Instruye al niño en su camino

 


Por Josué I. Hernández

 
La Biblia dice, “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él” (Prov. 22:16). Algunos han concluido que este texto enseña que un niño debidamente educado nunca se apartará del camino de Dios, y que si se aparta fue porque sus padres no lo instruyeron debidamente. En semejante escenario, los padres serían los responsables. Pero, el texto no trata del camino de Dios, sino del camino del niño.  
 
Otras versiones traducen, “Instruye al joven según sus disposiciones, que luego, de viejo, no se apartará de ellas” (JER). “Instruye al niño en su carrera; aun cuando fuere viejo no se apartará de ella” (NRV).
 
El verbo “instruir” indica la dedicación para “capacitar” a los hijos, entrenándolos con perseverancia en un proceso de adiestramiento enfocado en el “camino” de cada uno de ellos. Este “camino” involucra los intereses del niño, su disposición e inclinaciones, sus fortalezas y debilidades, conforme a las cuales la instrucción debe ser entregada.
 
Dios espera que los padres adiestren a sus hijos, no solamente en la verdad divina (cf. Deut. 6:6-9; 2 Tim. 3:15). El proverbio exige a los padres al estudio más profundo sobre las características individuales de cada hijo (idiosincrasia), para criarlos conforme a esta disposición (“camino”). Así, pues, como regla general, el hijo permanecerá fiel a su formación. Esta formación será el producto de una atención personalizada.  
 
El texto no promete que el hijo nunca podría equivocarse. El texto tampoco responsabiliza a los padres por cada mala decisión que los hijos adultos tomen. Cada persona tiene poder individual de elección, y toma sus propias decisiones, y a veces se equivoca a pesar de que recibió una buena crianza.
 
Por boca de Isaías, Dios dijo, “Oíd, cielos, y escucha tú, tierra; porque habla Jehová: Crié hijos, y los engrandecí, y ellos se rebelaron contra mí” (Is. 1:2). Dios, el mejor padre, el padre perfecto, capacitó a sus hijos de la forma más completa y eficiente. Pero, ellos se rebelaron contra él. Nadie podría sugerir que Dios fue negligente en su responsabilidad paternal. Sin embargo, sus hijos se apartaron de la verdad ignorando la palabra de Dios (cf. Os. 4:6).