¿Quién otorgó el don a Timoteo?

 


Por Josué I. Hernández

 
Algunos cristianos del primer siglo recibieron dones del Espíritu Santo para obrar milagros. Sin embargo, esto no sucede hoy. El propósito de los dones ya se ha cumplido. Los dones del Espíritu Santo sirvieron para revelar (cf. Ef. 3:3-5; 1 Cor. 12:8-10) y confirmar (cf. Mar. 16:20; Heb. 2:3,4; 1 Cor. 2:4,5) la voluntad de Dios.
 
La necesidad de revelar y confirmar la palabra de Dios ya no existe. La verdad hace mucho tiempo fue completamente revelada y confirmada (cf. Jn. 16:13; Jud. 3). El apóstol Pablo enseñó claramente que 
lo parcial se acabaría cuando llegara la completa revelación (1 Cor. 13:8-12).
 
Otra forma en que sabemos que los hombres hoy en día no tienen el poder para hacer milagros es porque ese poder fue dado mediante la imposición de las manos de los apóstoles. Hechos 8 nos enseña esto. Cuando Felipe llegó a Samaria, muchos se convirtieron al Señor. Pero, aunque Felipe podía hacer milagros, él no podía empoderar a otros cristianos para que hicieran lo mismo. Es otras palabras, Felipe carecía de la capacidad de transmitir los dones del Espíritu Santo para hacer milagros. Entonces, los apóstoles enviaron a dos de ellos, Pedro y Juan, quienes oraron por los samaritanos y les impusieron las manos, confiriéndoles de esta manera capacidades sobrenaturales (Hech. 8:14-19). Preste atención a lo que vio Simón (Hech. 8:18).
 
No hay apóstoles hoy en día. Nadie en la actualidad puede llenar los requisitos necesarios para ser un apóstol de Cristo (Hech. 1:22-26), y no hay forma de recibir el bautismo del Espíritu Santo como el que recibieron los apóstoles de Cristo para ser sus testigos hasta lo último de la tierra, y hasta el fin del mundo (Hech. 1:8; Mat. 28:20).
 
En consideración de lo anterior, ¿cómo explicamos que Timoteo recibió un don (1 Tim. 4:14)? ¿No dice el texto que los ancianos (presbíteros) impartían dones sobrenaturales? Primeramente, leamos el texto: “No descuides el don que hay en ti, que te fue dado mediante profecía con la imposición de las manos del presbiterio” (1 Tim. 4:14).
 
Primeramente, no sabemos con certeza si esta referencia es a un don sobrenatural para hacer milagros. El sustantivo “don” no significa siempre “don milagroso” (cf. 1 Ped. 4:10). Pablo, simplemente, podría estar refiriéndose al papel de Timoteo como predicador y compañero de Pablo.
 
Pero, incluso, admitiendo que el don fue milagroso, debemos poner atención cuidadosa a lo que Pablo dijo. Pablo escribió que el don de Timoteo fue otorgado “con la imposición de las manos del presbiterio”; no escribió “por las manos” sino “con las manos”. Es decir, el don que Timoteo recibió no fue conferido “a través de los ancianos”, sino “acompañado de la imposición de las manos de ellos”.
 
Pablo, el apóstol a los gentiles (Gal. 1:1; Rom. 11:13), estuvo presente en aquella ocasión. Así fue como Pablo impuso sus manos sobre Timoteo, quien recibió de esta manera un don del Espíritu Santo, “Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos” (2 Tim. 1:6).
 
Entendemos que los ancianos se unieron a Pablo, no para transmitir algún don, sino para confirmar a Timoteo, en el sentido de designarle a una obra específica, de la cual se había profetizado (cf. Hech. 13:2,3).
 
La evidencia bíblica es consistente. Tenemos suficientes elementos de prueba que nos permiten reconocer la manera mediante la cual un cristiano del primer siglo recibía algún don sobrenatural para hacer milagros.

Hoy en día no hay actividad con dones sobrenaturales para confirmar nuevas revelaciones, porque Dios no está revelando algo nuevo. Tenemos la palabra de Dios revelada y confirmada completamente en la Biblia.

Los dones sobrenaturales han cesado. Dios no los otorga porque cumplieron su propósito.