ellos, es de suponer que llevarían provisiones para el camino. Pero puede ser que ninguno sacara lo que llevaba porque, por un egoísmo muy humano, se lo quería guardar para él mismo. Puede ser que Jesús, con aquella cautivadora sonrisa Suya, sacara las escasas reservas que tenían Él y Sus discípulos; con una fe radiante diera gracias a Dios, y empezara a compartirlo; y que, movidos por Su ejemplo, todos los que tuvieran algo hicieran lo mismo, y al final hubiera suficiente, y más que suficiente, para todos”.
 
Las palabras de Barclay son peores que una especulación necia. En primer lugar, desestima la credibilidad de los testigos oculares, y acusa injustamente a la audiencia de Jesucristo. ¿Había solo un muchacho generoso entre los miles? Además, socava el poder del Señor al nivel de un simple carisma cautivador.  
 
El resultado
 
La multitud estaba emocionada por el poder del Señor. Entonces, pensaron que era el momento para una acción política, y quisieron tomarlo por la fuerza y hacerlo rey (Jn. 6:15). Para evitarlo, Jesús los despidió y se retiró a la montaña para pasar una noche de oración.
 
Lamentablemente, al siguiente día, vemos que esta multitud estaba más interesada en la comida física que en la espiritual. Después de un sermón que pareció muy desagradable, una mayoría se apartó del Señor y ya no le siguieron (Jn. 6:66).
 
Dios nos ayude a ver más que comida gratis cuando miramos a Jesús. Este milagro indicaba nuestra más grande necesidad, y, sobre todo, la solución a ella. Jesucristo dijo: “Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás” (Jn. 6:35).