Cargos y acusaciones

 


Por Josué I. Hernández

 
Antes de difundir cargos y acusaciones contra un hermano, debemos proceder con cautela, es decir, con precaución y reserva al actuar. El amor impulsa tal proceder, porque el amor “todo lo cree” (1 Cor. 13:7). La deshonestidad, la inmoralidad y la corrupción no deben ocultarse, ni encubrirse (cf. Ef. 5:11), pero tampoco deben formularse tales acusaciones a la ligera o apresuradamente. La palabra de Cristo debe guiarnos en los pasos a seguir.
 
Los rumores y las sospechas no son evidencia
 
Primeramente, es crucial conocer los hechos del caso: ¿Estamos seguros de lo que ha sucedido? ¿Hay testigos? ¿Cuál es el carácter de los testigos? ¿Concuerdan los testigos? ¿Hemos oído ambos lados de la historia? ¿Estamos dispuesto a servir de ayuda? ¿Solo queremos condenar?
 
Siempre es posible que el hermano acusado sea inocente. Sin embargo, si una investigación justa demuestra que un hermano ha pecado, ¿procuraremos restaurarlo o destruirlo?
 
Piénselo detenidamente, ¿no se debe investigar antes de juzgar? Una investigación imparcial reconocerá que no son pruebas válidas las sospechas y rumores, los chismes y las detracciones (cf. Prov. 6:16-19; 29:20).
 
Jesucristo dijo, “Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas” (Mat. 7:12). A ninguno de nosotros le gustaría que alguien presentara cargos falsos en su contra, basándose en sospechas, rumores y chismes. La regla de oro prohíbe repetir acusaciones infundadas. Jesucristo también dijo, “No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio” (Jn. 7:24).   
 
En consideración de lo anterior, debemos hacer una investigación exhaustiva. El apóstol Pablo dijo por el Espíritu Santo, “No impongas con ligereza las manos a ninguno, ni participes en pecados ajenos. Consérvate puro” (1 Tim. 5:22). Repetir acusaciones infundadas no puede justificarse sobre la base de que otros las dijeron primero. Las fuentes y la repetición no transforman en verdadera una acusación.  
 
Se ha dicho que “donde hay humo hay fuego”, y es verdad en muchos casos, pero podría no ser verdad en un caso particular. De Pablo dijeron, “este hombre es una plaga, y promotor de sediciones entre todos los judíos por todo el mundo, y cabecilla de la secta de los nazarenos” (Hech. 24:5). El “humo” podría ser la consecuencia de las acusaciones falsas que actúan como “el fuego” en una contienda, y en semejante caso los chismosos están haciendo humo al encender y avivar el fuego de la detracción.
 
Las sospechas no son evidencia. Los cargos contra alguno se podrían remontar a información parcializada o inexacta que fundamentó una acusación falsa. Repetir las acusaciones falsas involucra malicia, y también podría involucrar la envidia y la contención. Si repetimos tales acusaciones participamos en las “malas sospechas” (1 Tim. 6:4).
 
Escuche al acusado
 
Es imperativo prestar atención cuidadosa a los dos lados en la historia, por lo tanto, debemos otorgar al acusado el beneficio de responder a los cargos (cf. Jn. 7:51; Ex. 23:1,2; Lev. 19:15,16). Lo que ahora nos parece una falta podría tener una explicación y un contexto.
 
Recordemos, Cristo dijo, “Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas” (Mat. 7:12). ¿No agradecería usted que alguien le de la oportunidad de explicar las supuestas pruebas en su contra? Debemos pensar seriamente en esto, antes de difundir acusaciones contra algún hermano, o hermanos, en Cristo.
 
Conclusión
 
El apóstol Juan escribió, “Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor” (1 Jn. 4:7,8).
 
El verdadero amor involucra la investigación imparcial, y el esfuerzo de oír la otra parte de la historia, antes de repetir las acusaciones. Si se descubre el pecado podremos señalarlo, y procurar el arrepentimiento del pecador. Sin embargo, si solo se sospecha y se murmura, en lugar de repetir tales acusaciones, debemos reprender a quienes las difunden.