Buscad a siete varones



Por Josué I. Hernández

 
La iglesia en Jerusalén creció con rapidez; pero, más pronto que tarde, surgió un problema. Hubo una murmuración por el descontento de un supuesto prejuicio étnico (Hech. 6:1). Frente a semejante problemática, los apóstoles no demoraron en procurar la justa solución, Entonces los doce convocaron a la multitud de los discípulos, y dijeron: No es justo que nosotros dejemos la palabra de Dios, para servir a las mesas. Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos de este trabajo” (Hech. 6:2,3).
 
El verbo “servir” (gr. “diakoneo”) es traducido de la palabra que a veces se translitera “diácono”. Eso es, precisamente, lo que serían estos siete varones, siervos designados con una responsabilidad específica, encargados “de este trabajo”, y la iglesia local debía buscarlos.
 
En este relato tenemos un ejemplo de selección y nombramiento que no debemos pasar por alto. Este ejemplo funciona como un patrón al cual ajustarnos. Veamos.
 
La iglesia tenía una necesidad. No se otorgó un título religioso honorífico, para luego inventar alguna necesidad que llenar. Estos hombres fueron nombrados para hacer un trabajo. Ellos fueron designados para cubrir una necesidad que ya existía.   
 
Toda la iglesia participó. La iglesia local tiene la responsabilidad y el privilegio de seleccionar a los que considere calificados (Hech. 6:3; cf. 1 Cor. 16:3), conforme a las pautas divinamente especificadas (Hech. 2:42; 6:3; cf. 1 Tim. 3:1-10; Tito 1:5-9). Aunque el proceso no es una votación conforme a la preferencia, para elegir por voto mayoritario (democracia), cada miembro es responsable de buscar objetivamente, nadie está excluido. 
 
Toda la iglesia estaba informada. Para que todos tengan el mismo entendimiento, la iglesia debe estudiar cuidadosamente las calificaciones requeridas. Solo la comprensión adecuada permitirá buscar y seleccionar a los hombres idóneos (cf. Hech. 6:5,6). La iglesia no puede obedecer lo que no comprende, ni comprender lo que no ha estudiado.
 
Todos los miembros estaban convencidos. La selección proporcionó el alivio buscado, y el buen orden subsecuente. Otro ejemplo de que la unidad, la armonía y la paz, son la consecuencia de la obediencia. “Agradó la propuesta a toda la multitud” (Hech. 6:5), “que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer” (1 Cor. 1:10).  
 
Conclusión
 
La obediencia a la doctrina de los apóstoles asegura la prosperidad de la iglesia como “columna y baluarte de la verdad” (1 Tim. 3:15; cf. Hech. 6:7), aunque sea una iglesia atribulada y pobre (Apoc. 2:9) o tenga poca fuerza (Apoc. 3:8).
 
Es responsabilidad de cada miembro el adherirse firmemente a “la forma de las sanas palabras” (2 Tim. 1:13).