Por Josué I. Hernández
Entonces, Jesús oró en voz alta. Él quería que todos los presentes supieran que aquello que estaba a punto de suceder lo hacía en total armonía con el Padre, “Padre, gracias te doy por haberme oído. Yo sabía que siempre me oyes; pero lo dije por causa de la multitud que está alrededor, para que crean que tú me has enviado” (Jn. 11:41,42).